En el quehacer diario y cotidiano, el cual se traduce en faena, trabajo, tareas y actividades múltiples se está ante la dimensión concreta y habitual de la práctica. Algo así como la teoría en acción y el hacer específico. Poco se reflexiona sobre tal circunstancia, La situación transcurre cotidianamente rauda. La interrogante que surge, embalada entre haceres y quehaceres, y se coloca como reflexión, justa y necesaria. ¿La práctica que se realiza está en sintonía con la teoría que se profesa?
Un brillante y lúcido docente de psiquiatría afirmaría, en su oportunidad, la teoría de que las personas estíticas eran tan duras del codo, que hasta en materia de estiércol querían quedarse con el mismo. No se sabe si alguien lo llamaría complejo de alcancía. Todavía se evoca las caras de aquellos condiscípulos. Las sonrisas se deslizan suavemente, entre la pena y el asombro. Aquella contundente afirmación dejo a más de uno con impresiones sobradas de tono e inflexión.
Alguien en empaste defensiva diría que su cosa estaba bien educada. El tema seguirá siendo polémico, porque por más ideas, filosofía y concepciones colectivistas, socialistas y revolucionarias que se tengan en la testa, incluso se practiquen con rigurosa fidelidad y fe inaudita, ese comportamiento intestinal parece no comprender ni entender de procesos revolucionarios, menos de sistemas capitalistas. Ciertos camaradas habrán visto algún colon depurado de esas manifestaciones pequeñas burguesas de querer ir al baño cuando la cosa está que arde. Se piensa con suficiente argumentación que la disciplina comunista y la cristiana-católica tiene un inigualable comando intestinal.
Nada de desviaciones pequeñas burguesas menos de vías pecaminosas. Ello garantiza que el culo esté incorporado a las concepciones marxista-leninista y a la cristiana-católica, por lo menos discretamente. Se piensa, desde la teoría, que el cuerpo no anda con esa desfachatez en momentos de tal vital significación humana, social, política y, por supuesto, cultural. Quizás, existe alguna coincidencia entre un culo proletario y un pompis burgués, (o pequeño burgués), cuando las ganas arriban y se expresan en esa cara compungida, abatida súbitamente.
Nada, hay que cumplir con el sagrado deber de pronunciarse. Recuerde aquella anécdota del Comandante Supremo, Chávez, en medio de una circunstancia similar, contada por él mismo, y en televisión, sin tapujos ni estorbo y, lo peor, es que en su rauda búsqueda del sito, se encontraba con cualquiera que le conocía y el asunto se complicaba. La urgencia tenía que esperar y mire usted que esa ansia no es precisamente poética.
Bueno, cada quien cumpla con su urgencia como mejor pueda. Ese apremio tiene peligrosas características comunistas. Es igualmente parecida para todos. La máxima podría ser: a cada quien según su necesidad, a cada quien según su urgencia. Y que cada quien se lave su petro.