Recientemente, el Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) decidió que entre las prioridades de investigación en las Ciencias Sociales y Humanidades para el periodo 2007/2010 se integrara el "Socialismo del Siglo XXI". Esta es una noticia de alegría ya que, de convertirse en realidad, reintegraría la Revolución Cubana a uno de los debates teóricos más importantes para el futuro de la humanidad.
Cuando hablé hace seis años con los amigos de la vanguardia cubana sobre la teoría científica del socialismo del siglo XXI, las reacciones fueron mixtas. Algunos decían que el socialismo era "uno solo" y que no era necesario ni conveniente usar la categoría del socialismo del siglo XXI. Otros tuvieron una posición más abierta y convocaron a sus trabajadores para debatir la nueva teoría. En una de estas ocasiones, reunido con setenta directivos de la institución, esperabamos al Comandante Fidel Castro, pero en el último momento no pudo asistir.
La posición de los revolucionarios que decían, "hay un solo socialismo" y que no hay que hablar del "socialismo del siglo XXI", me parecía insostenible, porque representaba la posición de los obispos católicos ante la nueva cosmovisión científica de Galileo Galileí: negar lo obvio e innegable. Recuerdo una conversación con un muy querido amigo de la Revolución, quien estuvo en Africa con el Ché, a quién expresé mi convicción de la siguiente manera: "Cuba tiene dos alternativas: o se integra al naciente debate mundial sobre el Socialismo del Siglo XXI o se quedará aislado de esta torrente mundial, con un alto costo teórico y político para la Revolución. Y la idea, de poder impedir el debate, es ilusoria."
Estos diálogos se dieron cuatro años antes de que el Presidente Chávez adoptara el concepto del Socialismo del Siglo XXI, como bandera política de la Revolución bolivariana, cristiana y nacionalista que encabezaba, y lo lanzara públicamente en el V Foro Social Mundial en Porto Alegre. Con la continua promulgación del concepto por el líder bolivariano, todo intento de los intelectuales orgánicos estatales de frenar el progreso del debate estaba condenado al fracasado.
El avance teórico y el impacto práctico de los trabajos de la Escuela de Escocia, con Paul Cockshott y Allin Cotttrell, proveniente de Robert Owen y de la informática; y de la Escuela de Bremen, emergente del inventor de la computadora, Konrad Zuse y del genio universal Arno Peters, fueron un segundo factor que hicieron irreal el intento de conceptualizar al socialismo como un fenómeno sin evolución.
Acabamos de traducir al castellano y publicar en Venezuela la obra de Paul y Allin, y la bautizamos junto con Paul Cockshott y con nuestra edición ampliada de Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI y el Breviario del Socialismo del Siglo XXI, en Caracas y Barquisimeto, con el apoyo del Bloque Regional de Poder Popular (BRPP), Sección Venezuela. Una semana antes presentamos mi obra en el Teatro Teresa Carreño, en Caracas con el Ministro de Defensa, General en Jefe Raúl Isaías Baduel; el Presidente alterno del Parlamento Latinoamericano, Amilkar Figueroa y el Presidente de la Comisión Permanente de Política Exterior de la Asamblea Nacional, Carlos Escarrá. Este año todavía saldrá publicado en la India el libro de Paul y Allin, y el mío, en Turquía. La nueva teoría se abre paso y su avance es imparable.
Se presenta, entonces, la paradójica situación de que la teoría del socialismo del siglo XXI ha sido publicada en chino, en ruso, en alemán, en turco, en inglés, en castellano, en checo y en catalán, y prácticamente en todos los países de América Latina, pero no en Cuba, única nación de la Patria Grande que se define como socialista.
En noviembre de 2005, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el Director General de la Editora Política y Agencia Literaria del Comité Central del Partido Communista de Cuba, el amigo Santiago Dórquez, me pidió un libro para la publicación en la isla. Habiéndose publicado diez obras mías en Cuba, posiblemente la mayor cantidad de obras de un autor externo en el genero de no-ficción en la isla, le di El Socialismo del Siglo XXI. Y le advertí con escepticismo que no creía que iba a lograr la publicación.
En noviembre del 2006 nos encontramos de nuevo en la FIL de Guadalajara y, efectivamente, no había publicado el libro. Las razones que me dio fueron varias, que no había papel, que se tenía que imprimir para terceros países, etc., pero que no se trataba de un problema político. ¿Qué me dirá en noviembre de este año, cuando lo veré otra vez en Guadalajara?.
La última discusión macroteórica sobre la economía socialista se dio en Cuba a inicios de los años sesenta, personificado en Che Guevara y Charles Bettelheim, y recordado a veces como el "Gran Debate". Los argumentos de ambos campos muestran las limitaciones características de su tiempo que impedían enfocar el socialismo del siglo XXI como un problema cibernético ---la sustitución del precio de mercado por una institución cibernética socialista--- que es la única forma de solucionarlo.
La propuesta del Che, inspirada en el paradigma organizativo de las grandes empresas transnacionales, era idealista a la luz de las condiciones objetivas de la Revolución cubana y, por lo mismo, irrealizable. La posición de Bettelheim et al, cercana al modelo soviético, a su vez no podía trascender los límites de una economía estatal no-crematística, basada en el mecanismo informático de los precios del mercado mundial. Con la salida del Ché a otros mundos que requerían su empeño revolucionario, en 1965, el "gran debate" terminó y la pregunta del guerrillero heroico, "¿Por qué pretender buscar en las formas congeladas del realismo socialista la única receta válida?", quedó en el aire.
A partir de 1986, Raúl Castro rescata gradualmente para las empresas de las Fuerzas Armadas la racionalidad económica del modelo soviético; en el V Congreso del PCC en 1997 el partido acepta esa experiencia y la generaliza en 1998 por la Ley No. 187; pero el debate teórico nunca volvió a la altura que requerían los problemas del sistema cubano y del socialismo mundial. A tal grado, que tres años después, la gran científica y Directora del Ministerio de Ciencia y Tecnología, Rosa Elena Simeone, expresaba con preocupación que faltaba rigor en los trabajos de las ciencias sociales en Cuba y que era necesario recuperar “el método científico” y la investigación teórica en esas ciencias (sic).
Sin embargo, cuando aparecieron los nuevos enfoques teóricos del Socialismo del Siglo XXI, el poder dirigente del Estado no instrumentó la apertura necesaria hacia ellos. En consecuencia, la intelligentsia siguió su dinámica inherente, de no moverse sin luz verde de la vanguardia política.
Con la resolución mencionada el Comité Central del Partido ha dado un muy cauteloso paso hacia la recuperación del debate macroteórico. Si este paso logrará sacudir las estructuras burocráticas del aparato académico en las ciencias sociales y el rescate del método científico, queda por verse.
La pregunta central es esta: ¿Tendrá la vanguardia intelectual cubana la capacidad renovadora y el valor de evolucionar el socialismo histórico hacia el Socialismo del Siglo XXI o permitirá que el paradigma del pasado liquide a su gran obra revolucionaria?