¿Qué tendrán en la cabeza?

Desde hace ya cierto tiempo, las declaraciones, arengas y mensajes de nuestros gobernantes, se han vuelto cada vez más irreflexivas, opuestas al mensaje que supuestamente desean enviar y muy contradictorias en su esencia. El contenido de las mismas, además, contrasta totalmente con las prácticas y discursos de los funcionarios más emblemáticos del chavecismo gobernante. Hoy, más que nunca, lo que se dice es totalmente distinto y contrario de lo que se hace. Y, aunque ésta es una característica que ha estado presente en todos los gobiernos del pasado, en la actualidad ha adquirido un nivel de locura extraordinario y una cualidad ideológica, si se quiere, un tanto diferente.

No se trata de la demagogia usual de todos los gobernantes, que prometen sabiendo que no van a cumplir nada de lo prometido; ni de aquellos viajes imaginarios de Chávez a través del ferrocarril del centro, en los que describía los distintos paisajes que cruzaba a lo largo de la vía; ni de los cientos de funiculares fantasiosos surcando los cielos de Caracas, en una red que uniría todos sus cerros y montañas transportando a decenas de miles de personas, y de lo cual sólo existe, el único que se hizo y que va desde La Charneca a Parque Central. Tampoco me refiero a la invitación que Chávez le hiciera a Daniel Ortega, para que se bañaran en 2006 en el cauce del río Guaire ya limpio, cosa que impidió aparentemente la desidia de Jacqueline Faría.

Las locuras de que hablo no tienen nada que ver tampoco con el "auto suicidio", figura literaria creada por Carlos Andrés Pérez; ni con las "peras al horno" o el "si me matan y me muero" del líder opositor y actual gobernador de Zulia Manuel Rosales. Tampoco me refiero al "milímetro de segundo" o las "tasas de morasidad" de Nicolás Maduro, ni a sus innumerables promesas incumplidas año tras año, de las cuales hay evidencias suficientemente difundidas en videos en las redes sociales. Me refiero a cuestiones de mayor significado político e ideológico, que deberían generarles un choque a los seguidores genuinos del gobierno, y digo genuinos porque dejo fuera a quienes lo apoyan por miedo a perder algunos "beneficios" o porque hacen grandes, medianos o pequeños negocios con éste.

Maduro nos habla de la identidad nacional, como un valor fundamental de los venezolanos en su permanente enfrentamiento de los valores imperiales, que tratan de desvirtuar nuestra cultura y nacionalidad. Pero al mismo tiempo y en forma paradójica, el Presidente se presenta propagandísticamente como Súper Bigote, un muñeco dotado de poderes similar al Súperman gringo, el cual es un valor de la cultura estadounidense que Maduro incorpora en la nuestra. Adicionalmente, en diciembre vendieron muñecos del Súper Bigote y de la Primera Dama, en forma similar a como en el pasado vendían la muñeca Barbie y el Kent, ambos catiritos y de ojos azules. ¿No es contradictorio el mensaje del reforzamiento de la identidad nacional con el despliegue propagandístico de un monigote que imita a Súperman?

¿Y no es también ajena a la identidad nacional y a la seriedad que deben tener los gobernantes toda esa parafernalia de Lacava con el personaje del conde Drácula? Toda la actividad gubernamental en Carabobo está ligada al vampiro de la novela de Bram Stoker, totalmente ajeno a nuestra cultura. Todo evento, institución y servicio en Carabobo, es un "Dracu algo", hasta con los afilados colmillos característicos. Sin embargo, Valencia no es Transilvania, Venezuela no es Rumania, los vampiros no son personajes de nuestros cuentos folklóricos y las costumbres extrañamente inglesas de Drácula distan mucho de ser similares a la chabacanería del gobernador de Carabobo. Éste, además, se ha convertido recientemente en pastor evangélico, por lo que su relación con la cruz sería incomprensible en el "Dracupastor Vampigélico", como lo bautizó un amigo del PCV.

Sinceramente, si la originalidad era su problema existencial, hubiera sido mejor adherir identidades más cercanas a los espantos venezolanos, conocidos desde el siglo XVIII en casi todas las regiones del país. La Sayona, el rodillúo, el chivato, el hachero, el silbón, las ánimas y tantos otros, estarían más en sintonía con nuestra idiosincrasia que el famoso vampiro europeizante, otra condición odiada, adversada y supuestamente combatida por el gobierno.



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Luis Fuenmayor Toro

Médico-Cirujano, Ph. D., Ex-rector y Profesor Titular de la UCV, Investigador en Neuroquímica, Neurofisiología, Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología. Luchador político.

 lft3003@yahoo.com      @LFuenmayorToro

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