La historia es la luz y guía de la humanidad

El conocimiento de la historia, su estudio, ofrece una mejor comprensión de todo aquello que acontezca en nuestra circundante realidad, pues ésta tiene sus antecedentes y conocerlos nos permitirá comprender o entender lo que se sucede en América Latina y en el Mundo. Nos ayudará a concebir desde una perspectiva crítica y real que en Venezuela, por ejemplo, en relación a los demás países hermanos, y a pesar del boicot y la guerra económica, la situación de muchos pueblos es considerablemente más agobiante para sus moradores. En Venezuela el proceso socialista que está en marcha ofrece luz no sólo al hemisferio latinoamericano, sino también al resto del globo, con un pueblo que convive en el marco de la justicia social y en un modelo de democracia participativa y protagónica, que justamente está codificada en una de las constituciones más avanzadas, es decir, en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999).

Allí está el ejemplo de Brasil, Argentina, Perú, Colombia, Chile, entre otros países, en el que los niveles de pobreza crítica cada vez son más insoportables. Lo que nos lleva a entender que el neoliberalismo no es sinónimo de desarrollo, por el contrario es más miseria, hambre, males sociales como la delincuencia, así como el crecimiento progresivo de la criminalidad y el desempleo.

En necesario entender que históricamente el capitalismo salvaje ya está desfasado, está ahogado en sus propias contradicciones, sin respuesta, y ya no da más para satisfacer las necesidades de los pueblos y tampoco es un sistema capaz de llevar justicia social a los necesitados, más bien cada vez cercena el derecho a la vida al profundizar la pobreza y los desempleados. El mundo no puede estar más en manos de las transnacionales, las oligarquías, los monopolios, oligopolios, apátridas, lo cual incluye al poder mediático y cuatro hojas más de etcétera. Necesariamente los pueblos deben unirse en bloque para hacerle frente, hasta la victoria final, a este mal endémico, apocalíptico.

Nadie nos puede hacer creer que la humanidad pueda preservarse bajos las normas que hoy predominan en la economía mundial. El futuro de la Tierra depende de un compromiso global. El transito libertario debe estar en la paz, es decir, la paz debe ser el camino. Es un peregrinaje largo y duro y el tiempo se está agotando para hacer el recorrido que debe confluir con la paz y la justicia social.

Precisamente, el ex presidente Obama, en sus contradicciones como presidente, advirtió: "reconocemos que la amenaza contra el planeta es seria y creciente", tras agregar sobre el calentamiento global: "las naciones desarrolladas han causado la mayor parte del daño y debe asumir su responsabilidad". EEUU con el 5% de la población mundial, consume alrededor del 25% de la energía fósil y es el mayor emisor de gases contaminantes del mundo. A decir verdad, la mayor parte de los gases que producen el efecto invernadero provienen del deshumanizador mundo industrializado.

En estos escenarios de hambruna, amenazantes de todos los signos de vida, existen ingredientes poblacionales que no están convencidos de que se trata de una emergencia real e incuestionable. Con el mal llamado progreso del capitalismo salvaje se inició la aniquilación de todas las formas de cultura de los pueblos, y sumado se convertiría en el componentes determinante de todos los desarrollos futuros de la humanidad. Son realidades en pleno desarrollo que se traducen en información en tiempo en real.

La diferencia entre el hombre de Neanderthal o Víctor Hugo (con Los Miserables), o Rómulo Gallegos (con Doña Bárbara), o Gabriel García Márquez (en 100 años de soledad), es la prueba más sencilla de cómo ha evolucionado la humanidad, encasillada en el modelo del capitalismo salvaje.

Los cálculos económicos tratan el consumo de los recursos renovables y no renovables como si fueran ingresos y contribuciones al crecimiento. El crecimiento, a su vez, es considerado sinónimo de bienestar económico. El aire, el agua y el suelo se consideran bienes gratuitos, o casi gratuitos, no se reconoce ni se calcula su valor en función de su escasez y su agotamiento irreversible. Sucede algo así como si la naturaleza fuera un bien económico que está al servicio del capitalismo salvaje.

La economía está contenida en un mundo físico y finito. La realidad de la biosfera es dada y sus recursos no se pueden ampliar, su capacidad de absorción no se pueden aumentar y una vez dañada no vuelve a las condiciones iníciales. Ya existe una presión extrema sobre los límites de la biosfera e incluso sobre la capacidad del planeta para sostener la vida. Los umbrales son muchos, la desaparición de la capa de ozono, el cambio climático, entre otros fenómenos naturales, sobre los cuales el capitalismo salvaje se hace la vista gorda, y mientras menos se hable de estas amenazas mejor para él.

La humanidad (y así lo certifica la historia) está seriamente amenazada, está en peligro toda forma de vida sobre la faz de nuestra hermosa Tierra y ese proceso de descomposición es irreversible, pues el mundo no es infinito, es finito y conclusivo, de allí que el único "plan b" con que cuenta la humanidad sea el sistema socialista, conforme al materialismo histórico o al igual que el feudalismo fue sucedido por el capitalismo. Esta es la dialéctica, el devenir. Estas consideraciones están soportadas y avaladas en la historia como testigo de excepción.

Ciertamente, los umbrales adversos que están amenazando a la humanidad arrojan que ni las grandes empresas ni las personas acaudaladas, con independencia de los bienes de fortuna que poseen, se eximirán de las consecuencias de la degradación ecológica y en consecuencia el fin de todo signo de vida. La capacidad del planeta para sostener la vida está en una fase terminal.

En conclusión, estamos en un mundo trágico y muy mal gestionado. El capitalismo salvaje no es el estado natural de la humanidad. Es un producto de la propia dialéctica que trajo consigo la extinción del sistema feudal. Hoy ese sistema salvaje en lo que respecta a su propio "éxito" colocó en el tapete un accidente global del que no podrán recuperarse ni el modelo capitalista ni la economía mundial.

Está a la vista que los medios ideados para supervisar, salvaguardar y perpetuar al libre mercado y la economía globalizada han sido infructuoso y devastadores: han colocado en riesgo a la propia vida en nuestra agraciada Tierra y nos estamos dirigiendo hacia la autodestrucción.

Parafraseando a Rosa Luxemburgo, concluimos: "socialismo o barbarie".



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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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