Douglas, el hijo de la montaña, ha concluido su vida terrenal, partió al lugar sublime que la historia le reserva al consecuente con la humanidad.
Eran días de traición a la gesta posible que nacía con el 23 de enero del 58, la Patria se hundía en las ciénagas del reformismo, se quebraban las voluntades revolucionarias, partidos enteros se unían al tren de la democracia burguesa, el manto tenebroso de la cuarta república cubría a la Patria. Eran días de Fidel y el Che, y también de rómulo, jovito y caldera, de conciliación y diálogo, pero también de resistencia y decoro. En esa turbulencia surgió la voz y la acción de Argimiro, de Fabricio, de Douglas, de Américo. Y con ellos en el corazón, las montañas de oriente y occidente se transformaron en santuario de la dignidad, en reserva moral de la república. Corrían los años sesenta.
Mucha brisa sopló en las montañas, mucha agua corrió bajo los riachuelos del monte, y siempre, por encima de todas las dificultades, de las derrotas, de la soledad de los consecuentes incomprendidos, de la pena por los caídos en combate, Douglas se mantuvo fiel a sus prédicas, no claudicó ni siquiera en sus errores humanos, siempre que se equivocó fue hacia la Revolución. Hoy, sobre las montañas de Iracara se posa un arco iris muy especial, anuncia que Douglas, el promotor de la guerrilla, como le decían los campesinos, regresó a su querencia, y lo hizo con la frente en alto, el deber cumplido. Allá arriba en Maguaray, en Camacho, en las cuevas y canjilones de la Sierra, lo espera el negro José Leonardo, Rider Colina, Saturno, Félix Farías, el Negro Bravo, Matías, Magoya, Alfredito, El Pica, Aurora, Trina, Honorio, el Teniente Tulio, el Capitán Manuit, Papo Torres, Alberto Lovera, Leonardo, Marcos Tejero, el Curro, Diego Requena (español), German el Colombiano, Chente Beaujón, El Taparo Linares, Felipe Malaver, Niquita, Argelia, Miguel Noguera, Ali Rodríguez (cuyo recuerdo genuino ha sido secuestrado por la infamia), Dimas y Dilcia Peti, j j, Alirio, Millo, Capracio, Diego Salazar, Los Hermanos Pasquier, Hilario, Guzu, Baudilio Loyo, Feliz Adán, Baltazar Ojeda, y el siempre leal Flaco Prada, para activar la Comandancia y seguir la lucha emprendida en el 60 que aún no concluye.
Que sepan los jóvenes de hoy y las generaciones futuras que no todo está perdido. En Venezuela existieron estos luchadores consecuentes con sus ideas, dejaron escuela, discípulos fieles a sus ideas y su ejemplo, buscando caminos, creando, pensando, enfrentando todo, nunca traficando con sus ideas.
Sus discípulos recuerdan a Douglas como un maestro de revolucionarios, tratan de ser fieles a sus enseñanzas: nunca prostituirse por el poder, siempre del lado de los débiles, contra el dogmatismo y el reformismo, defender sus ideas corriendo el riesgo que ellas merecen, no regateándole a la Revolución nada, siempre fieles a la verdad.
Se va Douglas Bravo a ocupar su lugar de honor en la historia, y qué falta hace en estos días de oprobio, de juramentos falsos, de dignidades perdidas, de inconstancia, de verdugos. Nos deja su ejemplo que hoy es una cátedra, nos deja su recuerdo de hombre bueno, humano, profeta y maestro, amigo y Comandante de los buenos, de los que no se rinden, de los que después de las derrotas surgen con más fuerza y más luz.
Gracias Douglas, siempre estarás en las luchas de estos pueblos, siempre vivirás en el altar de los humildes. Estamos seguros que un día cuando Venezuela se encuentre con un gobierno que esté a su altura y sean execrados para siempre los abusadores de la credulidad de los humildes, con un gobierno así que merezca el honor de hacerles homenajes, tú entrarás al Panteón Nacional, junto a Argimiro, Américo y Fabricio. Y esa coherencia entre acción, pensamiento y humanismo será señal de que la Patria se enrumbó por los caminos de salvación de la humanidad.
