Históricamente la unidad de la izquierda en Venezuela ha resultado esquiva. La lucha por cuotas de poder, el sectarismo, el clientelismo, la imposición hegemónica e incluso las rencillas personales, redujeron la izquierda a un archipiélago de grupos y partidos sin mayor trascendencia. El debate programático fue postergado en beneficio de ventajas ocasionales, sacrificando la unidad del pueblo y otorgando ventajas a sus enemigos. La unidad del pueblo, la eficacia de las políticas públicas y la contundencia de la acción del gobierno, se han visto seriamente dificultadas por esta pesada herencia del pasado que se ha convertido en una seria amenaza a la revolución. El peligro más serio es la tendencia partidista a secuestrar la soberanía popular y excluir el pueblo de la dirección política del proceso, reproduciendo prácticas de la burocracia, la corrupción y la complicidad impúdica "puntofijista". Pero la mayoría del pueblo ha interpretado correctamente la situación, se ha manifestado claramente en las elecciones del pasado 3D, y ha creado una situación favorable para un cambio de rumbo radical.
Es claro que la mayoría votó por los planteamientos del presidente Chávez, a saber: profundizar la democracia bolivariana, participativa y protagónica; la lucha antiimperialista y la construcción del socialismo de nuevo tipo. Tres aspectos indisolubles de la lucha, cuyo corazón es la construcción del poder popular y el cual constituye nuestro objetivo estratégico para esta nueva era de la revolución. Las definiciones centrales de estos objetivos están delineadas en el proyecto de país contenido en la Constitución. Por otra parte existe una experiencia acumulada en los últimos años, que será sistematizada en la reforma a la Constitución, que a la vez que nos permitirá consolidar los avances, abrirá nuevos rumbos a la revolución. Dicha reforma debe ser un amplio debate nacional que nos permitirá ganar en claridad sobre la dirección estratégica y las tareas principales para alcanzar los objetivos planteados. Dos aspectos de una correcta dirección estratégica deben jerarquizarse: primero, el aprovechamiento de las posibilidades para realizar las tareas que se imponen como necesidad y de cuyo cumplimiento dependen los éxitos futuros.
Son momentos que se configuran temporalmente por la confluencia de condiciones favorables que tienden a variar, especialmente en relación con la capacidad de articulación del adversario. Segundo, la formación, consolidación y disposición de las fuerzas para los nuevos combates.
Desde esta visión es imperiosa la unidad de las fuerzas revolucionarias, la elevación de su conciencia y la consolidación de su organización y capacidad de movilización. Son aspectos indisolublemente unidos de la lucha, cuya solución es la construcción de un partido genuinamente revolucionario, que aglutine orgánicamente las fuerzas acumuladas y las expresadas electoralmente, que de otra manera se dilapidarán. El partido es una necesidad histórica exigida por el pueblo y este el momento más adecuado para crearlo. El momento ideal no existe. Marx señaló que el pueblo hace la historia, pero no en condiciones ideales, sino en condiciones legadas por el pasado, las cuales debemos transformar en función de los objetivos estratégicos. Si todos los partidos del cambio dicen estar en función del pueblo, entonces se trata de ser sinceramente consecuente con este principio. Programáticamente el partido será bolivariano, socialista, antiimperialista, democrático y expresión del poder popular. Será un partido para la construcción del socialismo trascendiendo el electoralismo. Orgánicamente será profundamente democrático, tanto por la elección por la base de todos sus organismos de dirección, como por promover la más amplia discusión y participación de sus miembros en la definición de sus políticas y en la toma de decisiones. Será un partido que practicará la ética socialista, la solidaridad y el servicio desinteresado al pueblo y la causa revolucionaria, sin llegar a ser un fin en sí mismo, sino una mediación para el ejercicio del poder popular. La unidad es un imperativo y los puntos de partida están claros. También los retos. La lucha ideológica y de clases depurará el proceso.