Un grano de maíz

Los aullidos vienen del Este

En la noche del sábado y domingo, provenientes del Este, nos invadieron fuertes aullidos de sirenas, venían acompañados de disociación, odio y amenazas, eran similares a los de abril o diciembre, nada ha cambiado, el enfrentamiento entre la Revolución y la contrarrevolución, entre el futuro y el pasado, entre la vida y la muerte, sigue intacto. Los campos en conflicto siguen allí enteros, como el primer día. Esta situación debe llamarnos a reflexión.

Los intentos por ganarnos a la clase media desde sus posiciones fracasan, nos debilitan. Es difícil pensar en una época en que la clase media haya tenido más beneficios materiales: carros como nunca, tarjetas de crédito repletas, becas, negocios suculentos, oportunidades de trabajo, créditos, de todo han conseguido.

De nuestra parte un cuidado hacia ellos como se cuida un amor a los quince años.

¿Y cuál ha sido el resultado?

Nada, para ellos seguimos siendo chusma, el odio fascista que se llevó a Danilo y amenaza con el magnicidio, sigue allí, intacto.

¿Cuál es la enseñanza?

La enseñanza es entender ya, so riesgo de males impredecibles para la Revolución, que la ambigüedad nos debilita, los fortalece a ellos, y los frutos son intrascendentes.

Es necesario rectificar, la Revolución no puede pretender captar a la clase media con una llamada “política hacia la clase media”, que se hace desde sus intereses, su ideología, su visión del mundo. Política que no es otra que atemperar las medidas y el mensaje revolucionario, para no herirla, para hacerla cada vez más clase media.

La Revolución debe captar a amplios sectores de la clase media, eso es muy necesario, pero debe captarlos para los valores, la espiritualidad, la visión del mundo, socialistas, es decir, hacerlos revolucionarios. Es un error craso tratar de ganarlos haciendo de la Revolución una Revolución de clase media. Y los resultados están a la vista:

Lo de radio caracas lo hicimos con algodones, esperamos el día en que finalizaba la concesión y la televisora sucesora más light no podía ser: prometemos patrocinantes capitalistas y participación de “escuálidos democráticos”. El Socialismo entra allí por la puerta de atrás. Todo se lo concedimos. Y los aullidos vinieron del Este.

Lo mismo nos iba pasando con las elecciones de diciembre: empezamos conciliadores, con un mensaje francamente bobo, inocuo, y los resultados eran flojos. Tuvo que venir el Comandante y dar un giro completo a la campaña y al mensaje, hablar por la calle del medio de Socialismo, reforzar la conexión amorosa con el Pueblo. Tuvo que salir él, que representa la valentía política y el radicalismo revolucionario, y sólo así pudimos revertir el camino al fracaso.

No hay dudas, la historia reciente nos ilustra: la ambigüedad sólo crea ambigüedad.

¡Sin Chávez no hay Socialismo, y sin Socialismo no hay Chávez!
¡La Revolución no es hija de la ambigüedad!




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Antonio Aponte. Diario Vea

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