Los países pueden eclipsarse, perder luz, brillo. Aparecen en el mapa pero están muertos, cerca está su extinción. Son seres vivos sometidos a leyes. Se transforman, se dividen, dan origen a nuevos ordenamientos, a nuevos países. Estos cambios en el paisaje geográfico vienen acompañados de dolores de parto, guerras, tensiones. Reflejan cambios políticos profundos. Los ejemplos son copiosos.
El tiempo biológico del humano es muy corto, lo que dificulta a la masa la percepción de esta dinámica. Pensemos que hace tan sólo unos pocos años (tiempo histórico), Colombia y Venezuela eran un solo país, una sola entidad junto a Perú, Ecuador, Bolivia; reflexionemos que Panamá no existía. Y consideremos que antes de todo esto había virreinatos y capitanías. Recordemos que Roma era el principal imperio del mundo, que Inglaterra dominó los mares, que Napoleón modificó el mapa de Europa. Y, entonces, entenderemos que los países se mueven, se eclipsan, desaparecen.
Venezuela está en un proceso de extinción, de eclipse total del corazón de la Patria. El gobierno, eso que llaman pueblo, las dirigencias, todos son producto de lo más perverso de cien años (tiempo histórico corto) de blandura petrolera. Lentamente se fue seleccionando lo peor: la improvisación, la falta de talento, la mediocridad ascendió a las cumbres, el talento fue perseguido, la ignorancia prestigiada, el estudio despreciado, el metal honrado, el espíritu desdeñado, la virtud condenada, la canalla triunfante, los justos derrotados. Esa es la esencia de la historia nuestra, al final, el extracto, el jugo es este gobierno y este pueblo.
Los rasgos peores de este gobierno tienen sus raíces profundas en la historia nuestra, son consecuencia de una evolución que prestigió la inmediatez, el corto plazo, el permanecer a costa del sacrificio del futuro. La lucha entre la sensatez, el pensar profundo, la vista larga, la conciencia de Patria, de sociedad, se perdió frente a la improvisación, la cortedad; la danza alrededor del becerro petrolero derrotó a la conciencia de sociedad.
Es así, hoy estamos a la orilla del abismo. Y si entendemos que maduro y sus luceros no son extraterrestres, que son frutos del árbol nacional, entonces entenderemos que no se trata sólo de salir de maduro. Es necesario un cambio de rumbo drástico, un verdadero golpe de timón, un profundo cambio de la cultura que parió a este gobierno. Sin ese giro profundo vendrán otros gobernantes peores, seguirá el proceso de extinción.
Es necesario, urgente, levantar un movimiento que no padezca los mismos males de los gobiernos, debemos superar al general gómez, a la cuarta, su viento sigue soplando en el alma nacional. Es necesario un gobierno capaz de correr el riesgo de ir a la raíz de los males que nos aquejan, que proclame, con valentía, las grandes verdades. La primera es que todos somos culpables de la situación de hoy: o construimos otra relación entre nosotros o desapareceremos como nación, como Patria.
Es necesario romper el círculo vicioso de gobernar para agradar a la inmediatez de los mediocres, en gobernar para la estupidez, para el estomago. Es ineludible hurgar en el alma de esta sociedad, bucear en las profundidades, hasta encontrar el tesoro que allí dejó el ejemplo de nuestros próceres, derrotados es verdad, pero triunfante en sus ideas. Sólo en ellos encontraremos razones sagradas para luchar, sentido a la vida. Y ese es el inicio de nuestra sanación.
Es necesario, en primer lugar, rescatar a Bolívar pero también a miles de héroes que, a su manera, intentaron que tomáramos otro rumbo: a lo mejor de la generación del 28, al desprendimiento de la generación del 23 de Enero, a la del 60, a la del 4 de febrero, a la de Abril, a la PDVSA heroica. Rescatar al chavismo primitivo, el de la pasión altruista, la emoción por servir a la sociedad.
Esta batalla no se puede perder, puede ser la última de nuestra historia, hoy se decide el destino de esta nación. La situación es muy grave, pero tenemos condiciones para salir adelante, de eso estamos seguros.