El Testimonio del General Medina sobre el 18 de Octubre (VIII)

Sin duda alguna que el golpe de Estado ideado por los altos líderes adecos, contando con el apoyo de un grupo de indignos militares, representó un revés al propósito de vivir en una verdadera democracia; la cual se intentaba establecer en el país. He aquí el último episodio de aquella desgracia sucedida al pueblo venezolano, cuando el General Isaías Medina Angarita ejercía la Presidencia de la República.

“Podía enfrentarme a la insurrección con las tropas leales y ello significaría una guerra civil más o menos larga, fuego y sangre sobre Venezuela, destrucción de vidas y riquezas, atraso, pobreza, desprestigio. Y acaso una intervención extranjera para proteger la seguridad de intereses vitales a la economía mundial; o podía, sacrificando mi persona, reducir al mínimum la conmoción, evitar la guerra, y salvar a Venezuela en todo lo posible del caos que la amenazaba. Pensé que el destino había puesto en mi mano la extraordinaria posibilidad de evitarle un inmenso mal a mi patria, y teniendo en mi mano la posibilidad de desatar una larga guerra civil, no vacilé un momento en sacrificarme, sacrificarme yo y nadie más que yo: tal fue mi pensamiento en la convicción de que ese sacrificio quitaría la causa de los graves trastornos que la República empezaba a sufrir y que el gobierno que surgiera, en cuyos componentes debía suponer siquiera sentimientos de patriotismo, continuaría la obra que el país necesitaba en la marcha hacia su destino. Como lo expresé en un documento público, “para evitarle a mi país los males de una prolongada conmoción, de la inseguridad, de la guerra civil y del desprestigio internacional, no vacilé un momento en sacrificar mi condición política, el prestigio del Gobierno que presidía, mi situación material y la de los míos y hasta el concepto que sobre mi valor de soldado pudiera formarse”

Desgraciadamente tal sacrificio fue inútil, porque si la guerra civil no se ha dese4ncadenado sobre el país, en cambio una situación de desorganización, que conduce al caos, sigue su marcha trágica, sembrando de dificultades de todo genero la vida de la Nación. Todos los improperios, todas las calumnias han caído sobre mi y también para muchos soy el culpable principal de los males que el país sufre. El gesto de desprendimiento, de abnegación verdadera y de inmolación total no ha sido ni siquiera comprendido y, mucho menos, apreciado. Hasta cobarde se me ha llamado y mil burdas versiones corren en los pseudo-héroes de la revolución y de sus interesados panegiristas. No se es cobarde cuando se asume la responsabilidad de un hecho y no se huye de esa responsabilidad. Si tal hubiera sido mi actitud, habría ido a buscar mi salvación personal al amparo de cualquier pabellón extranjero, en la sede de alguna representación diplomática, yo me quedé para responder en manos de mis enemigos de los cargos que contra mi pudiera haber; Quien tenía la responsabilidad del Estado no huyo, sino que, por un acto de su voluntad, se inmoló en beneficio de lo que creyó la tranquilidad para su patria. ¿Cuál de los pseudo-héroes del cuartelazo fue quien me hizo preso? ¿Cuál de ellos puede ufanarse de haber influido en la resolución que tomé? ¿Cual ha sido el héroe de este movimiento armado? ¿Cual de sus iniciadores o ejecutantes ha logrado por méritos de la acción el prestigio que le permita unificar voluntad y autoridad de jefe indiscutible?

Ya detenido en la Escuela Militar tuvo todavía una oportunidad más de demostrar mi profundo amor por Venezuela cuando expresé a unos de los conspiradores que para evitarle males al país no entregaran el Gobierno a ningún partido político, nuevo error que, sin embargo, ellos cometieron, y que ha sido justamente la causa de los odios, injusticias y desigualdades que no sabemos hasta donde van a llevar a Venezuela. Los que sobre mi dejan caer todas las culpas y gravitar todos los males permanecen callados ante la actitud de los verdaderos culpables, de los oficiales que olvidaron su juramento de fidelidad para deshonra de la Institución a que pertenecen y el dolor del pueblo que perdió su tranquilidad y su confianza: pero no es el juicio de los contemporáneos el que puede decir la palabra de justicia” Amigo lector, analice concienzudamente todo el testimonio que hace el General Medina Angarita de aquel hecho y saque sus conclusiones.

Abril de 2.008

joseameliach@hotmail.com


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José M. Ameliach N.


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