El ruido político rompió la tradicional placidez del año nuevo. Gobierno y oposición cruzan mensajes que aumentan la tensión política. El escenario político nacional e internacional cambia con cada hecho o anuncio. El país se sumerge en una persistente incertidumbre social que tiende a paralizar la economía y amenaza la estabilidad institucional. Edmundo González Urrutia anuncia su desafiante retorno al país para juramentarse y Nicolás Maduro prepara una enorme movilización cívico-militar para celebrar su juramentación como Presidente de la República, reelecto por voluntad popular. Todo luce confuso e impredecible. Venezuela quiere paz.
En momentos de incertidumbre resulta difícil diferenciar los matices de la realidad y cualquier análisis puede disolverse en el umbral de la especulación. Lo que exhibe más certeza es la juramentación de Nicolás Maduro como Presidente de la República para un nuevo periodo constitucional cumpliendo con lo pautado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Tiene una fortaleza política e institucional que cuenta con el apoyo de la FANB y la movilización popular garantizada por el control de la estructura estatal.
El 10 de enero de 2025, cuando Nicolás Maduro desde el Palacio Federal, presente el Juramento de Ley y reciba la banda presidencial, comienza una nueva etapa para la república. Los anuncios previos presagian cambios y transformación que incluyen una Reforma Constitucional. La reinserción de Venezuela en la Comunidad Internacional pasará por librar una batalla contra el “no reconocimiento” de la legitimidad del presidente y las pretensiones de aislamiento del país. Se iniciará un periodo que requiere la reconstrucción de las relaciones diplomáticas de Venezuela con el mundo poniendo un énfasis particular en América Latina y El Caribe. La dinámica política nacional exige superar el antagonismo prefabricado y la polarización para abrir espacio a un “Nuevo Consenso Social” que permita enfrentar nuestra compleja realidad económica.
El enigmático retorno al país, anunciado por Edmundo González Urrutia, precedido de una “gira” por varios países de América Latina y EEUU solo ha servido para crear tensión política y alimentar expectativas no institucionales. Su juramentación puede realizarla ante la fenecida Asamblea Nacional de 2015 o el moribundo TSJ en el exilio que lo convertiría en un nuevo Presidente Interino (al estilo Guaidó) con una falsa investidura que solo serviría para mantener el financiamiento internacional de la oposición en todos sus matices y seguir controlando los activos de la nación en el extranjero. No tiene la fortaleza política ni institucional para cumplir lo que tanto ha anunciado sin decir cómo lo realizaría.
La otra posibilidad de juramentación de Edmundo González Urrutia puede conducir a un atajo inconstitucional que lance al país por el despeñadero de la violencia y la inestabilidad institucional como alternativa para buscar una presunta “transición democrática” con González Urrutia convertido en mártir de un tiempo nuevo. Sea cuál sea el resultado de esta jugada traería consecuencias devastadoras para el país.
En este contexto social, económico y político estamos obligados a pensar en el país más allá de La Juramentación. En el horizonte inmediato se nos presenta la Toma de Posesión de Donald Trump como Presidente de EEUU con su equipo de halcones definiendo las relaciones hacía Venezuela bajo el terrible dilema de “máxima Presión” o “Pragmatismo Asfixiante” lo que agrega mayor complejidad a nuestra realidad social y económica.
De todas maneras, dejemos que los acontecimientos se desarrollen y sigamos insistiendo en que el mejor escenario, después del 10 de enero, es la convocatoria a un “Gran Dialogo Democrático” que conduzca a la construcción de un “Nuevo Consenso Social”.