Realmente no dejo de sorprenderme con las cosas que se le ocurren al presidente Chávez. Cada vez que hace una presentación pública o le habla a un grupo de personas dice o reflexiona en voz alta sobre algo nuevo, generalmente producto de la influencia de alguna lectura recomendada por alguien y que está efectuando en ese momento. Ahora nos salió con Trotsky y la revolución permanente y con la recomendación, que en boca suya es casi un mandato, de estudiarlo, todo ello por el impacto que le produjo la lectura del “Programa de transición” elaborado por Trotsky y aprobado luego por la Cuarta Internacional, dos años antes de su muerte. Se ve que el Presidente es ahora cuando tiene acceso a conocer las obras de los revolucionarios rusos, entre otros, lo cual no debe extrañarnos, ya que su condición de militar limitó en forma importante la formación de este acervo cultural en momentos más tempranos de su vida.
Se formó sí en los ideales libertadores e integradores de nuestros próceres independentistas, principalmente Bolívar, aunque también Miranda, Sucre y otros, lo que tampoco es extraño pues su condición de militar lo obligó a estudiar muy bien la historia de Venezuela, que luego de sensibilizarlo junto con otros factores sociales y políticos, pasó a dominar e interpretar como cualquier historiador progresista del país y posiblemente mucho mejor. Sin lugar a dudas, el Presidente tiene una capacidad inigualable de absorber los contenidos de lecturas y de conversaciones, en forma similar a como una esponja absorbe el agua con la que entra en contacto. Esta importante capacidad de todo dirigente (Fidel Castro es otro personaje con esta capacidad particular) ha sido desaprovechada por muchos de sus colaboradores inmediatos quienes, en lugar de proceder a explicarle hechos y situaciones diversos, alejados de sus experiencias; causalidades y fenómenos de distinto tipo, poco familiares para el Presidente, se han contentado con decirle sí a lo que se le ocurra, adularlo hasta más no poder, motivados por una forma bizarra de concebir la lealtad al líder o, simplemente, como una forma de asegurarse su permanencia en los cargos directivos.
Lo mismo ocurrió hace ya cierto tiempo, cuando habló de la tercera vía entre el capitalismo y socialismo. En aquel momento, impresionado también por esa posibilidad, se dijo partidario de la misma, la que erróneamente atribuyó al actual Primer Ministro inglés. Más adelante, cuando continuó sus lecturas, llegó a la conclusión de que no existe esa tercera vía en el desarrollo de los pueblos, conclusión a la que otros habíamos llegado en nuestra juventud, producto de las lecturas y estudios que efectuábamos desde entonces. El 22 de abril el Presidente casi se declara trotskista; no nos preocupemos, dejemos que siga sus lecturas…