El Intrigante

Uno no termina de entender cómo en medio del torbellino de tareas y exigencia de esfuerzos del momento histórico, haya gente que sólo tiene tiempo para intrigar. De verdad es extraño. Un fenómeno digno de ser investigado por la psicología social.

Generalmente el intrigante es un ser parasitario. Una persona lúgubre que pulula en las sombras de la mediocridad y que es presa de un terrible complejo de inferioridad. Nunca aportará una idea brillante y menos se esforzará por alcanzar sueños colectivos. En todo caso, prefiere escalar dañando a otros, porque sus secretas ambiciones más que sueños son pesadillas.

El intrigante es enemigo del trabajo físico, prefiere la poltrona, el descanso dominguero y le distrae el chisme periodístico y los corrillos de pasillo. En eso es un experto. Como en cuchichiarle al jefe –de quien siempre querrá estar muy cerca- un brollo al oído.

En un equipo de trabajo el intrigante tiene efectos perniciosos. Si una persona o un grupo se esfuerzan en realizar una jornada de trabajo de mucha importancia, él no dudará, a la hora del balance, en señalar sólo los aspectos negativos, aunque estos fuesen menores y hasta insignificantes, ante el logro alcanzado. No importa que él no haya aportado nada, como siempre, igual se creerá con autoridad para criticar.

Como arribista nato, necesita más que el aire de la adulancia y la sumisión para ganarse la confianza del líder. Nunca le contradecirá y en toda ocasión le tratará de Usted, fingiendo reverencia. Habría que esperar a que el trono cambie de dueño para ver cómo se trasmuta –cual camaleón- en acólito del nuevo jefe, y, algo aún más interesante para la ciencia, cómo abandona y hasta llega a repudiar a su antiguo monarca. La traición es un deporte para él.

En la historia de la política con minúscula ha habido mucho bicho de esta categoría. De hecho se ha acuñado desde la Edad Media el término “intrigas de palacio” para referir las conspiraciones entre las elites monárquicas. También en las artes han existido los intrigantes, recordemos a Salieri en la vida de Mozart. Son los hijos de la ambición desmedida y la avaricia mercantil. Se quiere el poder por el poder.

Estos personajes pueden incluso llegar a aliarse. El arribista, el intrigante, el envidioso, el resentido, el acomplejado, pueden formar alianzas circunstanciales para atacar a alguien a quien consideran blanco de sus miserias. Dígame cuando todas esas taras coinciden en una misma persona, allí si que tenemos ante nuestros ojos a un elemento peligroso. Ese engendro será capaz de todo por dañar a las víctimas de sus obsesiones. Destilará veneno por donde ande y hará infértil cuanto pise con su planta grotesca.

En el campo revolucionario esta raza no tiene cabida. El tiempo de Revolución debe hacernos mirar al futuro con ansias de historia. Sentir que la labor que realizamos requiere gran entrega y desprendimiento. Un camarada es un hermano y aún más que un hermano. Antes que funcionarios o subalternos, somos compañeros de lucha, constructores en condiciones de igualdad, como ha dicho Chávez. Venzamos las miserias humanas que se atraviesan como fantasmas. Y al intrigante, dejemos que el parasiticida de la historia se encargue de él.


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Ildefonso Finol

Economista. Militante chavista. Poeta. Escritor. Ex constituyente. Cronista de Maracaibo

 caciquenigale@yahoo.es      @IldefonsoFinol

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