La salida de maduro es inevitable; ya los oportunistas, con disimulo, abandonan el barco; otros callan, los más permanecen expectantes preparándose para la estampida. La epidemia le dio al principio un poco de oxígeno, aunque con el paso de los días aparecen las debilidades materiales y sobre todo espirituales de un país que fue destruido por el gobierno, cada minuto la ineficacia del gobierno se hace más criminal.
Con el virus nos topamos en condiciones ruinosas: hospitales arrasados, universidades arrinconadas, los centros de investigación anulados, la conciencia de sociedad cambiada por un carnet fragmentador, la economía vaporizada, sin moneda y sin medicinas. Mientras otros países activan sus centros de inteligencia, sus investigaciones, sus epidemiólogos, aquí activamos a una sarta de mediocres que se reducen a chismear los casos que van apareciendo.
Es cuestión de horas para que la condición psíquica de la población se agrave, la realidad construida por la estupidez no se puede esconder, no hay cómo comer, ni beber, no hay alimentos para el estómago ni para el alma, la población huérfana, el gobierno una vez más muestra su estulticia.
La salida del madurismo es inevitable, la duda es cómo será esa salida. Los capitalistas tienen dos opciones principales. Una opción es la salida controlada, que el madurismo, ante la situación grave renuncie, llame a la oposición gringa, se entregue a los capitalistas. Estaría de esta manera haciendo honor a su carácter pusilánime, el mismo que lo llevó a fundar el grupo Boston, el mismo de la conducta floja del golpe de abril, del sabotaje petrolero (ellos saben quién se escondió en haciendas, quién temeroso quería conciliar con la meritocracia). Es la treta de la unidad, la conciliación a la que apelan los capitalistas cuando se ven en apuros.
Otra opción de los capitalistas en el caso de que el gobierno agotado se resista a la sensatez del último minuto y persista en permanecer, en ese caso un militar que se pare en la puerta de Miraflores y pegue dos gritos será suficiente para decretar la estampida. Después vendrá la incertidumbre.
La otra opción frente a las salidas capitalistas es la solución de los chavistas auténticos, que tomen el gobierno, devuelvan la esperanza a la masa desconcertada, convoquen a las fuerzas morales a la gran batalla, no sólo contra el virus sino por indispensable reconstrucción de la sociedad, convoquen a una gran comisión de resistencia al virus, con médicos, representantes de las universidades, de los gremios, las comunas, los campesinos, las bases obreras, le digan la verdad a la gente. Ya ese sería un paso en el camino de la solución a esta crisis agravada, pero también evidenciada dramáticamente por el virus.
No tenemos certeza de cómo será la salida, pero sabemos que de ella dependerá el país del futuro. Si la salida es capitalista, la peor parte se la llevarán los humildes, los desposeídos. Si la salida es humanista, chavista, que tome en cuenta el bien de todos, entonces los sacrificios serán para reconstruir el país de la esperanzas.
Ojalá la masa no sea llevada nuevamente al matadero, no sea engañada para que elija sus verdugos, amalaya la historia de siglos no se repita. De los líderes depende el rumbo, que cada quién asuma su responsabilidad. Después la historia y la propia conciencia nos juzgarán.