El madurismo es un laboratorio apropiado para estudiar el comportamiento de la ideología lumpen marginal en funciones de gobierno. En él se perfilan con claridad las características fundamentales de un gobierno representante de esa ideología: No es fascismo, es algo diferente y no mejor. Todo lo destruye, lo material y también lo espiritual. Va minando las bases de la sociedad, la económica, el Estado, las instituciones; destruye las bases morales, éticas que cohesionan a la sociedad; su discurso es la mentira y la excusa barata.
Esta ideología acorrala a la sociedad, destruye las reglas de la convivencia, el contrato social, hace de la Constitución un desecho, de las leyes letra muerta, y de las instituciones unos francotiradores al servicio de la cúpula gobernante. De esta manera, cierra todas las vías normales de sustitución.
En situación normal, el sistema de dominación capitalista tiene mecanismos para sanar las heridas producidas por un mal gobierno, las elecciones burguesas son uno de ellos. En situación de normalidad, el sistema tiene mecanismos legales que controlan a los gobernantes, les ponen límites. De esa manera, el Estado cumple su papel magno, que es proteger al sistema capitalista. La alternabilidad de los gobernantes es un eficaz refrescamiento de la dominación capitalista, y constituye un mecanismo sagrado del funcionamiento del sistema.
El madurismo, ajustado a su ideología, fiel a su empeño de permanecer, aterrorizado con la alternabilidad, ha destruido las vías normales de su sustitución, al punto de estar el país, la sociedad, en un callejón sin salida, un juego trancado. Desnaturalizó a las elecciones, las convirtió en un torneo a la medida del gobierno, bloqueó candidatos, persiguió a otros posibles; seleccionó un cne a su imagen y semejanza. Y cuando todo esto le falló, cuando la masa, por instinto primario, apeló al voto castigo, entonces, atropelló la majestad de las instituciones legales, le quitó el antifaz a la diosa ley, y colocó a tribunales y fiscalía a su servicio, pulverizó la imparcialidad.
Hoy, los mecanismos normales de sustitución de un gobierno, la alternabilidad están liquidados, la sociedad está secuestrada, es rehén de una pandilla. Es hora de soluciones de emergencia, de lo extraordinario. Una sociedad ahogada, quebrados los pilares materiales y morales que le daban cohesión, necesariamente, desesperadamente, busca salidas de emergencia.
Toda la sociedad siente está situación: los gobernantes se preparan para repeler la solución extraordinaria, huelen en el aire la confrontación, y se saben débiles, impedidos, por las bolsas llenas de dinero, de nadar en la contingencia.
Los que sienten en sus corazones la desgracia de la Patria saben, sienten, que deben dar un paso para impedir la disolución de la nación. Sienten que ese paso es inevitable: o lo dan, o las circunstancias los obligarán a darlo.
La masa, sabe, siente que ese salto viene, que la situación no da para más, algo debe pasar, y en las madrugadas, cuando oye un ruido fuerte, abre los ojos pensando que ya el cambio comenzó, de la única manera que hoy es posible…
¡CHÁVEZ, EMERGENCIA!