Avanza el tentáculo mercantilista impregnando su llamado individualista en los congéneres de esta estructura social que despierta dentro de un impulso que desconoce. La confección de la potencia que pretende lanzar el presidente de nuestra nación, de un tiempo acá ha calado en los más disímiles estratos, cada uno a su manera sabe su puesto en esta carrera convocada, qué absurdo, ni siquiera importa que se la desconozca.
Descubrirse sobre una mina estremece los parámetros del límite prolongado que las peleas domésticas empañan el lente de un futuro sin dudas poderoso para cualquier tendencia. Sin embargo ha hecho falta este rojizo preliminar para catar más horizonte sin gríngolas. Aún hay unos cuantos miopes que cada vez que desconocen los hechos se echan más tierra encima. En efecto, la oferta “turística” gubernamental ofrece un sin fin de misiones y abre otro tanto en los más lejanos frentes (que el Mercado no deberá tener de reojo), transformándolos en fuentes directas de discusión según el arraigo que escalen, pues el ejecutivo en todos ellos ha salido victorioso, situación que asalta el quantum del mercado y le tambalea su alta pero frágil estatura. El mercado juega ahora su última carta, el as de su verdad.
Para el Mercado EL PODER es la verdad.
Entramos en este juego sin elegirlo (nuestro antivirus). Se nos enseñó que el Mercado lo llevamos firmado en nuestra genética y con una sola orden: respetar el escalafón. El poder, sea mentira, ley o ambos juntos, es poder y punto. “Yo soy la ley” es un personaje, una institución o un país, cuan fuerte sea su estrella, tan fuerte será su estela. El poder es algo o alguien, Mercado es una denominación que le place por lo absorbente, tanto, que la mercancía que poseo es la que ME precia, por lo que “debo” valorarlo. La mercancía ME hace. También lo que ME busco. Si el propósito ME separa más de MIS congéneres, he entrado en el juego. Sin preguntar, soy un “ganador”. Soy mercancía.
Buscando ser ganador es que el quantum -como valor esencial de la democracia-, se descubrió innumerable; prosigue en sus parámetros de ocupar el bienestar a sus “des-numerados”, pero el incansable Mercado lo vampiriza, clava ilusiones, lo obliga perder el eje encantándolo de fantasías que trae desde los días lejanos de “¡Esta cueva es mía!”, pasando a “¡De aquí hasta donde alcance mi vista, es mío!”, a… “¡Si no estás conmigo (léase, si no piensas como yo, ó, si no estás en MI poder), eres terrorista!”, de modo que su despertar –del quantum democrático-, ha de contar con la más importante, la última de las tres aseveraciones, para no despertar al amo: Un niño psicópata cuyo hogar transformó en manicomio. El niño quemó un rincón del manicomio y lo encontraron con los fósforos en las manos, la vista perdida, inquiriendo a todo el que lo miraba: “Alguien me quiere hacer daño ¿Quién me quiere hacer daño?”
¿Trágico? En peor estado está la política exterior de los Estados Juntos del norte: Instinto puro. Es en este mal estado del instinto es que cae el ancla sobre la mina, engarzando como puede la aguja de absorción donde succionar: Malls y gigantescos centros comerciales se yerguen a lo largo y ancho de mi país marcando el riel de “su” tren del futuro. ¡Claro que habrá clientes para ellos! ¡Los mismitos de ahora! Lo peor es que cada mamotreto comercial de esos, tuvo que pasar por debajo de la mesa, apuesto que donde se llevan a efecto estas construcciones, dejó a todos los encargados públicos con las barbas y bolsillos mojados. La tragedia: que lo más de estos capitales son la madre de los capitales no clasificados como tales… También lo saben los mojados. Viene un circulante bohemio cargado de marcas, a la par que se le rinden honores a su imagen en el patio del Tiuna. Autos de la más nueva estirpe relevan a los fieles servidores de no más de año y medio de uso; se puede bajar a pié del Ávila por Los Mangos sin respirar el asfixiante monóxido que años atrás ascendía pegotoso, oscuro y ruidoso robando el poquísimo oxígeno agarrado en el cortafuego. Suena sifrino, pero la gasolina sin plomo ha “sifrinado” el aire citadino, el ruido se ha aplacado, todas las líneas automotrices que pululan por Venezuela, las sudan gotas gordas para obtenerlos en otros firmamentos de América y nadie lo percata.
¿Qué cambio queremos? ¿Qué revolución buscamos?
Diera impresión que anhelamos que nos arrope la “bondad” clasista de esos intereses vampiros del consumo para poder dilucidar si decidimos revolución. Qué de cantidad de subconscientes chavistas querrán NO abandonar los predios individualistas, ahora que nos perfumamos para ser potencia.
Esto no es una receta, apenas señalamiento sobre el día que ¿armamos? A pesar de las intenciones, el gran capital corroe bases que están pegadas en no pocos rojizos como cierre mágico. Esta nueva etapa descubre intenciones nada exportables.
Termino: En el ropero ya tengo espacio para todo, tanto para el rojo rojito, como para el uniforme con qué ufanarme de mi último modelo. La cercanía que tenga con el compañero el día de la avenida Bolívar tiene su horario. Sin embargo algo me choca. No doy con la parte que entorpece el proceso. “Todos los barrios deben estar en mejores condiciones –repito con los compañeros-, todos deben percibir por igual la justicia social, ha llegado la hora de la justicia popular”, el sin fin de mantrams no evitan la torpeza en mi andar, me aturden las preguntas. No doy con la parte que entorpece el proceso.
¿Seré yo?