Más de medio siglo de luchas y 80 años de tu vida

Fidel, por nosotros no te preocupes, ya tenemos la parte de tu herencia, la que nos corresponde

Ahora puedo reconocer con alegría que viví, con la máxima velocidad que permitían los medios entre los años de 1953 y 1957, la epopeya cubana. En aquellos momentos no estábamos en capacidad de saber qué era exactamente lo que estaba pasando, pero de lo que sí estábamos seguros era que por lo menos no dejaba de ser interesante. Venezuela vivía la dictadura de Pérez Jiménez y no había muchas posibilidades de acceder a la información como hoy, y menos si los espectadores se encontraban en un pueblo de las montañas del Estado Lara, a casi 500 kilómetros de Caracas.

A partir de 1958, Fidel se fue metiendo en nuestros corazones, luego de su primera visita a Caracas. Después vinieron los éxitos y los fracasos de la Revolución Cubana, que han conformado un todo, donde se ha fraguado una nueva sociedad que muchos no logran entender, porque para nosotros los venezolanos, ni menos los latinoamericanos, existe un barómetro para medirla. Pero vive y vibra dentro de nosotros, porque más allá de los hechos físicos, se encuentra el ejemplo de un líder.

Durante todos estos años, a pesar del acoso mediático, mucho mas destructor y dañino que el embargo económico que el Imperio tiene contra ese pequeño país, Fidel ha sido, y me perdonan el lugar común, un faro que nos ha alumbrado el camino. Hacia él nos volvemos, hacia el miramos cada vez que tenemos que emprender una acción. No es que patrocinemos un calco de la realidad cubana en Venezuela, porque esta ha sido una de las matrices que los medios han querido -pero en vano- hacer creer, sino que valoramos el ejemplo de dignidad, valor personal, tenacidad, fidelidad a los principios, amor por su pueblo, solidaridad, hermandad y espíritu de sacrificio hasta llegar mas allá de los límites.

Fidel, todos los valores que han formado tu inmensa figura histórica forman parte de la herencia que nos has legado, una inmensa herencia que se ha distribuido entre nosotros, la disfrutamos, la usamos. Lo mejor, es que todavía puedes ver tu ejemplo esparcirse como el viento en todas las direcciones. Por eso, en lo que a mi concierne, yo ya tengo la parte que me corresponde, no la dilapidaré, la dejaré para mis hijos y para mis nietos, y así será para los hijos y para los nietos de todos los que poblarán las tierras libres de nuestra América.

En un aniversario más del 26 de julio, la chispa que desató una llamarada, hoy, más que nunca, está viva y ardiendo.

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Omar Montilla


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