El madurismo ha fracasado en su misión de estabilizar al capitalismo, ha sido un desastre total, en lo económico, en lo social y lo político, en todos los aspectos de la vida nacional; su gestión no ha dejado hueso sano. La etapa del postsocialismo en manos del madurismo llega a su fin. El momento es de definición, solución de la crisis. Se escenifica un enfrentamiento por la dirección de la restauración capitalista, entre el madurismo agotado y el maricorinismo emergente.
En este momento es útil recordar las palabras de Martí: en política lo verdadero es lo que no se ve. Equivale a decir: en política las apariencias engañan, o la verdad se debe deducir.
El madurismo, en una escalada de movimientos, primero dice que la oposición está preparando un desconocimiento de los resultados del cne; luego inventan la firma de un compromiso de reconocimiento de los resultados, y para finalizar concluyen que se está preparando un golpe de Estado y una ola de violencia.
La situación es compleja: si consideramos al golpe de Estado como una ruptura del orden constitucional con la finalidad de capturar o mantener el poder político, debemos concluir que estamos en presencia de un ambiente claramente de golpe, de ruptura. Y esta ruptura, este golpe, tiene su protagonista en el gobierno, que manipulando el control del Estado intenta evitar que se manifieste en las elecciones su falta de apoyo. Dicho, en concreto, el madurismo intenta legitimar desde ahora un boletín de amoroso poco creíble.
La solución que ha encontrado el madurismo, a su debilidad, es tan astuta cuanto burda, de ellos no podríamos esperar otra conducta; amparados en el control del Estado pretenden legalizar el fraude, y actúan como el ladrón que grita: “al ladrón, al ladrón”. Con esta fórmula no tienen necesidad de apresar a nadie, de anular tarjetas, aunque pueden hacerlo, sólo tienen esperar el día 29, leer el boletín que realice la magia de devolverles la mayoría perdida.
Las elecciones dejaron de ser el escenario principal de la confrontación entre estas tendencias capitalistas, el resultado real de las elecciones estará viciado, y los perdedores no aceptarán el resultado envenenado. En estas circunstancias, las elecciones no resolverán la crisis, al contrario, la agudizarán. Pasaremos a otra etapa.
Podemos concluir que la crisis es extraordinaria y no puede ser resuelta dentro de la legalidad madurista, dentro de su Estado. Necesariamente, inevitablemente, más allá de los deseos personales, se resolverá fuera de la normalidad constitucional. La Constitución tiene mecanismos para estas situaciones.
¿Qué pasará? Lo único que se puede afirmar es que todo cambiará. Otras fuerzas entrarán en la contienda, otras se esfumarán llevados por su incomprensión del momento histórico. Quien no tenga mensaje estratégico quedará al margen. Y en ese momento surgirá con fuerza el factor militar, como el gran elector. Falta ver qué ideología moverá sus acciones. Veremos hasta dónde se conservan allí adentro, en esos corazones, las enseñanzas de Chávez, y hasta dónde la podredumbre del madurismo contaminó aquellas almas que un día, un 4 de febrero, dieron muestras de patriotismo, de humanismo. Los que escojan el camino que dejó trazado el Comandante, seguro, contarán con el fervor de la masa que se encontrará con su destino.
¡CHÁVEZ, FUTURO!