Los restos de nuestro Libertador fueron repatriados en diciembre de 1842, y con motivo de conmemorarse el centenario de dicho traslado, 1942, el Obispo de Barquisimeto, Enrique María Dubuc, manifiesta que ya es tiempo de levantar otro monumento a la memoria de Simón Bolívar, una escultura épica en la cima del Avila, padre de Caracas, la ciudad más amada del Libertador. Es así como el notable escultor español Antonio Rodríguez del Villar realiza por su cuenta una maqueta y en ella plasma lo que él considera debía ser ese gran monumento en la cumbre de El Avila.
Como sería de solemne para el fervor patrio, y enaltecedor para la ciudad de Caracas, que con ocasión del bicentenario de la declaración de la independencia de Venezuela, el 11 de Julio de 2.011, (solo falta para la fecha 4 años y medio) se inaugurara el monumento dedicado al padre de la patria, el bien llamado caraqueño inmortal. Veamos como el mismo artista escultor describe el monumento al Libertador en el cerro del Avila.
“Ninguna base más apropiada para sostener al forjador de destinos que el Avila ancestral, rocoso y fuerte, sólido e inconmovible como las gestas de nuestro héroe sin par: Simón Bolívar, el Libertador. El pedestal supuesto a esta base, ostenta en pétreos relieves los hechos sobresalientes e inmortalizados de nuestra historia.
El Monte Sacro: Símbolo de un juramento fielmente cumplido.
Casacoima: Manantial de inspiraciones sublimes.
San Mateo: Altar de sacrificios patrios en aras de los grandes ideales.
Carabobo: Otro altar de sacrificios y de héroes que selló la Independencia de Venezuela.
Ayacucho: Batalla que puso fin al dominio de la Corona española en la América del Sur.
Sobre el plano de esta base, el cuerpo material de Bolívar dibuja la silueta carnal oculta a los ojos materiales por el cilicio del amor patrio en que siempre se vio envuelto, mientras que su espíritu es elevado por los genios representativos de los sueños de su vida que, en blancuras inmaculadas de diáfanas nubes toma forma visible en las alturas y envuelto en el pabellón patrio que el viento hace ondear en perpetuo movimiento, cabalga sobre un simbólico corcel en carrera abierta hacia el mas allá. A los pies de su silueta, la mujer simbólica de Venezuela, nutriendo el alma de las juventudes posteriores, mientras que a su cabecera los custodios del altar patrio rinden guardia y homenaje imperecedero al Sol material que, en su ocaso, lanza sus últimos rayos de luces eternas que iluminan con centellos estelares las plantas del Libertador.
En aquellas alturas, las nubes blancas descenderán de los espacios para rodear la efigie de Bolívar como celosas guardianes de un tesoro que de vez en cuando, les será dado contemplar a los mortales cuando los rayos del astro rey cubran los surcos destellos del dorado bronce del Padre de la Patria. En lo alto de una plataforma de la parte posterior del Monumento, las gentes contemplarán la inmensidad de nuestra tierra venezolana, prolongadas hacia allá de las riberas azules confundiéndose con la grandeza imperecedera de: Simón Bolívar.”
La gloria de nuestro Libertador Simón Bolívar se merece este monumento concebido por el ingenio humano en la cúspide de El Avila, monumento natural concebido por el ingenio divino. Y pareciera que este es el tiempo propicio de comenzar a realizarse esta obra, para que en un futuro próximo desde aquella cumbre nuestro máximo héroe divise la ciudad, la cual fuera evocada por él desde otro país en carta que le dirigiera al general José Antonio Páez el 26 de Septiembre de 1.825: MI DERECHA ESTARÁ EN LAS BOCAS DEL ORINOCO Y MI IZQUIERDA LLEGARÁ HASTA LAS MÁRGENES DEL RÍO DE LA PLATA. MIL LEGUAS OCUPARÁN MIS BRAZOS, PERO MI CORAZÓN SE HALLARÁ SIEMPRE EN CARACAS.