Por una parte, puede decirse que en 1967, Rómulo Betancourt ve colmada una de sus mayores aspiraciones: ser testigo de la total desintegración del PCV (aunque en ese mismo año AD vaya a sufrir su más grande descalabro político y electoral).
El 5 de febrero de 1967, se produce una espectacular fuga del cuartel San Carlos y escapan los tres importantes dirigentes del PCV, Guillermo García Ponce, Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff. Los presos salieron por un túnel cuya construcción se estuvo haciendo durante más de un año. Realmente un cuento que casi nadie se creyó, porque había que ver la cantidad enorme de gandolas cargadas de tierra que tenían que haber sacado de allí, en las mismas narices de guardias y visitantes. Yo estudiaba en el Pedagógico y un profesor de la FC. De Ingeniería nos hizo los cálculos. Aquello era para irse de nalgas. Parece que el cuartel San Carlos es el lugar ideal de Venezuela para recrear las más absurdas y ridículas leyendas, porque realmente a estos fugados la policía ni se molestó en buscarlos; hasta tuvieron el tupé de presentarse como candidatos a diputados y senadores en las listas de Unión para Avanzar, UPA. Recordemos el sainete aquel de 1928 en el San Carlos, cuando a Raúl Leoni un pelotón de soldados lo persiguió echándole plomo por la espalda pero ni siquiera le rozaron, y en esa acción Rómulo Betancourt sufrió grandes traumatismo en el hombro derecho por los culatazos del máuser, manejado por él con inexperiencia de novato. Cursis, coño.
Aquella fuga del 5 de febrero, se produce en medio de las fiestas de carnaval, y cuando en el seno del PCV se daba una grave fractura. Pompeyo y Petkoff estaban enfrascados en responder unas supuestas agresiones de Fidel Castro contra el PCV, y planteaban urgentemente un repliegue. Realmente Fidel les había descubierto el fiambre de un negocio que tenían con las próximas elecciones, por lo que dejarían de lado para siempre pedir justicia por los miles de jóvenes que habían sido asesinados por Betancourt.
Era también un debate para aceptar la derrota política y militar de los grupos alzados en armas, a la vez que buscar integrarse en otros escenarios que le permitiera a la izquierda subsistir del sistema capitalista como cualquier otro partido del sistema. Ellos alegaban que era para buscar un mayor contacto con los obreros, con los campesinos, con el pueblo en general, “sin desdeñar la posibilidad de dar la pelea en el mismo terreno electoral.” Por eso Fidel luego les dice: “Ah, ya sé, ustedes quieren echar los muertos al pasquín electoral.[1]”
En aquellos días, Teodoro Petkoff con el mayor desparpajo se la pasaba casi todos los días en el café de Ateneo de Caracas, rodeado de camaradas lechuguinos, hablando de política, de economía y pacificación. Iba de un lado a otro en un carrito fiat que todo el mundo se lo conocía, el cual estacionaba sobre la acera y a la entrada del Ateneo; para demostrar que seguía siendo rebelde lo cruzaba sobre la acera, interrumpiéndole el paso a los peatones. Cuando no estaba allí, se le veía de lo más fresco en la UCV, siempre con su pose de héroe invencible e incapturable. Nadie se molestaba en detenerlo. El último día del mandato de Leoni, con su típica viveza, se hizo detener en la Plaza Altamira. Montó así otro espectacular show: el invicto fugado de todas las cárceles venezolanas volvía a ser enjaulado. Su detención había sido acordada por el propio Caldera quien le había dicho al “legendario guerrillero” que tenía listo un sobreseimiento para que prosiguiera en libertad. Todo el mundo recordará aquella frase de su hermano Luben Petkoff, quien le contara en una entrevista al profesor Agustín Blanco Muñoz: “Mira, esas cárceles para nosotros era como unos hoteles.”
En medio de estos debates, una frase que se escuchaba mucho mencionar era: “hay que rectificar”, e incluso la mencionaba el propio Presidente Raúl Leoni. “Hay que darle al extremismo una oportunidad para que rectifique”, comentaban con regularidad el asesino del profesor Alberto Lovera, Gonzalo Barrios.
A las pocas semanas de la fuga del San Carlos, el 1º de marzo, se produce un hecho monstruoso que estremeció a toda la nación: Julio Irirribaren Borges, Presidente Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, IVSS, fue secuestrado y a las 70 horas hallado asesinado cerca de Pipe. Lo encontraron con un balazo en la cabeza, con cantidades de agujas y con quemaduras de cigarrillo en su cuerpo.
