La sustitución de una legalidad por otra es un parto violento. Independiente de la voluntad individual, es un hecho social. Hoy, en Venezuela, vivimos una crisis de legalidad. La maltrecha legalidad actual hace agua por todos los costados. Se discute qué irá a pasar en lo inmediato. Varias son las hipótesis, los escenarios futuros previstos. La decadencia manifiesta del madurismo aviva la imaginación.
Hay quienes dicen que el madurismo conseguirá estabilizarse, que ya consiguió pacto con fedecámaras, los gringos no parecen determinados a tumbarlo. Y, en vista de la estabilidad del madurismo, plantean una convivencia para tratar de acumular desde lo local; una alcaldía, quizá una gobernación, desde allí, despertar, organizar, movilizar a las masas dormidas. Se les respeta su parecer.
Otros, en contraste con el anterior grupo, piensan que maduro está agonizando, que la marca de su gobierno es la incapacidad de ir más allá de la destrucción, y su actitud forajida que arrasa con toda legalidad es preparación para un gobierno de fuerza, un fascismo. Dicen que el madurismo no le conviene ni al Socialismo que ya traicionó, ni al capitalismo al que no puede garantizar estabilidad jurídica, ni social.
Otros creen que el madurismo vive sus últimos días, y se preparan para la transición que saben violenta. Son los que dicen que irán hasta el final, se desencantaron de salidas electorales con el madurismo, que los inhabilita, y los trampea. Estos, junto al gobierno, operan a los márgenes de la Constitución, tienen su propia legalidad. Ya de hecho, con su conducta, gobierno y oposición están en la fase pacifica de una confrontación que camina hacia un desenlace violento. Sea que el madurismo dé un autogolpe, o la oposición vaya "hasta el final", concrete el golpe que insinúan.
Todo aparenta tranquilidad, todo marcha, en la superficie, según lo planeado. El gobierno estira la cuerda y la oposición no reacciona. Bajo esas apacibles apariencias, las tensiones se van acumulando, la situación económica es catastrófica, sin sueldo, sin empleo, dependiente de unas remesas que cada vez más se la come la inflación. El estamento político no apasiona, no convence, es tibio, frágil. La masa se siente desamparada, no se la juega aquí adentro, no hay cómo, prefiere huir, el efecto Darién.
En esta situación, ¿qué deben hacer los revolucionarios?
Lo primero es entender, como dijo Fidel, que "el deber de todo revolucionario es hacer la Revolución", y hacia allá deben ir las acciones revolucionarias.
Las condiciones objetivas para un cambio, un rescate del espíritu revolucionario, están presentes; las condiciones subjetivas, su formación, su elevación, es tarea de la vanguardia que interprete la realidad y forje en consecuencia. Las condiciones subjetivas se elevan con el conocimiento del objetivo estratégico, alrededor de ese objetivo se agrupa la masa, se apasiona, sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Ese es el primer paso de una vanguardia: Dejar claro que dentro de las variedades de capitalismo no hay salida a la crisis, sólo paliativos. Que la solución de fondo viene con el regreso al camino de Chávez, al Socialismo. Que se debe derrotar a la contrarrevolución madurista, y volver a Chávez.
Sobre estas bases se organizará, se apasionará, la masa, entenderá que su poder está en la organización y en una dirección imbuida de una teoría, una espiritualidad, un objetivo claramente revolucionario, que no es otra que el chavismo originario, el Socialismo.
¡CHÁVEZ, PASIÓN REVOLUCIONARIA!