La iniciativa del presidente Hugo Chávez para impulsar la construcción del partido socialista unido de Venezuela, o como finalmente se denomine esa organización, ya ha producido decisiones en el seno de las fuerzas políticas que acompañan la revolución bolivariana.
El MVR decidió su autodisolución; en las filas de Podemos continúa la discusión a pesar de que ya algunos dirigentes regionales y nacionales tomaron la iniciativa de renunciar para sumarse al PSUV, mientras que el PCV optó por no disolverse y Patria Para Todos quizás ha sido la organización más afectada por la separación de dirigentes fundamentales. La rueda de prensa ofrecida la semana pasada por Aristóbulo Istúriz, Eduardo Manuitt y otros dirigentes, en la cual anunciaron su salida del PPT para acompañar la propuesta del presidente Hugo Chávez, trajo a mi memoria aquellos días ya un tanto lejanos cuando se produjo la división de La Causa R y el nacimiento de Patria Para Todos.
Aunque no soy militante del PPT desde hace unos cuantos años, contribuí a su formación, y conservo relaciones de amistad y camaradería con los que se van y los que se quedan en sus filas. Me acerqué a escuchar a Aristóbulo y a testimoniar, con mi presencia, el respeto por la decisión adoptada y la amistad de siempre. Cuando La Causa R se dividió, existía la pugna entre un sector proclive al pensamiento de izquierda y otro tentado por un ideario político salpicado del discurso neoliberal. El tiempo se encargó de decirlo todo.
Andrés Velásquez, Lucas Matheus, José Lira, Jorge Roig y otros dirigentes se quedaron con las siglas de la R al revés e iniciaron su acercamiento a la candidatura de Irene Sáez, mientras que en el naciente PPT, con el liderazgo de Pablo Medina, Aristóbulo Istúriz, Alí Rodríguez y otros compañeros, tomó cuerpo, poco a poco, la propuesta de acercarse al movimiento dirigido por Hugo Chávez.
La ruptura, a pesar de las diferencias ideológicas y del enfrentamiento irreconciliable entre Pablo y Andrés, fue dolorosa, por los afectos que deja la militancia. Pero existía la convicción de que la convivencia no podía mantenerse en nombre de pragmáticos intereses electorales. El caso actual es diferente. Quienes se van y quienes se quedan en el PPT mantienen sus compromisos con el proceso de cambios que lidera el presidente Hugo Chávez. Se trata de una diferencia con respecto a la decisión de sumarse o no al PSUV, pero en el fondo no existe ningún elemento que permita vaticinar que quienes han rechazado la idea de formar parte del partido unido van derechito a la oposición.
Lo que sí queda en el ambiente es el debate en torno a la pertinencia o no de mantener el PPT después de la salida de valiosos cuadros como Aristóbulo, Alí Rodríguez, Eduardo Manuitt, Bernardo Álvarez, Lelis Páez, Mario Isea, Rodolfo Sanz, Orlando Castillo, y de dirigentes regionales y locales de larga trayectoria de lucha y compromiso social.
No es fácil la situación que deberán enfrentar José Albornoz, Rafael Uzcátegui, Pastora Medina y otros dirigentes que permanecen en las filas azules. Su decisión, al igual que la de Aristóbulo, Rodolfo y Alí, también merece respeto, aunque tal vez la fuerza de la realidad los lleve a analizar en frío si lo decidido es irreversible o no. El partido, cualquiera que sea, es un instrumento y no un fin en sí mismo. ¿Cuál es el cometido del PPT en esta nueva situación? ¿Tiene sentido su existencia? El tiempo, y sobre todo el curso que tomen los acontecimientos en el naciente PSUV, responderán esta interrogante.