El descuido de los propulsores del socialismo ante las señales de alarma presentes en la realidad fue una variable dominante en el fiasco electoral del 2D

No es por endulzar una derrota -posible por demás- ni por caer en un romanticismo irreal, que se tiene que reconocer la madurez política de los venezolanos. Si se examina la situación existente a escala global, el conflicto que se escenifica en Venezuela, y se reproduce a lo largo y ancho del planeta, encuentra como solución común el uso de la violencia política. Pero ese no ha sido nuestro caso. Los ciudadanos opuestos a la orientación socialista del gobierno, han preferido concurrir masivamente a las urnas electorales que seguir las incitaciones de los grupos fascistas que han impulsado la agresión como medio para obtener el control de la comunidad política. Y por su parte, el movimiento innovador al frente del gobierno, resistió la tentación de usar el aparato represivo del Estado para neutralizar o destruir las fuerzas ilegitimas que impulsaban a la sociedad hacia una confrontación irracional. Evidentemente privó la sindéresis en un cuadro revestido de gran emocionalidad, en donde, como es lo común, domina el desvarío. De allí que la conducta observada por el pueblo venezolano tenga que ser motivo de orgullo para todos los que nos identificamos con este gentilicio.

Pero esa conclusión no puede generar desánimo en las fuerzas que han impulsado la refundación de una República cuyos cimientos estaban, y continúan estando, resquebrajados. Ese ambiente, propicio al dialogo y al debate, generado por la coyuntura electoral del pasado domingo, no implica una renuncia al proyecto político impulsado por las fuerzas de cambio. No fueron sus fines, sin duda legítimos, los que no alcanzaron la aceptación por un electorado, en el cual la apatía de una importante facción del movimiento innovador fue el rasgo distintivo. Incuestionablemente fueron errores en la praxis, muchos de ellos obvios, los que condujeron a este fiasco, que aun cuando no dramático, debilita el empuje del movimiento innovador.

El solo contraste entre el entusiasmo demostrado en la inscripción masiva de los venezolanos como aspirantes a militar en el PSUV, y la fría respuesta de los registrados a la convocatoria para la integración de los organismos de base de esta organización, debía haber sido motivo de alarma para sus propulsores. Empero se siguió adelante, colocando los macilentos “batallones socialistas” como pobres escenarios para las intrigas de una burocracia en nada diferente a la que había arruinado la República. Ciertamente se impidió la emergencia de un liderazgo que subyacía en la multitud que con entusiasmo había acompañado desde 1998 el proceso de cambio que se adelantaba en el país. Y esto, mientras en el cuartel adversario se enterraba a los viejos cuadros políticos, para permitir la emergencia de nuevas figuras que revitalizaban la propuesta conservadora. Una idea siempre atrayente para quienes le tienen miedo a la libertad.

escruz@movistar.net.ve



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Alberto Müller Rojas


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