Las nuevas ideas y las nuevas formas de lucha por, y para el Socialismo Bolivariano

Las nuevas ideas y las nuevas formas de lucha por el socialismo dependen decisivamente del reconocimiento de las formas de sociabilidad y del juego de las fuerzas sociales presentes y actuantes en el escenario mundial. Aparte de las ideas fundamentales, formadas a lo largo de la historia del capitalismo y de las luchas sociales, cabe reconocer la importancia, el alcance y la universalidad de los procesos y de las estructuras que se desarrollan con el globalismo. Aparte del significado y de la riqueza de las experimentaciones socialistas realizadas en diversas partes del mundo, a pesar de las equivocaciones y de las distorsiones, cabe reconocer la importancia y el alcance de las estructuras y de los bloques de poder actuantes en el mundo.

En forma breve puede decirse que el socialismo es una corriente de pensamiento y de práctica que echa raíces muy profundas en las tensiones y en las contradicciones que se forman y se desarrollan con el globalismo. Una corriente y una práctica diversificada en múltiples tendencias, que se expresa en movimientos sociales, partidos políticos y sindicatos, sin olvidar las actividades artísticas, científicas y filosóficas. Está fuertemente influenciada y dinamizada por las tensiones y las contradicciones sociales producidas con el desempleo estructural, las xenofobias, los etnicismos, los racismos, los fundamentalismos, las desigualdades entre la mujer y el hombre, la privatización y la destrucción de la naturaleza por empresas, corporaciones y holding, la depauperación, la lumpenización y la formación de subclases. Implica la reflexión crítica acerca de la dinámica del capitalismo, de la lógica del capital, de la creciente potenciación de la fuerza productiva del trabajo por medios técnicos y de organización y el desarrollo de las desigualdades de todos los tipos.

El mismo proceso de globalización del capitalismo extraña la creación de nuevas condiciones de transformación, de cambio o revolución de las condiciones de vida y de trabajo, de las maneras de ser, actuar, sentir, pensar y fabular. El período burgués de la historia está llamado a sentar las bases materiales de Un nuevo mundo, a desarrollar, de un lado, el intercambio universal, basado en la dependencia mutua del género humano, y los medios para realizar este intercambio; y del otro lado, a desarrollar las fuerzas productivas del hombre X a transformar la producción material en el dominio científico sobre las fuerzas de la naturaleza. La industria y el comercio burgueses van creando estas condiciones materiales de un nuevo mundo, del mismo modo en que las Evoluciones geológicas crearon la superficie de la Tierra.

Un desafío particularmente importante y difícil, pero fecundo, para el mundo, se relaciona con el reconocimiento y la asimilación de las sociedades y de las creaciones culturales de los pueblos asiáticos, africanos, latinoamericanos, entre otros. Es verdad que, prácticamente, todos fueron y siguen siendo alcanzados e influenciados por las actuaciones, producciones o influencias sociales y culturales europeas y norteamericanas, conocidas también como "occidentales".

Tanto la empresa como el mercado, tanto la productividad como la lucratividad, se impusieron ya o fueron asimilados en otras tierras. Es verdad también que el cristianismo, el evolucionismo, el positivismo, el liberalismo, el marxismo, la socialdemocracia, el nazifascismo el neoliberalismo y otras formas de pensamiento y de organización social se impusieron o asimilaron en esas otras tierras.

Está en desarrollo, en todo el mundo, un vasto y complicado proceso de transculturación, lo que modifica occidentalismos y orientalismos, africanismos e indigenismos, arabianismos y eslavismos. Ni aun así, en todo caso, cesan de repetirse y desarrollarse las conquistas y las creaciones sociales y culturales de unos y otros, como el hinduismo, el confucionismo, el taoísmo, el africanismo, el indigenismo, y otras. Son corrientes de pensamiento en las que se expresan no sólo ideas y prácticas pretéritas o remotas, sino también ideas y prácticas recientes, actuales, presentes. El confucionismo, el taoísmo y el budismo, así como otras corrientes, han sido desafiados por la transculturación, en dos sentidos por lo menos. Primero, han sido difundidos y asimilados en muchas partes del mundo y en distintos sectores sociales. Segundo, están siendo reformulados en las sociedades de las que son originarios, a causa de los desafíos y de las imposiciones o asimilaciones de conquistas sociales y de creaciones culturales occidentales. Bajo varios aspectos sucede en el mundo un vasto y complicado proceso de transculturación, en el que se manifiestan, se recrean o se difunden orientalismos, occidentalismos, africanismos y otras formas de sociabilidad, de creaciones culturales y de estilos de vida.

