Los gobiernos de fuerza, pero carentes de ideología, están destinados al agotamiento, a derrotarse ellos mismos, su inutilidad para mantener una situación más o menos tolerable los condena. Y cuando el final les toca la puerta, se desesperan y propician una situación guerrera intentando levantar un nacionalismo ramplón que oculte las carencias. Esta solución es tan ineficaz como desastrosa.
Es evidente que el madurismo está derrotado, extravió su ideología, se lo comió el pragmatismo útil para administrar un pequeño sindicato, pero inútil para grandes emprendimientos, se podría hacer una lista de sus fracasos y llenaríamos muchas páginas, pero lo principal es que se quedó sin futuro, no sabe qué hacer. En esta situación sucumbió ante la tentación bélica, ha escalado el conflicto crónico con Colombia, o más preciso, con la oligarquía colombiana.
El madurismo, en su desespero por permanecer en el poder, ha destruido al país, acabó con las instituciones, la justicia, el poder electoral, la fiscalía, el parlamento, la educación, todo lo arrasó, a duras penas yace sobre los escombros de la Patria. Por supuesto que no se detendrá en la escalada del conflicto si eso le parece que servirá para mantenerse un día más. El presidente ataca a Colombia, manda a los militares a pronunciarse y a limpiar los cañones de los fusiles, en lo que es de facto una declaración de hostilidades, el ministro de la Defensa se pronuncia atacando a Colombia.
La guerra con Colombia no tiene justificación, sería como apuñalarnos a nosotros mismos, somos más que hermanos, partes de un mismo cuerpo, la historia de Colombia es nuestra historia. Es necesario, urgente, detener la escalada del conflicto, ahorrar a estos pueblos sufrimientos inútiles, la guerra sería un desastre histórico, y también un desastre militar, toda guerra lo es, en ellas se triunfa sobre los cadáveres de los jóvenes, las cenizas del futuro. No obstante, este gobierno es incapaz de detener la escalada, sobre ella se mantiene, no tiene ni la estatura ideológica ni la calidad humana requerida. Vivimos días muy difíciles que reclaman el concurso de los mejores hijos de esta Patria y de la Patria Grande, la Bolivariana.
Nada es, ahora, más importante que detener la guerra de los derrotados, es necesario un comité de alto rango que sirva de mediador en el conflicto, alguien de aquí lo suficientemente sensato debe convocar a Lula, a Correa, a Cristina, a Samper, a Petras, a Chomsky, a Petro, a Piedad. Quizá así se consiga detener la locura. Sería el último y desesperado esfuerzo.
Si todo falla, si la guerra entre siameses se declara ya abiertamente, pensemos cuál será el futuro de esa disputa, es inevitable imaginar a los hermanos devastados física y moralmente, las economías en el suelo, los buitres internacionales, las grandes potencias lucrando con nuestro sufrimiento, apoderándose de las riquezas que no supimos defender, la nacionalidad disolviéndose en tratados y armisticios. En esa guerra no habrá victoria, sólo derrotas. La única victoria posible es evitar esa guerra, prevenir los sufrimientos. Hoy la tarea principal de Colombia y Venezuela, de la Gran Colombia, es evitar la guerra de la oligarquía colombiana y el pranato venezolano. Tienen la palabra los que irían a las barricadas, los hijos de las trincheras.
¡SALVEMOS A LA GRAN COLOMBIA BOLIVARIANA!