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Tres políticas se desarrollan principalmente en el país y todas tienen sus expresiones partidistas y grupales, así como sus liderazgos, propuestas y seguidores. Sus influencias electorales son aproximadamente de la misma magnitud y sumadas no alcanzan a ser la mitad del padrón electoral. Dos de estas políticas son declarativamente opositoras al gobierno de Nicolás Maduro, mientras la tercera es la desplegada por las fuerzas partidistas y grupos pro gubernamentales. Las distintas expresiones orgánicas, que sustentan estas tres políticas, son muy heterogéneas en relación a sus fortalezas: organizativas, financieras e inserción ciudadana.
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La política gubernamental tiene al PSUV como única expresión importante orgánica y con capacidad de movilizar a la población. No se trata de una organización monolítica, ni fundamentada en motivaciones ideológicas ni principistas, independientemente que una parte minoritaria de sus instancias partidistas y populares sí lo sea en alguna forma. El estímulo que los motoriza es el mantenimiento del poder político a toda costa, pues éste provee lo que la organización y los individuos necesitan para estar en las mejores condiciones posibles. Si bien están disminuidos en relación al pasado, superan ampliamente en organización y financiamiento a todos los grupos opositores actuales, aún si se unieran.
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Una de las dos políticas opositora ha sido violenta, aliada a factores políticos y gobiernos extranjeros, inconstitucional, sectaria y antidemocrática. Dispone de grandes recursos financieros, pero carece de inserción social más allá de grupos reducidos muy beligerantes. Su casi única fortaleza es el apoyo que aún tienen del gobierno gringo, que les garantiza recursos, pero perdieron el apoyo popular tenido entre 2015 y 2019, que los llevó a su último triunfo electoral. Tampoco son monolíticos, pues están enfrentados internamente en aspectos como el de la participación electoral, pero se mantienen cercanos por su odio patológico al gobierno de Maduro y a la oposición que representa la otra política. Voluntad Popular (López-Guaidó), Vente Venezuela (Machado), Primero Justicia (Borges-Capriles), Un Nuevo Tiempo (Rosales), AD (Ramos Allup) y La Causa R, son sus más nombrados integrantes.
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La otra política opositora se caracteriza por ser nacional, pacífica, electoral y constitucional. Se desarrolló enfrentando las propuestas violentas de invasión extranjera, insurrección armada, golpe militar y abstención electoral, llevadas adelante desde 2015 por la oposición violenta. Sus integrantes, con contadas excepciones, son partidos y grupos muy numerosos, pero pequeños, poco o nada organizados y sin recursos financieros. Muy heterogéneos, pues incluye desde desprendimientos del chavecismo gobernante hasta divisiones de partidos golpistas impulsores de invasiones extranjeras. Todo lo cual hace muy difícil la concertación de voluntades y acciones para el cambio necesario. Y, sobre todo, para ganar la confianza necesaria del electorado. Su reto, además de unitario, es no transformarse en una oposición complaciente.
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Al lado, pero al margen, de estas tres opciones políticas, se mueve la población venezolana preñada de necesidades ingentes, golpeada fuertemente por los ya varios años de crisis económica, desesperanzada al no ver opciones concretas, ni de partidos ni de liderazgos, que les garantice si quiera alguna posibilidad de cambio en 2024. Ni que hablar de la inexistencia de un programa o por lo menos una lista de propuestas, que pueda ser asumida por la gente y motivarla a participar electoralmente.
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Algunos grupos sociales y laborales han iniciado movilizaciones serias con peticiones concretas claves, llenando un vacío alarmante en el país. Jubilados y pensionados, sobre el monto ridículo de sus ingresos y la estafa con sus prestaciones; los vecinos, con sus exigencias en relación a las desesperantes interrupciones eléctricas y de agua; los trabajadores de la salud y sus denuncias del pésimo estado de hospitales y ambulatorios, y las miserables condiciones laborales en que deben desempeñarse; los maestros y profesores, recalcando el abandono y la desidia del gobierno con la educación en general y las instituciones educativas en particular.
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No es un escenario muy esperanzador hacia el futuro, pero conocerlo debería ayudar a enfrentarlo de la mejor forma posible. Ojalá y así sea.