Escuchadme todos, declaro a los cuatro vientos, para que mis palabras vuelen por los aires allende los mares y las montañas, mi verdad revelada, y que esta haga nido en las mentes de todos los hombres y mujeres de buena voluntad de este planeta ancho y ajeno, quiero comunicarles la buena nueva:
La Riqueza es buena, es en verdad muy buena, aún más, es soberbia; y quiero decirles también, que la pobreza es Mala, muy mala, mucho más aún, es abominable. Que nadie se llame a engaño, que nadie escuche cantos de ballena, como dijera un ex candidato un tanto despistado que andaba por ahí, esta es la verdad.
No obstante, también os digo esto, lo que es bueno, el hombre puede transformarlo en malo, y lo que es malo puede volverse virtuoso. La riqueza mal habida, producto de la explotación de otros hombres, del robo, de la estafa y de cualquier acción indigna, la convertirá en un estigma. Y la pobreza será virtuosa si es producto de la decisión libre de no dejarse corromper, de no robar, ni explotar a los semejantes. De esta manera, mis palabras dejarán tranquilos a tirios y troyanos.
Que la riqueza en sí no es mala, sino los medios utilizados para alcanzarla, es quizás lo que tenía en mente Jesús, cuando dijo que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja, antes de que un rico entrara al reino de los cielos.
Yo quiero ser inmensamente rico, pero quiero que mi vecino también lo sea, que todos lo seamos, también usted que lee este manifiesto (pero no se confunda, no es la versión moderna de aquel que escribió nuestro querido Marx). Quiero que los obreros del mundo se enfrenten al dilema de tener que decidir entre pasar unas vacaciones en un crucero por el caribe o un viaje por las Europas. Que puedan elegir entre comer caviar (que a mí no me gusta por cierto) o una arepa bien resuelta.
La riqueza producto de un trabajo duro y honesto es una justa recompensa, incluso la riqueza proveniente del azar es una bendición, cualquier riqueza que no esté manchada con la sangre y el sudor de otro, es virtuosa.
Más de alguno, que lea esto, fruncirá el ceño y terminará diciendo, este tipo es un pequeño burgués que se las quiere dar de revolucionario. Lo admito, mea culpa, si soy pequeño burgués y de nacimiento, pero yo no tengo culpa de eso, además, Marx, Engels, Guevara, Fidel y otros no eran exactamente unos patas en el suelo, y son íconos de la revolución socialista.
Así que, con desparpajo reivindico la dolce vita, pero para todos, para toda la humanidad. No es acaso socialista desearle la mayor de las riquezas a todos los hombres y mujeres del planeta.
Recuerdo una entrevista que le hicieron a Neruda (que era tan comunista, que hasta un poema le escribió a Stalin), en la cual decía, que muchos le criticaban por ser rico y su estilo de vida pequeño burgués. Que culpa tenía Don Pablo de ser talentoso y que la recompensa a sus dones de gran poeta, se manifestará en una cuenta bancaria bastante gorda. Su dinero lo hizo entregándole versos de amor a los enamorados, versos de lucha y dignidad a los pobres de la tierra, no robó, no mató, ni explotó a nadie. Y su compromiso político, el compromiso de un pequeño burgués con los desheredados, no fue perdonado por la bota fascista que saqueó su casa, cuando se encontraba en su lecho de muerte, la cual ocurrió pocos días después del golpe contra Allende.
El socialismo del siglo XXI debe ser productivo, eficiente, generador de una riqueza creciente y de una distribución igualitaria de dicha riqueza, que alcance a todos.
Entonces mis queridos lectores, pongamos las cosas en claro, yo quiero construir el socialismo del siglo XXI porque quiero ser rico, pero no en soledad, pero no a costa de los demás, sino en la compañía de los hombres, mujeres y niños de esta tierra, para que una vez cubiertas nuestras necesidades e incluso nuestros caprichos, nos sentemos a filosofar sobre el sentido de la vida, escribamos poemas de amor y cantemos con una sola voz “Gracias a la vida que me ha dado tanto”
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