Retumba en el corazón de la tierra el canto de la Internacional. Hay gente que lucha toda la vida. Hay gente que da su vida por el bien de todos. Gente que cree en la solidaridad. En la igualdad. Gente que no es feliz mientras ve que otros no lo son y trata de aportar sus energías a la búsqueda de un mundo mejor. Ateos más cristianos que el Vaticano. Son los comunistas.
Comunista es un ser humano que desde muy joven entra en contradicción con las injusticias del mundo en que vive. En su hogar, en el liceo, en el trabajo, observa como los dolores y carencias de las mayorías son la fuente de los privilegios de una minoría avara. Al comienzo reacciona con rebeldía instintiva, se opone a los designios de las instituciones dominantes: familia, autoridades, religión, etc… Tal vez los de su edad lo vean como alguien raro, que quiere llamar la atención o que tiene ideas de viejo. Tal vez lo consideren aburrido.
Sin embargo, estas personas comienzan a llenar sus reflexiones de sabidurías profundas, recogidas de las experiencias de otros iguales o de las lecturas a que los empuja su intensa necesidad de descifrar los enigmas de la sociedad. El ansia de saber es una característica típica de todo militante revolucionario. Conocer la historia de los hechos que nos trajeron a la situación actual, las realidades de otras naciones, los principios filosóficos y científicos que tratan de explicar la existencia misma, son temas magnéticos para el voraz lector que debe ser todo comunista.
Estas inquietudes terminan buscando cauce. Viene la necesidad de organizarse y expresar las ideas, para unir fuerzas y buscar el cambio. Entonces, los compañeros de estudio o trabajo, la familia, los vecinos y amigos, comienzan a ser blanco de nuestra campaña permanente por despertar conciencias y captar adeptos para la causa que consideramos justa y correcta. Porque un revolucionario de este tiempo, patriota, socialista, antiimperialista, tiene que ser prioritariamente un propagandista de sus ideas. La lucha contra la manipulación ideológica del sistema dominante no deja lugar a treguas. Es la guerra de las guerras. El enemigo cuenta con los grandes medios informativos y de entretenimiento, y los utiliza bajo orientaciones probadas en laboratorio, para reproducir el sistema de dominación y garantizar su preeminencia. Nosotros hemos tenido que usar hasta técnicas artesanales como el panfleto impreso en batea, el multígrafo, el megáfono, la pinta en paredes, todo con tal de llevar al pueblo la idea de la redención posible. Muchas veces a riesgo de ser reprimidos por los cuerpos de seguridad al servicio de las oligarquías.
En el pasado siglo XX, los comunistas ofrendaron sus vidas para detener y derrotar la bestia nazi-fascista logrando así un mundo más seguro. Se crearon por miles los sindicatos que fueron el soporte de las conquistas de la clase trabajadora. Se impulsaron sin precedente los derechos de género a favor de la mujer explotada y discriminada. Se estimuló la democratización del conocimiento científico y el derecho a la salud como un derecho universal del ser humano. Igual con la educación y el resto de derechos sociales.
Por eso no nos es extraño que en nuestras trincheras hayan militado los poetas: Neruda, Machado y Alberti, Nazoa, los más sensibles. Porque ser comunista es, ante todo, reivindicar valores, esos valores que nos legaron los primeros comunistas del siglo XIX, los fundadores, esos dos grandes amigos que fueron Carlos Marx y Federico Engels.
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