Es extraño a la naturaleza una especie suicida, causa de su propia extinción. Los dinosaurios, se piensa, desaparecieron por causa de un meteorito de grandes dimensiones que destruyó el medio ambiente necesario para la existencia de esos animales.
El peligro de extinción de la especie humana, aunque aceptado por científicos y legos, no se hace nada para evitarlo, sigue su curso sin resistencia, la humanidad no se da por enterada, las alertas caen en el vacío. La humanidad ha renunciado a su responsabilidad de especie, de componente de la biósfera, de dependiente de la totalidad viva. Se comporta como una especie forajida cuyo papel parece ser el de antidarwin, el de sustituir la evolución de la vida por la involución, ya no se forman especies nuevas, al contrario, se extinguen. Vivimos una extinción masiva, artificial, acelerada de la vida. Es necesario detectar las razones de esta conducta suicida, de esta renuncia a la responsabilidad de la especie de mantener las condiciones necesarias para la vida.
Las razones se deben buscar en la condición humana. La condición humana depende de las relaciones sociales. En un animal su condición está ligada a la genética, a la biología; el tigre, por ejemplo, es y será siempre tigre, se alimenta de una manera, se reproduce como tigre; al contrario, la condición humana, la conducta, su comportamiento cambia con las relaciones sociales. No es igual el homo sapiens del esclavismo que el de las cavernas, o el hombre del capitalismo.
El hombre del capitalismo ha adquirido la capacidad de destruir al planeta, al tiempo que ha perdido la capacidad de pensar y actuar como especie, sólo se importa de su presente como individuo, a lo sumo como grupo, ha perdido el poder de responsabilizarse del futuro de la especie humana, ni siquiera advierte su pertenencia a ella, ni a la sociedad. Esta condición humana capitalista emerge de las relaciones económicas capitalistas basadas en el egoísmo, en la lucha de todos contra todos, en la búsqueda del lucro personal aún a costa de lesionarlo todo, hasta las condiciones necesarias para la vida. Así, destruye bosques si con eso engorda las cuentas del banco, contamina mar, cielo y tierra, descontrola el clima, todo por el lucro. Los capitalistas viven para aumentar su capital y mueren dejando el planeta maltrecho. La circulación de capital deja una estela de destrucción, la principal de ellas es la destrucción, la renuncia a la condición de especie, la ruta segura hacia la extinción.
Queda claro que el hombre del capitalismo no es viable, o nos libramos del capitalismo o el destino es la extinción. Entonces, se deduce que la lucha por otro sistema de relación humana distinto del capitalismo no es algo circunstancial, un mero problema político, un anhelo de mentes delirantes, al contrario, está en juego la vida.
En estas circunstancias se aprecia la importancia del gobierno de Chávez, un intento de construir un ejemplo, de abrir un camino a la formación de esas nuevas relaciones que salvarían al humano. Y desde este punto de vista entenderemos el desastre para la humanidad que su pérdida significó. Ahora, con el asesinato al ejemplo que era Chávez, la humanidad renunció a un intento (¿el último?) de percibirse como humanidad, volvió a sus gobiernitos locales, a sus pequeñas peleas, sus xenofobias, sus circos, a su bolsonaro, a su putin, a sus maduros, a sus gobernantes anodinos que custodian la acumulación de capital ignorándolo todo, desde los éxodos de los desesperados hasta la destrucción del planeta.
¡CHÁVEZ SALVADOR!