En el Diario de Bucaramanga, el francés Luis Perú de Lacroix hace una descripción de Simón Bolívar de sus rasgos espirituales, después de una larga observación de aquel ser humano en el tiempo que pasan juntos con ocasión de la espera de los resultados de Ocaña; en 1.828. Y a los 224 años de su nacimiento, es ineludible reflexionar más profundamente sobre aquel nuestro compatriota venezolano.
Nació el general Bolívar con un genio fecundo y ardiente, con una inteligencia inmensa y relativa al órgano cerebral que le dio la naturaleza. Una primera educación, no brillante, pero esmerada y de caballero, desarrolló temprano aquellas facultades naturales, las dirigió a todos los conocimientos y hacía todas las instrucciones y luces; así es el talento y el espíritu del Libertador, cultivados y auxiliados por una memora admirable, han podido abrazar fácilmente y ejercitarse a la vez en las ciencias, las artes, la literatura, y dedicarse más profundamente a la ciencia política y al arte de la guerra, como también a la oratoria y al de escribir en los diferentes estilos que debe emplear el hombre público, el militar y el hombre privado.
El Libertador es enérgico. Sus resoluciones férreas y sabe sostenerlas; sus ideas, jamás comunes, siempre grandes elevadas y originales. Sus modales afables, con el buen tono de los europeos de la alta sociedad. Practica la sencillez y modestia republicanas, pero tiene el orgullo de un alma noble y elevada, la dignidad de su rango y el amor propio que da el mérito y conduce al hombre a las grandes acciones, la gloria es su ambición, y sus laureles, haber liberado a diez millones de hombres y haber fundado tres Repúblicas. Su genio es emprendedor, y une a esta cualidad la actividad, la firmeza, infinitos recursos en las ideas y la constancia necesaria para la realización de sus proyectos. Es superior a las desgracias, a los infortunios y a los reveses; su filosofía lo consuela y su espíritu le suministra medios para repararlos. Cualquiera que éstos sean, sabe aprovecharse y valerse de ellos; su política no perdona ninguno, pero como conoce a fondo el corazón humano sabe dar o negar su estimación a los instrumentos de que se ha válido según el móvil que los ha movido. Es susceptible de mucho entusiasmo. Su desinterés es igual a su generosidad. Le gusta la discusión; domina en ella por la superioridad de su espíritu, pero se muestra a veces demasiado absoluto y no es siempre bastante tolerante con los que le contradicen. Desprecia la vil lisonja y los bajos aduladores; la crítica de sus hechos le afecta, la calumnia lo irrita, y nadie es más amante de su reputación que él. Pero su corazón es mejor que su cabeza. La ira nunca es en él duradera cuando ésta se manifiesta, se apodera de su cabeza y nunca del corazón, y luego vuelve éste a tomar su imperio y destruye al instante el mal que la otra ha podido hacer.
Estos son los rasgos generales y característicos del ser moral del Libertador; pero para hacer conocer a fondo su persona faltan algunas notas particulares y detalladas sobre su carácter, costumbres y usos, que pienso escribir mañana, para que quede completo el retrato. Y Lacroix relata el día 29 de Mayo otros rasgos del grande hombre: La actividad de espíritu y cuerpo mantiene a Bolívar en continua agitación…En visita tiene la superioridad sobre todos por su conversación viva e ingeniosa, su buen gusto y su cortesanía. Su ademán de hombre de mundo, sus modales distinguidos, lo hacen pasar por el más gentil, más instruido y más cortés de los contertulios…Es muy observador y nota hasta los más pequeños detalles. No le gustan los mal educados, los atrevidos, los charlatanes, los indiscretos ni los descomedidos, y los critica ponderando siempre sus defectos…El libertador se viste elegantemente; todos los días, o por lo menos cada dos días, se afeita él mismo; se baña mucho, cuida sus dientes y el pelo…En la conversación hace muchas citas, pero siempre bien traídas. Voltaire es su autor favorito, y tiene en la memoria muchos pasajes de sus obras, tanto en prosa como en versos…No he oído nunca una calumnia en su boca. El Libertador ama la verdad, la heroicidad, el honor, las consideraciones sociales y la moral pública, y detesta y desprecia todo lo que se oponga a estos grandes y nobles sentimientos.