Es imposible para estos tiempos desentrañar la verdad de las agresiones sufridas por el madurismo, las ráfagas de mentiras desde todos los bandos acribillan a la verdad, sólo se puede creer lo que se ve y sólo nos queda imaginar lo que hay detrás. Seguramente la historia, el tiempo, alumbrarán un poco más todos estos sucesos. Veamos.
Ahora está en primera página la invasión de Macuto, pero son muchos los intentos, podemos enumerar algunos: Oscar Pérez, los sargentos de Cotiza, los drones, la toma del distribuidor de la Carlota… todos pasaron sin pena ni gloria, son un recuerdo.
Pero qué fueron estos intentos, cómo clasificarlos para su estudio. Digamos, para efectos de facilitar su comprensión, que fueron "golpes de Estado". Y ahora podemos analizar por qué fracasaron. Veamos las reglas básicas de un golpe de Estado.
Primero, un golpe de Estado es una operación política antes que una operación militar. Y allí está el primer error de todos estos intentos (si es que son verdad). Son operaciones estrictamente militares y, dentro de lo militar, muy malas. No tienen mensaje, de esta forma el fracaso militar las anula, no queda nada para recordar, nada que emocione, que apasione. Perdieron la batalla política y, como diría García Ponce, les falló la política comunicacional.
Si es una operación política, entonces, es en sí misma un mensaje dirigido al inconsciente. El 4 de Febrero, la tanqueta golpeando las puertas de Miraflores, era todo un discurso, una exposición de motivos y de propósitos; el "Por ahora" de Chávez luego va a germinar en la Revolución Chavista. La calidad de la operación, el éxito no va a depender del territorio copado, de las bajas sufridas, sino de la siembra del mensaje en el corazón popular.
Existe el golpe de palacio, ese entra en la clasificación de luchas intestinas: son imprevistos, sorpresivos, asombran por lo inesperado. El madurismo no ha sufrido de estos golpes, pero están en la agenda, sobre todo cuando la crisis avanza y el sálvese el que pueda es la consigna.
Existe la insurrección popular, pero es tema de otro texto, adelantemos que en este caso es necesaria una fuerte vanguardia que impida que el estallido se transforme en un motín, en un problema de orden público, como el 27 de febrero; una vanguardia que le dé contenido político a la insurrección, como en el 23 de Enero del 58.
Y llegamos a un punto fundamental: la vanguardia es indispensable, no sólo para la insurrección, sino para todo ensayo político. Sin vanguardia el fracaso es seguro. Podemos concluir que en los ensayos contra el madurismo ha fallado la dirección, la vanguardia. Es que la vanguardia tiene dos ingredientes fundamentales: uno, la inteligencia, el conocimiento de sus miembros, no es un asunto de improvisados; segundo, el coraje debe ser capaz de restearse en la operación. Sin estos dos componentes, toda operación está destinada al fracaso.
La derecha gringa vive un doloroso dilema: oscila entre la vía legal, elecciones que intuyen una difícil trampa, y la violencia. Fueron amamantados con la legalidad burguesa y la vida cómoda, no están preparados para los riesgos, por eso esperan a la flota o que alguien les saque las castañas del fuego.
Hoy presenciamos una lucha entre dos bandos divorciados de la gente. En todas las batallas, en todos los intentos, la gente no participa, sólo intervienen los aparatos de lado y lado, hay un gran reflujo de masa. Esa es una carecterística de estos días, somos un país exhausto, donde nada (por ahora) emociona, moviliza, ni siquiera la entrega de PDVSA, con toda la tragedia que eso significa.
La tarea de los revolucionarios es recuperar la pasión chavista, la que fue capaz de derrotar golpes de verdad, de disuadir al imperio de invadir, la triunfadora en el sabotaje petrolero.