Luchemos por una sociedad de iguales, una sociedad donde erradiquemos la explotación del hombre por el hombre y todo tipo de discriminación y maltrato, aunque éste tome las formas más sofisticadas; batallemos contra prácticas anómalas donde la mercancía sea la mujer, el hombre, el niño o la anciana, aún cuando se le pretenda comprar con dólares, brillantes, subterfugios o promesas; extingamos nefastos procedimientos donde en aras de la meta se venda la conciencia, con la idea maquiavélica de “proceder con astucia, doblez y perfidia”.
Luchemos por forjar una sociedad basada en el respeto por las ideas propias y por la de los otros, donde la democracia no sea una entelequia o parafraseo inútil y el Centralismo Democrático sea tergiversado de manera grotesca hasta convertirlo en otra forma de dominación, mutilando su esencia de instrumento de las bases. Luchemos por una sociedad sin máscaras, donde el sentido de manipulación de algunos torne a la solidaridad como un buen traje que disimula anomias sociales como el amiguismo, el nepotismo y el carnetismo. Donde el lucro fácil se oculte tras el boon de los grandes actos o el trabajo voluntario y altruista de militantes honestos y disciplinados, donde las espaldas, brazos, voz y voluntad de mujeres y hombres honestos sea la mercancía de aberrados “lideres” para impulsar sus malsanas intenciones o “esqueléticas figuras”.
Luchemos por una sociedad Socialista donde la honestidad sea el baluarte de todos, no el parafraseo barroco de quien aprendió a perfumar el estiércol, como dijera el poeta de siempre Alí Primera. Comencemos a despojarnos de la férrea losa que nos lego el capitalismo, “criticar a otros es más fácil que palpar nuestros propias debilidades”, hagamos práctica sana de la crítica y la autocrítica, aun cuando esta última por falta de consistencia revolucionaria, solidez ideológica o ética marxista, tengamos que ponerla en práctica, en sus inicios, en la soledad de nuestros cuartos; pero no sigamos divagando con parafraseos sinuosos, con llantos sin lágrimas, con gestos fingidos; comencemos a forjar las bases de esa nueva sociedad, pues si seguimos colocando pisos a un edificio de tan endebles bases, se va a derrumbar; no esperemos que el cuento de la “buena intención” pueda sostener tantas inequidades, tantas falsedades; la palabra es sólo palabra sino la sustenta la acción; verdadera solidaridad es la que no lleva algo oculto, es la que no pide nada a cambio; el amor por los nuestros no sólo se dice también se corrobora en la práctica, la equidad es igualdad para todos, sin preferencias; el respeto es amar, compartir y escuchar, pero también darle el justo valor a quien se lo merece, sin prebendas, egoísmos y disfrazadas exigencias; la comunicación es hablar, oír y escuchar, pero sobre todo es aprender a leer entre líneas, es poder escuchar más allá que lo que el interlocutor expresa, es manifestar con sinceridad nuestras ideas, sin egoísmos, trampas y rencores; la evaluación de lo que se ha estado haciendo, es para los marxistas-leninistas la crítica y la autocrítica sana y rectificadora. Sólo así tendremos la sociedad que nuestra patria necesita y el mundo agradecerá.