En el llano se dice que en la madrugada bajan los ángeles del cielo para despertar a los gallos y así cumplan con su deber de anunciar el nuevo amanecer. Así es que el primer canto del gallo anuncia el nuevo día y también la llegada de los ángeles. De esta manera, el canto del gallo es para el llanero anuncio de protección del cielo, y también es un canto a la valentía y a la audacia del gallo, un ave pequeña pero digna que se atreve a exigir al sol que aparezca y lo consigue; es como arar en el mar y obtener frutos, es como fundar un nuevo mundo.
Cuando en esos pueblitos llaneros hay problemas, sobre todo de funcionamiento colectivo, molestias con los gobernantes locales, regionales, los más devotos se levantan antes que los gallos y con esperanza de ser oídos por los heraldos del cielo rezan, prometen y exponen sus penas a los enviados del cielo, cuando el gallo canta es señal la recepción de las plegarias. Muchas veces los problemas se resuelven.
Esas tradiciones se han olvidados con el éxodo de los campesinos; en las grandes ciudades ya no hay gallos, ahora las madrugadas no son tranquilas, las bate la angustia de llegar a tiempo. Sin embargo, y a pesar de no percibirlo, la madrugada conserva su magia, es el tiempo de los partos, los cambios profundos, del encuentro de los amantes furtivos.
Aunque escasean los gallos, los ángeles siguen bajando y a veces encuentran, no gallos sino humanos valientes que con el mismo arrojo le exigen al sol que aparezca… y lo logran.
Así se explica el anuncio de Chávez, llanero auténtico, cuando en la madrugada de aquel 4 de febrero exigió al sol que apareciera, y ayudado por los ángeles el milagro ocurrió, ese día comenzó un nuevo amanecer.
Ahora, todos los sabemos, el país necesita de la magia de la madrugada. Los llaneros creen también que el milagro depende de los mensajeros del cielo, de los gallos, pero en mayor medida del esfuerzo de los hombres. El proverbio griego lo sentencia: "ayúdate que yo te ayudaré". El milagro es obra de los hombres creyentes y de los ángeles perpetuos que siempre regresan todas las madrugadas, no se desaniman, saben que un día encontrarán a alguien, algo que anuncie la salida del sol.
La bella tradición de los llaneros, que no es otra cosa que una versión espiritual de la política, debe ser recordada en estos días de incredulidad, de pragmatismo, de egoísmo, como una manera de rescatar la Política, devolverle su sentido humanista, altruista.
La política es ante todo la esperanza en un mundo mejor para todos, es un ejercicio individual con el más alto sentido social, el humano se hace humano, se encuentra con los ángeles en la tarea común de construir un mundo mejor para todos. Sólo así la política dejará de ser un ejercicio hamponil. Sólo así habrá canto de gallos en la ciudad, y los ángeles en la madrugada oirán las quejas y habrá soluciones.