La disputa del poder que hoy ocurre en Venezuela es una pugna entre capitalistas, y esas batallas en un país rentista como el nuestro se rigen en el fondo por el principio: "el que reparte gana", "el que más reparte es mejor gobierno", sentencias que constituyen la base del pragmatismo.
Cuando el gobierno abandonó el camino socialista y asumió la vía socialdemócrata, compró el paquete completo: al aliarse con los capitalistas compró la crisis; al cambiar apoyo por dádivas, compró la masa frágil, fácil presa del mejor postor; al mentir a granel, perdió credibilidad; al no aceptar la alternabilidad, despojó a la dominación burguesa de uno de sus mayores engaños. Al final, el gobierno inexperto se debilitó y ya no servía ni a Dios ni al diablo.
Lo que vivimos hoy es un enfrentamiento entre capitalistas internacionales y sus secuaces locales, que adquiere la forma de disputa por la repartición. No es una batalla de cañones, no es de aviones grandotes de los rusos y los gringos. Es de quién da más. No hay bombas, hay bolsas de comida; no hay balas, sino medicinas. Y todo envuelto en la promesa del sueño americano, o en las dudosas promesas del madurismo, los bonos, los carnet, las caja. No es una batalla por territorio, sino por el corazón de la masa. Y allí viene la gran tragedia del madurismo, creó una masa clientelar, y los clientes sin mercancías se le van para el otro lado.
El madurismo, como dicen en béisbol, fue ponchado con la carabina al hombro, no encuentra cómo resolver el enigma de la "ayuda humanitaria", se quedó con la pelota en la mano, no sabe qué hacer, los cañones no sirven para resolver un problema ideológico, los fusiles son inútiles sin la guía política. Acorralado el gobierno y acorralados militares, es el castigo de poner los bueyes delante de la carreta, los fusiles delante de la política.
La fracción yanqui sólo espera el día de la definición. No atina a decidir el juego, pero sabe que el "poder paralelo" tiene un tiempo corto de caducidad. Esta es la situación, el día 23 de febrero entraremos en otra fase de la crisis, las intenciones, las fuerzas de las fracciones quedarán en evidencia, las intenciones al descubierto.
El gobierno va en retroceso, no ha podido detener a guaidó, se ha mostrado muy torpe frente a la ayuda humanitaria, trató de desprestigiarla, pero no convenció, nadie le cree, no tiene respuesta ni política, ni inteligente. La economía sigue hundiéndose, ya el dólar paralelo, refrendado por el gobierno, no es excusa. No hay a quién culpar, no hay manera de emocionar a la masa. Lo que se puede presagiar es que estamos entrando en una fase de estampida, de abandono del gobierno, algo así como un éxodo interno.
La situación espera por el verdadero discípulo de Chávez, un bolivariano de acción y no sólo de palabra, un digno de Zamora. Alguien que haga honor a los próceres, alguien que con una acción rompa con el cálculo egoísta, que asombre con su entrega a la sociedad, que se gane el amor de la masa de la única manera que eso es posible: devolviéndole las razones sagradas para luchar, el sentido de la vida, la condición de herederos de grandes hombres, de pueblo vanguardia en el mundo…