“Dos y dos son cuatro hasta nueva orden”, decía reiteradamente Einstein (1879-1955). Tomado como referencia esa frase, decimos que en la actual discusión sobre la creación del partido único de la revolución venezolana, no hay tiempo ni para la nostalgia ni para la soledad; tampoco para amarrarse en el tronco del pensamiento lábil e insulso, ese que se niega a ver y sentir que el alba de la democracia venezolana viene bañada con el perfume de la revolución, impulsada por fuerzas de rocío de los nuevos amaneceres de América Latina.
Debemos estar despiertos para evitar que nuestras conciencias vuelvan a ser anestesiadas y nos mantengan alejados de la ideología auténticamente transformadora. Ha llegado la hora de dejar atrás las vacilaciones y que definitivamente nos montemos en ese tren en marcha que hace rato anda a toda velocidad recorriendo los terrenos de América Latina y la nueva Venezuela.
Y esa debe ser nuestra visión de corto, mediano y largo plazo, porque Venezuela constituye una nación espiritual y culturalmente unida. Los diferentes espacios geográficos constituyen una sola patria, una unidad económica y política indivisible. Tenemos que consolidar nuestra identidad como nación, que a su vez debe abrir los surcos para profundizar los cambios revolucionarios.
Por ello es válida la visión meridiana, la cual debe apoyarse en el pueblo y reconocerle como la única fuerza efectiva y capaz de llevar a cabo la tarea revolucionaria. Es necesario que esta nueva visión comprenda la dimensión del socialismo que se quiere construir, y por supuesto, conocer los planes de la oposición, las conspiraciones y las trampas urdidas contra el proyecto de transformación nacional.
El pueblo venezolano y el proceso revolucionario tienen que establecer un auténtico plan que eleve el nivel de lucha y que haga resurgir las fuerzas de la nación. Y este plan es necesario porque para cumplir cada una de las etapas planteadas es necesario fijar de antemano qué es lo que se quiere. Este proceso hay que enriquecerlo y fertilizarlo mediante la revolución ideológica. Una buena parte de nuestro pueblo sigue todavía alejada del proceso, por ello es necesario sumergirse en el alma del pueblo. Hay que impulsar la unidad como condición fundamental para seguir avanzando. Y cuando esa unidad, lograda a través del partido único (PSUV o como se llame), sea el eje de nuestra revolución y el corazón que la mantiene, superaremos esos desencuentros por donde todavía transitamos. La idea de la unidad abre las puertas de par en par al proyecto del socialismo. Es la revolución de la unidad que necesitamos.
Los grupos opositores (elites politico-económicas, medios de comunicación e Iglesia Católica) se han percatado del peligro que supone para sus propios intereses el proceso revolucionario, de allí los planes contrarrevolucionarios, de sembrar el arma de la ignorancia, de la deformación y el oscurantismo. La conspiración opositora tiene como objetivo matar la idea de la revolución y la idea de la unidad.
La unidad es el camino de la verdadera revolución. Más que en cualquier otro momento, surge la necesidad de insistir que en la concepción fundamental del nuevo partido esté planteada la necesidad de la tarea revolucionaria. Hay que apoyarse en el pueblo.
En la creación del partido único es necesario aprender de las lecciones pasadas y deducir los nuevos criterios sobre los que debería levantarse ese partido y establecer los principios básicos: 1) Ir a la verdadera fuente de poder: el pueblo, 2) elevar el nivel de lucha política, 3) impulsar el sentido de la unidad, 4) estudiar y analizar los errores y vicios que puedan aniquilar la lucha revolucionaria y, 5) hay que delinear una función ideológica, es decir, dedicarse a estudiar la realidad para explicar sus fallas.
Sobre esos y otros criterios debe nacer el partido único de la revolución venezolana, porque más allá de las posturas y los miedos internos y externos, hay una misión que cumplir, y en eso no se debe ser blandengue porque esta es una revolución ineluctable. El partido debe disponer de una dirección con un nivel razonable de madurez intelectual, psíquica y moral. Es esa madurez que lo ayudará a saber cómo cooperar, a ver qué lo rodea, a tener salud moral en su forma de vida y a traducir teorías en actos y realizaciones. El partido único debe tener sentido histórico y de abnegación que garantice armonía y fraternidad entre sus miembros y que irradie confianza en el pueblo. Un partido que tenga control sobre si mismo, que sea dueño de su voluntad, que conozca su camino, que tenga una unidad sólida y transparente, que haya correspondencia total y profunda entre la base y los cuadros dirigentes. Que el trabajo de la dirección sea conocido por la base en todos sus detalles, motivos y argumentos, y que la voluntad de la base, su visión y comentarios, sean conocidos por la dirección, de modo que puedan influir en ella.
Es necesaria la salud en las relaciones internas del partido, porque una estructura partidista con fiebre intermitente no puede tener éxito en su lucha, ni en el tratamiento de las enfermedades de la nación y la sociedad. Un partido que goza de buena salud siempre tendrá claridad ideológica, claridad organizativa y ello le permitirá siempre renovarse, corregir los errores o vencer la debilidad flemática. Es necesaria una estructura sana, tanto en su dirección como en su base.
Ha llegado la hora de ver la realidad a la luz de los acontecimientos decisivos que nos esperan en el futuro. Hay que avanzar en la unidad, no poniendo barreras ni obstáculos a la participación de todos los sectores del pueblo. Es importante que todos los esfuerzos que se hagan sean para construir la unidad, es decir, se debe discutir con el lenguaje de la unidad, no con el de la división, que es lo que desean los sectores opositores y enemigos del proceso, cuyo sueño es cortar el camino de la revolución. Caminemos de acuerdo a nuestros principios y objetivos. Marchemos siempre con valor y claridad hasta el final del camino, con la condición de llevar la revolución a todo el pueblo venezolano.
Cuando este partido sea capaz de utilizar todas sus energías a favor de nuestro pueblo y lo coordine de manera idónea, entonces tendremos asegurada la garantía de la perdurabilidad. En esta etapa inicial, que es decisiva, las necesidades del partido deben ser: una dirección combativa, con nivel intelectual y capacidad para planificar; actuar amplia y profundamente junto al pueblo, invitándolo a participar y movilizarse. Ha llegado la hora de sacar el partido de los grandes salones y que sus cuadros direccionales se vayan a las comunidades a trabajar codo a codo con su gente en planes y proyectos de desarrollo. Ese encuentro con el pueblo, con sus sectores progresistas y patrióticos es una forma de practicar la verdadera democracia popular. Es la mejor vía para salvarnos del individualismo, del falso liderazgo y del enclaustramiento de la política.
Unidad y socialismo debe ser la consigna de la actual etapa política que vive el país. Esa es precisamente la tarea fundamental del nuevo partido. Ya hemos avanzado bastante y en estos ochos años de gobierno revolucionario la nación venezolana está preparada para el socialismo.
*Politólogo
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