La prensa señaló como culpables de este crimen a los subversivos, a los extremistas castro-comunistas. Llamaba la atención, que este señor Iribarren no era un hombre de figuración política y que además no ostentaba un cargo que tuviese que ver con las decisiones represivas del gobierno. Tampoco se comprende en absoluto el extraño ensañamiento con que le mataron; la sevicia conque se le torturó, metiéndole agujas y quemándole en distintas partes el cuerpo. Pronto corrieron las condenas, desde el sector de Fedecámaras, pasando por todos los partidos y llegando hasta los dirigentes de la FCU de la UCV, por voz de los comunistas Juvencio Pulgar y Alexis Adam.
Los “replegados” de la izquierda condenaron con extraordinario vigor esta monstruosidad, al tiempo que no se ahorraron adjetivos a la hora de señalar a los supuestos aventureros que habían cometido tan horrendo homicidio. Se habló con delirio crítico contra los posibles culpables, entre los que se mencionaron a Máximo Canales, a “El Loco Fabricio” (Eleazar Fabricio Aristiguieta), entre otros. Al Loco Fabricio como lo acusaron hasta los propios camaradas sin saber si realemente era culpable, la policía lo persiguió con tal saña, que a las pocas semanas lo ametrallaron si compasión. Algo que se dio con mucha frecuencia en aquellos meses de 1967, fue el ataque, tanto desde la izquierda como desde la policía, contra un grueso de los que participaron en la lucha armada, por lo que murieron en pocos días más de cincuenta de ellos. Denuncias, delaciones, acusaciones… incluso hubo dirigentes del MIR que fueron a la policía política del régimen a denunciar públicamente a muchos de sus ex compañeros, dando sus nombres y posibles lugares donde se encontraban
Luego se difunden, unas supuestas declaraciones dadas en La Habana por el extremista capitán Elías Manuit Camero, quien dice: “Nuestro movimiento decidió aplicar la justicia revolucionaria sobre Julio Iribarren Borges, alto personero del gobierno, cómplice del engaño, de los desafueros…[2]” Se quiere implicar a Cuba en el crimen, pero Fidel no vacila en catalogar este crimen de algo abominable. Él no sabe lo que realmente está detrás de este hecho, y por eso dice que “un revolucionario debe evitar aquellos procedimientos que se asemejen a los de la policía represiva. Nosotros ignoramos cómo se produjo esa muerte, ignoramos quiénes la realizaron, ignoramos incluso si se produjo de una manera incidental o accidental, si fueron o no los revolucionarios…[3]”
Hay que decir, que si el gobierno cubano no fue directamente infiltrado por la CIA, sí lo fue a través de quienes con él tenían contacto en Venezuela.
Fidel Castro no entiende lo que está pasando con el llamado repliegue del PCV, y en un discurso del 13 de marzo de 1967, desde las escalinatas de la Universidad de La Habana, desenmascara la pose “revolucionaria” del PCV, de los que andan en plan de entregarse y a los que no duda en calificar de “renegados, ineptos, claudicantes, indecisos y derrotitas”. Para Fidel, esa palabrita que estaban echando a rodar de buscar la Paz Democrática, no era otra cosa que traición a la lucha armada. “Comenzó la dirección del PCV a hablar de Paz Democrática. ¿Y que es esto de Paz Democrática?” nos preguntábamos nosotros mismos, dirigentes de la Revolución Cubana. No entendíamos. No entendíamos, pero a pesar de todo queríamos entender. ¿Qué significa esto? Le preguntábamos a algunos dirigentes venezolanos. Y entonces venía la consabida y elaborada teoría de aquella táctica, de aquella maniobra, que no era ni con mucho abandonar la guerra, no, no, sino una maniobra para ampliar la base, para destruir al régimen, para debilitarlo, para socavarlo. Y desde luego, nosotros no veíamos aquello claro de ninguna manera. Sin embargo, teníamos confianza y esperábamos, a pesar de que aquello de Paz Democrática parecía absurdo, parecía ridículo, porque puede hablar de paz un movimiento revolucionario que está ganando la guerra, porque empieza entonces a movilizar todo el sentimiento nacional a favor de una paz que sólo se puede lograr con la victoria de la revolución, y entonces se movilizan los espíritus, se moviliza la opinión, se moviliza el pueblo y su deseo de paz sobre la única base posible, que es el derrocamiento de la tiranía, de la explotación. Pero hablar de paz cuando se está perdiendo la guerra es precisamente conceder la paz sobre la base de la derrota.[4]”
Ante las verdades de Fidel, el 15 de marzo el PCV responde indignado y califica su discurso del 13 de una agresión cargada de soberbia que le hace el juego a la reacción y al imperialismo. El 3 de abril, Tribunal Popular sale respondiendo con largas declaraciones de Pompeyo Márquez. Fidel comienza a darse cuenta de que ha despilfarrado su tiempo y sus recursos tratando de ayudar a unos hombres que no piensan sino en entregarse, sino en pactar con el enemigo, sino en ir a unas elecciones y buscar una curul en el Congreso. Todo lo que le informan Luben Petkoff y su gente, está plagado de mentiras, de falsas batallas triunfantes y de ataques vigorosos al enemigo.
