Siempre he pensado -dentro del poco y nulo pensamiento que he alcanzado realizar en esta vida- que, para poder captar cualquier nivel de realidad, hay que permitir, primero que todo, que la burra coja el nado… Por que si no se hace más difícil evaluar a la burra, y máxime, cuando chapotea en lo hondo.
Como hombre del pueblo declaro, de manera solemne, que no gusto meterme para lo hondo, porque reconozco que mi nado es muy inarmónico, pero que no obstante reconozco, también, tener la debilidad muy humana de meterme.
Soy nada más y nada menos que un estúpido (me veo obligado entonces a presentarme así ante mis conadadores en lo hondo). Primero, por que fui un impenitente televidente de RCTV, sobre todo en el momento más crucial de mi forja intelectiva; y segundo, porque llegué a creer –“con fe si se quiere fanatizada”- que en las preguntas que hacía el amanojado moderador de Primer Plano, se realizaba la expresión máxima de la inteligencia humana. Y exigente -podría decir en adición- porque demando de mis contrarios indulgencia para conmigo, y sobre todo de la calidad con la que los conquistadores europeos trataran a su arribo a nuestros indígenas en nombre de Cristo, según lucentísimo y sacrosanto y al parecer revisado criterio del Papa Ratzinger (¡Qué viva el Papa!), por lo que exigiría que los demás también se presentaran, o bien porque se consideraran estúpidos, o bien porque se consideren lúcidos. Y esto debido a la fundada sospecha de que una “guerra”, sobre todo entre lúcidos, presagia exterminio, mientras que los estúpidos siempre hemos sabido amarnos a pesar de lo (o tal vez por lo mismo de ser) estúpidos...
Veo también, como imperativo, rendir honor merecido a un hombre que, aun llamándose Emeterio, haya alcanzado llegar tan lejos no obstante portar nombre tan villano. Me lo imagino en la primaria cuando sus compañeritos, seguro le gritaban (sobre todo delante de las muchachas): ¡Emeterio, toma tu monasterio!, asiéndose con la mano (derecha o izquierda, dependiendo) un conocido guilindajo del cuerpo del varón… A mí me gritaban: ¡Raúl, toma tu cambúl! (Claro, eran tiempos de migración dentro una dejada Venezuela). Tan acomplejado era de mis nombres, que hube despojarme del segundo porque me parecía muy pajúo. Imagínese cómo sería, habiéndome dejado el primero, que no lo es menos. Tampoco es que el apellido Monedero sea muy apropiado, y sobre todo para hablar de la Teoría del Valor, como ironizara por allí Emeterio en uno de sus artículos sobre Marx.
Pero en fin: hay un contrapunteo sabroso entre un ex marxista como Emeterio (que espero no sea el único que se manifieste) con los marxistas fieles y con los que comenzamos a conocer pelín a pelín el profundo pensamiento del filósofo activista, sobre todo desde la llegada de la Revolución. Y se han dicho algunas cosillas por allí.
Emeterio ha dicho (claro, siempre con ese inconfundible donaire de intelectual roraimero) que si a alguien se le ocurriera producir más de un bien que sobreabundara… ¿Producir un bien que sobreabunda? Si los bienes destinados a la satisfacción de las necesidades humanas, sobreabundaran, dejaría de existir la Economía, y por tanto Emeterio quizás sería sólo un lúcido pensador patrístico... Pero continúa Emeterio: que además de sobreabundar, requiera dicho bien de mucho trabajo. Para un supuesto sobreabundar pienso que requeriría de mucho trabajo, porque no sobreabundaría nada como por arte de magia. ¡Ni el agua está sobreabundando! Lo ideal sería que los bienes necesarios, para satisfacer las necesidades humanas, sobreabundaran para así satisfacer la demanda de ellos y guardar algo “porsia”. Ahora, si tales bienes sobreabundaran, tendrían un gran valor por el trabajo* requerido para producirlos, pero su precio** sería una nonada, y eso, con toda lógica, jamás podría atraer la atención de un productor capitalista, porque él produciría bienes sólo para obtener una ganancia, una plusvalía*** que, como muy bien descubriera Marx, es lo que a costa del exceso de trabajo que los obreros dan en beneficio del patrono, les permite además, de vivir con deleite, atesorar riqueza mediante el proceso de circulación “dinero-mercancía-dinero.
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* “Como los valores de cambio de las mercancías no son más que funciones sociales de las mismas y no tienen nada que ver con sus propiedades naturales, lo primero que tenemos que preguntarnos es esto: ¿cuál es la sustancia social común a todas las mercancías? Es el trabajo. Para producir una mercancía hay que invertir en ella o incorporar a ella una determinada cantidad de trabajo. Y no simplemente trabajo, sino trabajo social”. Marx. Salario, precio y ganancia.
**…“os equivocaríais de medio a medio, si creyerais que el valor del trabajo o de cualquier otra mercancía se determina, en último término, por la oferta y la demanda. La oferta y la demanda no regulan más que las oscilaciones pasajeras de los precios en el mercado. Os explicarán por qué el precio de un artículo en el mercado sube por encima de su valor o cae por debajo de él, pero no os explicarán jamás este valor en sí. Supongamos que la oferta y la demanda se equilibren o se cubran mutuamente, como dicen los economistas. En el mismo instante en que estas dos fuerzas contrarias se nivelan, se paralizan mutuamente y dejan de actuar en uno u otro sentido. En el instante mismo en que la oferta y la demanda se equilibran y dejan, por tanto, de actuar, el precio de una mercancía en el mercado coincide con su valor real, con el precio normal en torno al cual oscilan sus precios en el mercado”. Marx. Salario, precio y ganancia
*** “Pero la maquinaria empleada por el capitalismo no persigue ni mucho menos, semejante objetivo. Su finalidad, como la de todo otro desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, es simplemente rasar las mercancías y acortar la parte de la jornada en que el obrero necesita trabajar para sí, y, de ese modo, alargar la parte de la jornada que entrega gratis al capitalista. Es, sencillamente, un medio para la producción de plusvalía”. El capital, Tomo I, capítulo XIII.
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