Es obvio que ésa es una maraña difícil e intrincada. No es fácil desenmarañarla. No obstante, es posible empezar a reconocer que de dicha maraña pueden emerger sugerencias y creaciones que el socialismo no puede desconocer. Al contrario, es posible que en las conquistas sociales y en las creaciones culturales de asiáticos, africanos y otros, el socialismo encuentre más elementos para expresar, traducir y realizar las posibilidades de emancipación social y cultural de los individuos y de las colectividades, comprendidos pueblos, tribus, naciones y nacionalidades.

Sí, el socialismo puede enriquecerse como corriente de pensamiento, modo de organización de sectores sociales subalternos y de prácticas sociales, si traduce los desafíos y las perspectivas que se abren con la transculturación. Se trata de observar que las configuraciones y los movimientos de la sociedad global en formación en el siglo XX intensifican y generalizan contactos, tensiones, acomodos y cambios de patrimonios socioculturales de individuos y de colectividades, grupos y clases sociales o pueblos, tribus, naciones y nacionalidades. Reconociendo siempre que transculturación significa todas las veces traducción y recreación de singularidades, identidades, diversidades, pluralidades y universalidades. Es obvio que siempre hay pérdidas y ganancias o distorsiones y mutilaciones, así como cambios y transformaciones. En ese sentido es que se confunden las lenguas, se multiplican las traducciones, se convierten las posibilidades de ser, pensar, actuar, sentir e imaginar. Al lado de cada lengua tribal, nacional o regional emergen lenguas mundiales, el inglés, el español, el japonés. Y todas siempre desafiadas y continuamente modificadas en la trama de la transculturación en curso en el mundo.

Además de las raíces que el socialismo encuentra en las condiciones histórico-sociales mundiales, siempre comprendiendo las naciones, cabe reconocer que él echa raíces incluso en el pensamiento moderno y contemporáneo; en la manera por la cual unos y otros describen, taquigrafían o interpretan situaciones, impasses y perspectivas. Algunas de las controversias e innovaciones desarrolladas en las ciencias sociales, en la filosofía en general y en las diversas creaciones artísticas, suscitan, en todos los niveles, la reflexión acerca de las formas y movimientos, obstáculos y perspectivas de la sociedad.

Muchas son las inquietudes ante las formas de sociabilidad y el juego de las fuerzas sociales, los procesos y las estructuras de apropiación y dominación, la democracia y la tiranía, las diversidades y las desigualdades, la riqueza y la pobreza, la justicia social y la depauperación, la abundancia y la carencia, la acumulación y la alienación, el desencanto del mundo y la pérdida de los individuos y de la colectividades.

Algunas de dichas inquietudes se traducen en fabulaciones sobre la sociedad ideal, igualitaria y transparente, en la que las diversidades no se traducen necesariamente en desigualdades; los rasgos, los caracteres fenotípicos o diferencias de género no se transfiguran en estigmas sociales; el trabajo no produce necesariamente la alienación, la libertad y la igualdad no son atributos de la propiedad.

El verdadero fundador de la sociedad civil fue el primero que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir esto es mío y encontró personas lo bastante simples como para hacerle caso. “¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos, miserias y horrores no le hubiera ahorrado al género humano el que, arrancando las estacas o cegando el foso, hubiese gritado a sus semejantes: guardaos de escuchar a ese impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y que la tierra no pertenece a nadie!"

La propiedad privada nos ha hecho tan estúpidos y unilaterales que un objeto sólo es nuestro cuando lo tenemos, cuando existe para nosotros como capital o cuando es inmediatamente poseído, comido, bebido, vestido, habitado, en resumen, utilizado por nosotros.

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José Antonio Velásquez Montaño


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