Pompeyo Márquez, muy alterado, le responde: “La ignorancia de Castro sobre la situación venezolana lo lleva a concebir que para el PCV hablar de la utilización del proceso electoral como un medio revolucionario para conservar, reagrupar, promover y desarrollar fuerzas nacionalistas y democráticas, aislar a los gorilo-betancourritas y asestarle un duro golpe a esta camarilla agente en el poder de los monopolios norteamericanos, es lo mismo que los dirigentes clandestinos del partido se lancen como candidatos. ¡Qué malos informadores tiene este señor! ¡Y qué manera más sui generis tiene para interpretar los hechos y la política del PCV![5]”
Todos estos informes hacen que Betancourt y Caldera deliren de alegría y confiesen que el rompimiento entre Fidel y el PCV debe ser inmediatamente aprovechado para consolidar la democracia representativa. Después de Betancourt, el más inflexible anticomunista dentro de AD es CAP quien sostiene que no cree en poses hacia la Paz Democrática del PCV y que lo deben hacer los verdaderos amantes de la democracia y de la libertad es segregar y aislar cada vez más a los “extremistas”, hasta reducirlos a la nada.
En realidad, con velocidad se va produciendo una gran desbandada entre los grupos de izquierda. Cae el desembarco del 7 de mayo, en Machucuruto, una “invasión” dirigida por Moisés Moleiro y Héctor Pérez Marcano. El 1º de junio son detenidos en el puerto de la Guaira, a borde del buque español “Satrústegui”, Américo Martín y Félix Leonet Canales. La verdadera versión era que Américo Martí se había entregado, era de los otros “rajados” que pasaba a engrosar las filas de los “suaves” o “blandos” del MIR.
Todo el movimiento revolucionario estaba profundamente infiltrado por la CIA. Casi simultáneamente se descubre que el llamado Comando Estratégico de Sabotaje, CES, funcionaba sin una real conexión con el Comando General de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, FALN, ni con el Comando Político-Militar urbano, y que su jefe, Adolfo Meinhardt Lares, era un infiltrado de la CIA. Meinhardt Lares fue quien asesinó y le dio el tiro de gracia a Julio Iribarren Borges.
Entonces comienza un rastreo y un mundo de averiguaciones, en los que se trata de saber, cómo y por qué había llegado Adolfo Meinhardt Lares a ser uno de los principales jefes de las FALN. Se dice que la culpa fue de Fidel, quien lo había recomendado, pero al Comandante cubano casi todos los venezolanos que han ido a la isla le habían mentido.
De aquí en adelante, la izquierda se pierde en un berenjenal de salidas y reacomodos que buscan pactar con el formalismo democrático de la derecha, con toda una terminología de repliegues, foquismo y contrafoquismo, virajes tácticos, revisionismo-reformismo, pacifismo, aventurerismo, anarquismo, caudillismo, inmediatismo, dogmatismo, improvisación, vanguardismo…
[1] Discurso de Fidel en la reunión de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, OLAS, el 11 de agosto de 1967.
[2] “Venezuela 1967-1968 Lucha Armada y Juego electoral”, tomo VIII, UCV-Caracas, 2004, Cátedra Pío Tamayo, pág. 27.
[3] Ut supra., pág. 43.
[4] “Entrevista a J. R. Núñez Tenorio y Douglas Bravo”, Agustín Blanco Muñoz, 1977 y 1978.
[5] “Insólita Agresión de Fidel Castro al PCV”, Pompeyo Márquez, Caracas, separata, 1967, pág. 13.
jrodri@ula.ve