El humano ensimismado en su pequeña vida, mutilando su grandeza, camina inevitablemente a la extinción. El humano, el “Homo sapiens”, esa maravillosa especie pensante, es la única especie que tiene el libre albedrío de ser su propio Dios, o su definitivo verdugo.
La grandeza de la especie humana, su viabilidad, el no ser, como dijo el filósofo, “una pasión inútil”, descansa en reconocerse integrada por individuos íntimamente, armónicamente, relacionados con sus semejantes y con la naturaleza, en reconocerse parte de ellos, trascendiendo la pequeñez de su individualidad, reconocerse hijos del pasado y padres del futuro, responsables de la especie y de la vida planetaria, custodios de la naturaleza. Cuando la especie alcance estas cumbres será dueño de su destino, será su propio Dios, habrá tomado el cielo por asalto, se cumplirá el “Venga a nosotros tu reino” del Padre Nuestro.
Cuando el humano pierde su condición de ser social, de importarse por sus semejantes y por la naturaleza, por su tiempo y los tiempos futuros, se convierte en su propio verdugo. La evolución de esta condición egoísta, que se inicia con la propiedad privada de la tierra de los medios de producción, con la esclavitud, con la división de la sociedad en desposeídos y poseedores en unos pocos miles de años, culmina con el capitalismo. Es la encrucijada final de este camino hacia la extinción: o se supera el capitalismo, caminamos hacia lo que podemos llamar Humanismo, el humano grande, integrado a sus semejantes y a la naturaleza, centro de todos los afanes, o la especie y con ella la vida planetaria se extingue. Será, ahora sí, el fin de la historia, nadie la escribirá, nadie la leerá.
El intento de Chávez, del chavismo auténtico, de construir una sociedad en la cual el humano desarrollara esa relación armónica entre sus semejantes y de ellos con la naturaleza; una sociedad en la cual se construyera al humano grande, trasciende a lo puramente político nacional, a la lucha de clases, es mucho más avanzado, se trata de señalar el camino de la salvación de la especie. Hacia allá iba el proceso, marcar el rumbo al Humanismo, al Cristianismo originario, al Socialismo. Sería la concreción del sueño milenario de los líderes, de los profetas, que sintieron, supieron que esa era la senda hacia el hombre, no lobo del hombre, sino su constructor. La concreción del “amaos los unos a los otros” de Cristo, del “Hombre Nuevo” del que nos hablaron Fidel y el Che, dotar a estos anhelos de base material y espiritual.
Para evitar ese camino de redención, la antivida ha asesinado a los líderes que superaron la vista corta de la política pequeña, que dejaron de luchar por las bagatelas y levantaron la vista hacia el futuro, asumieron su responsabilidad con la especie. Hoy, que sentimos la pérdida de uno de estos líderes de la causa humana, la pérdida del Comandante Chávez, reflexionamos la importancia del reto, la necesidad de escribir, hacer la historia humana con un fin diferente de la extinción, y de crear, preservar a los humanos que irán a leerla.
¡CHÁVEZ, RESPONSABILIDAD CON LA HUMANIDAD!