Después del 28 de julio, si es que llegamos allá sin mayores cambios, se desatará un incendio que las elecciones no pudieron aplacar, al contrario, lo avivaron. Las elecciones, tal como las conocemos, las inventaron para legitimar una situación que ya estaba instalada, no para resolver un conflicto que cuando aún está vivo.
En Venezuela, hoy las contradicciones están al rojo vivo. Dentro del madurismo se detectan dos posiciones frente a su innegable agotamiento. Una, quizá la podemos calificar de los oportunistas de siempre, los advenedizos, plantea la negociación, y hay indicios de conversaciones secretas, quieren salir del ruedo con sus bártulos completos, y la tranquilidad de un pacto de no agresión, impunidad para disfrutar de lo saqueado. La otra posición, la reliquia del 4 de febrero, que quiere combatir defendiendo el espejismo que crearon para ocultar su traición y terminaron por creérselo; tienen nostalgia por el combate, así sea artificial y sin causa. Los acompaña la culpa de su complicidad con la traición al legado de Chávez.
El madurismo tiene una contradicción, si se quiere más profunda, su saqueo desenfrenado, su irrespeto a sus propias leyes, choca con el robo ordenado del capitalismo. Ya cumplió su papel de enterrador del chavismo y debe dejar el puesto al capitalismo estable. A otros corresponde el finiquito de la entrega de la Patria. Es en las elecciones que esta contradicción se muestra y busca resolverse. La contradicción se agrava por la terquedad del madurismo que, presionado internamente, no termina de pactar, no acepta la alternabilidad.
Otra contradicción es entre la incapacidad manifiesta del madurismo y la necesidad de gobernar. El madurismo no sabe para dónde va, no tiene estrategia, su única experticia es el saqueo, donde pone el ojo, pone la corrupción. Esta contradicción da origen a varios antagonismos, el del gobierno con la sociedad castigada por la pésima gestión, el antagonismo entre la mentira consuetudinaria del madurismo y la catastrófica realidad que crea.
Este cúmulo de contradicciones, unas principales, otras secundarias, no puede resolverse con una dudosa, desprestigiada elección, al contrario, sea cual sea el resultado que diga el cne, las contradicciones se agravarán. La pugna del capitalismo ordenado y el capitalismo forajido se agudizará, necesariamente e independiente de la voluntad, se deslizará a territorios de violencia, las vías pacíficas fueron incapaces de resolver la crisis.
En esta nueva situación, de definición de rumbos, desechada la ilusión electoral, será vital la conducción de las masas, por eso es urgente, ya, concretar una dirección chavista, revolucionaria, capaz de enfrentar al madurismo y a la derecha gringa; capaz de dirigir a las masas hacia la retoma del camino de Chávez. Capaz de impedir que el fascismo capture el descontento, la furia de las masas, que el fascismo construya enemigos ficticios, manipule al nacionalismo, y convoque a las masas a luchas inútiles, apartándola de objetivos históricos posibles.
Hoy es el día de la unidad de los chavistas, de los revolucionarios, es un deber no dejar a los desposeídos, a los desenchufados sin orientaciones políticas, es necesario impedir que esa energía social que se desatará en el vacío del fracaso del madurismo y la derecha gringa, se pierda por el camino de la venganza y la destrucción. La arrechera de las masas debe convertirse en camino para la construcción de los mejores sueños, de los mejores hombres de esta tierra. Es hora de llamar, reivindicar a los líderes chavistas que el madurismo execró, calumnió.
¡CHÁVEZ ES LA ESPERANZA!