Son días difíciles, la realidad está oculta tras una avalancha de mentiras, la verdad sobrevive oculta en las profundidades. Son tiempos de falsedades, de trucos de imagen, declaraciones vacuas, de triunfos de papel, y de ataques personales. Del gobierno no se puede creer nada; de la oposición, ni el padre nuestro. En la superficie todo es brumoso, reina la zancadilla, el uso perverso del poder, la promesa fatua, la esperanza inútil. Si queremos tener una idea de lo que está pasando, del futuro posible, debemos buscar la realidad en los subterráneos.
Algo es innegable, en la calle, en directo, sin mediación de los medios y redes, en la realidad real se siente la pérdida de apoyo del gobierno madurista, los números de las encuestas serias, encuentran respaldo en esta percepción. La disminución dramática del apoyo al gobierno determina su conducta. El deterioro es inocultable, su ineficacia es legendaria, nada le sale bien, donde se meta la lupa se evidencia el desatino, el desastre. El desespero es mal consejero, lo conduce a más equivocaciones.
Las señales del desespero madurista, del pánico a la salida, son claras. Se muestra en los recientes ascensos militares, donde se violan las tradiciones y las normas. Se evidencia en el raro diálogo con los gringos, en el que no está claro que buscan diferente a una inmunidad para ellos y las fortunas. Su angustia salta a la vista, golpea la cara con la ola represiva, las falsas acusaciones de saboteo para ocultar su ineptitud. Las amenazas de aplicar la absurda ley del odio, de aplazar las elecciones.
La realidad que se advierte es de un gobierno agotado, sin proyecto futuro, distinto a permanecer por encima de todo, o de pactar una salida conveniente, que de ellos se puede esperar cualquier cosa, menos una acción de altura. Enfrente se encuentra una oposición gringa, con claras opciones de poder, que mantiene embotado su carácter entreguista y represivo.
El cuadro está claro, la sociedad sometida a una inmensa operación de hipnosis, que la lleva a escoger entre dos malos, a entender que salir de maduro para elegir a otro igual es un triunfo, a no ver más allá de los personajes sin captar lo que los mueve, al capitalismo. Que ese es el problema. Un narcótico que lo hace olvidarse del Socialismo, del Chavismo. Muchos políticos han caído en esta trampa, no supieron asumir su papel de dirigentes, o no supieron descifrar, diferenciar la bruma de la superficie de la realidad de los subterráneos, se confundieron, se extraviaron.
¿Qué hacer?
La vanguardia, debe luchar para que la sociedad sufriente se encuentre, no con la bruma, el opio electoral, que la hunde en más penalidades, sino con un camino hacia la solución de los males materiales y espirituales que la aquejan. Es el momento del renacer del Chavismo, de retomar la senda hacia el nuevo mundo posible, el que se rozó con el Comandante. El de la verdad honrada por la realidad, sin mentiras, sin trucos.
¡CHÁVEZ, VERDAD, REALIDAD!