Sólo el corazón trabaja por amor.
Licorería vía Chaguaramas.
Un estado receptor con su respectiva vitrina, mostrador y armadura como si el funcionariato estuviera administrando una bodega, no le es posible atender el mercado de “los pobres”. Tal método sólo alcanza para dar un buen servicio a las élites. Es lógico que sea así porque el Sistema Capitalista está hecho para hacer feliz a los privilegiados y colocar a los excluidos en la trampa de la sala de espera, quienes en el fondo a menudo ejercitan el sueño de la jubilación o la pensión de vejez, lo que no es más que el hospedaje a la intemperie de los explotados, la miserable miseria que no alcanza ni siquiera para arropar la mísera muerte.
El país receptor devela también allí la invisible y subliminal estructura del Sistema Capitalista, muy bien solapada en el resto de sus santuarios, en el tipo de casa donde vive y duerme la familia como propiedad privada, en las cabillas y bloques en la cual embobados y obedientes se gradúa la educación, en la escalera de los ascensos donde practican al blanco de la pobreza la suerte sometida, en los dulces vitrales donde se ora inocente la no inocente verticalidad de sus iglesias, y donde duerme enlimbado, el sueño de los sedados, los últimos excluidos de la exclusión: los pacientes mentales crónicos.
Contrabandeando a Dios, estafando con lo divino y con el paraíso de los cielos, la ideología ha reproducido en la aparente conceptualización ridícula de las llamadas instituciones sagradas, los hijos de los cuervos, en el sentido de quien cría cuervo es porque cuervo ha sido, y si cuervo ha sido, ha vivido y defendido su cuervolario.
Un mapa con un escritorio atrás es un excelente método para imposibilitar la transformación de un país, atender, oír y resolver al pueblo sus heredadas y múltiples necesidades y planteamientos, creados por el mismo sistema y postergados por el mismo método. Sobretodo haciendo creer que ahí está la solución, “la esperanza”. Bájese, el sistema capitalista ha sido creado para planificar la riqueza para sus ricos, y la pobreza para sus pobres. El sueño americano es la lotería de los alienados. Además para que querer entrar a un mundo que nos excluyó, nos volvió número y nos explotó.
Hay que darle una patada al escritorio y devolverse a la casa como gente y a las calles conmovidas de comunidad, ser convicción en cuanto a que la revolución tiene razón histórica.
El poder que contiene la oficina gerencial es complementario al desamparo de las salas de espera o en su defecto las tradicionales colas de los humillados. El problema no se resuelve comprando sillas para que la espera sea cómoda, la inseguridad no se acaba comprando todas las patrullas del mundo, ni los enfermos desaparecen llegando a tener las ambulancias del imperio.
Creemos que se trata de dejar solo el capitalismo, su enfermedad hará el trabajo. Hay que tender carpa en otro lado, fuera y lejos de él. Porque si la vida no está en el capitalismo, es muy simple pensar que está fuera de él. Y lo que se construya aún sobre sus ruinas, ruina será. Él, en su agonía muere solo, no hay que enfrentarlo, hay que ponerlo tiempo fuera. Usar toda la energía en contrariarlo nos quita tiempo para crear, pensar y construir el país de la revolución. Ya se ha demostrado. Atacarlo nos coloca en la contradicción permanente. Vendrá también su despecho, el no tener poder. Si usted lee los diarios, oye la radio y mira la televisión, verá conflicto, 90% de negatividad y adulación, loterías, comiquitas, sopa de letras, amarillismo, sexo, propaganda, mercantilismo, todos están dentro, acompañando lo que niegan. Lo privado no es la nación. Como seria absurdo creer que los medios de comunicación son la libre expresión nacional.
El concepto gerencial, la corbata del capitalismo, cumple a cabalidad su papel: el de enrostrarle al pueblo su pobreza, el de volverlo mendigo y pedigüeño, adulante, traidor doble empobreciéndolo. Y al gerente en su potencial, dadivoso, en ocasiones visto con aureola, buena gente. Y a sus acólitos, edecanes y serviles, es decir al funcionariato complementario, en indefinido proscrito de la escalera o su metáfora. Sube y baja, lleva y trae.
Gerente entonces quien obtiene lo que quiere de sus sometidos, colchones, arcas y esclavos. Gerentes igual los sacerdotes, los médicos, los profesionales y los padres en sus familias. Gerente en fin, intermediarios de un sistema que los coloca allí a reproducir sus intereses y a perpetuarlo como sistema. Diría la realidad: denme un gerente y unos cuantos funcionariatos y haré arrechar y llorar al pueblo, someteré, empobreceré y esclavizaré hasta las nauseas. Denme las instituciones sagradas del capitalismo y su modo de producción y crearé la corrupción y la burocracia, la burguesía y los excluidos y lograré que todo intento de una patria amorosa y colectiva con la mayor suma de redefinición de la felicidad en sus ciudadanos, sea arar en el mar.
Excesivas son las razones por las cuales hay que transformarlo todo. No se debe inventar un mejor líquido para hacer más visibles las vidrieras del capitalismo. No es posible sentar al hombre nuevo en los escritorios, en los pupitres, en las oficinas ni en los restantes iconos encorbatados del capitalismo, sin volverlo a pervertir.
La transformanza, término para definir la esperanza que no se espera, que viene empaquetada ni que únicamente el cielo puede resolverla en la miseria o con la muerte para poder llegar al paraíso de los pobres, propone la transformación en camino, la utopía en marcha.
Perdamos la esperanza individualista. Vivamos como pueblo para poder construir esperanza colectiva. Y si también perdemos todo, lo perdimos entre todos, lo que significa que no hemos perdido nada.
Salud Darwin, tuviste tu tiempo, te tragaste al chico, vendiste incluso los muertos de la exclusión y para colmo la tierra para sus cementerios, pero la historia está por verse. Amanecimos y estamos viendo. Fundamentalmente lo que inventamos juntos, y sobretodo juntos como latinoamericanos. El odio es de ustedes por creer que la revolución les quitará su dinero, y lo que quisiéramos es quitarle la venda. Sólo se vive una vez y mas hermosamente aún, si es como patria.
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