La división del partido de gobierno en un país en profunda crisis es un fenómeno inevitable, quizá postergado con altas dosis de represión, pero siempre inevitable. Obedece a las leyes del movimiento social, es la lucha de los contrarios que motoriza ese movimiento.
La división no ocurre por generación espontánea, es un proceso que tiene como origen una divergencia ideológica, está precedida de una discusión, una batalla de ideas que puede ser amortiguada, llevada con sordina, pero siempre ocurre. La política es reflejo y escenario principal de la lucha de clases que sucede en la sociedad. Cuando las contradicciones de clases se agudizan, desbordan los límites de lo establecido, de las reglas vigentes, estallan. Los dominantes intentan resolver las contradicciones con represión, esfuerzo inútil.
Hoy, en Venezuela, quién lo puede dudar, vivimos un desbordamiento de lo establecido. Se trata de una confrontación entre el Socialismo y el capitalismo, entre el Chavismo socialista enfrentado al madurismo capitalista. Ese es el fondo de la política hoy. El madurismo intentando superar el ensayo socialista ha instaurado, con suma torpeza, al capitalismo, y con los desastrosos cambios económicos ha traído cambios en la relación social, propios del capitalismo. Ahora impera el egoísmo, el sálvese el que pueda. Fueron pulverizados el espíritu social, la conciencia del deber social, de pertenencia al colectivo. Nos convertimos en una no sociedad, en una guerra de todos contra todos. Ese es el precio del capitalismo.
Esta situación produjo la inevitable resistencia. El chavismo, el ideal socialista, renace y se defiende, comienza a actuar. Se produce una situación que recordando a Gramsci podemos decir que lo viejo, el capitalismo madurista, se resiste a morir, y lo nuevo, el socialismo de Chávez, no termina de nacer. Esa es la confrontación hoy.
Por supuesto que esta tensión social se manifiesta, se manifestará, dentro del PSUV, ahora capturado por el madurismo, partido que pugna por recuperar su condición original de instrumento Socialista, que cuestiona el rumbo renegado del gobierno. Esa es la esencia de la discusión, de la batalla de ideas que comienza a suceder dentro del PSUV, y que el madurismo califica, desde ya, de división, y decreta su persecución, la aplasta. Y sabemos, la historia lo certifica, que partido que no discute, se paraliza, se muere, ese es el destino de las organizaciones de pensamiento único, del cerrojo de la dirigencia.
El madurismo siente pavor por la división porque siente pavor por la discusión, por las ideas. Carece de argumentos, más allá de las excusas de quincalla, para justificar la traición y el desastre. El madurismo padece una enfermedad que es grave en política, es la pérdida de relación entre el discurso y la práctica, o en otras directas palabras, la enfermedad de la mentira: se dice socialista, chavista, y hace lo contrario, se entrega al capitalismo, a los asesinos del Comandante. "No mentir jamás" es la salud de una organización."
La solución a esta crisis, producida por el madurismo, pasa por una intensa discusión dentro del PSUV, recuperar su vitalidad revolucionaria, seguir el precepto de Chávez: "lealtad en la acción, irreverencia en la discusión". Es necesario resucitar "los Comités de Resteaos con Chávez", y convertirlos en territorio de discusión, "trincheras de ideas" que nos decía Martí. Es urgente, pero sabemos muy difícil, hacer un foro, con la participación de los más altos dirigentes, los representantes de todas las posiciones, las oficialistas y las socialistas, un foro donde se expongan los pensamientos. Esta actividad debe servir de detonante de la gran ebullición de la discusión.
¡CHÁVEZ, LEALTAD CON IRREVERENCIA!