“Que mi nombre jamás sea unido a la tristeza”
Julius Fucik
Hace unos días, encerrado en las cosas de la cotidianidad, que envuelven y hasta embrutecen, pude leer así de pasada, muy rápido, una breve nota en el Diario Vea donde se recordaba un año más de la Masacre de Yumare, ocurrida el 08 de mayo de 1986. Saque la cuenta cronológica, ¡ 22 años¡ , vaya que el tiempo es implacable. De nuevo los recuerdos, de nuevo la tristeza, rápidamente la reposición de la alegría.
Por allá por 1979, conocí a Pedro Pablo Jiménez García en un “contacto” en un cafetín de la Avenida Baralt en Caracas. Llevaba unos lentes raiban oscuros, mostachos más o menos tupidos, el pelo indio abundante bajo una gorra tipo Rolando Laserie. En mi parecer el camarada llamaba mucho la atención en un “contacto” clandestino, su pinta era más bien de policía. Con que gusto nos reiríamos ambos tiempo después de aquella primera impresión.
En ese entonces Pedro recién había ingresado al partido, a Bandera Roja. Venía de años de militancia en el Partido de la Revolución Venezolana (PRV-FALN). Una vez me dijo que estuvo allí desde 1966 hasta que, en vista del abandono de la lucha armada y del alejamiento del campo de la revolución del PRV-FALN, decidió retirarse de sus filas como muchos honestos y consecuentes revolucionarios. En medio del fragor de la lucha sindical y obrera, en el que Pedro era viejo luchador, contacta al partido para seguir desde allí su incansable búsqueda por el Socialismo y la Revolución.
Formó, en el PRV, parte de la Dirección Obrera de Caracas – Radio Obrero le decían, siendo porfiado luchador en los predios del transporte como autobusero, Pedro era chofer de autobús, proletario del volante y allí se mantuvo en su puesto de combate aún después de que fue despedido e incluido en la lista negra, vetado por la pandilla gansteril del tristemente célebre Lucas Pérez, por ser un consecuente luchador. En cada empresa donde se presentaba era despedido de inmediato después de ser “sapeado” por la mafia adeca de Lucas Pérez. Sólo pudo conseguir de nuevo empleo en el sector, casi clandestinamente hasta que un día lo vieron de nuevo en la ruta y fue despedido. Hasta donde supe nunca más pudo trabajar en el sector. Pese a ello siempre estuvo en los núcleos obreros impulsando su organización aprovechando el cariño y aprecio que se había ganado de los obreros por ser un luchador intachable. Pedrito le llamaban, Pedrito el de “Ruta Unitaria”, que era un periódico de salida irregular pero muy combativa entre los autobuseros de Caracas. No era cosa sencilla lidiar con autobuseros, vaya si son un sector complejo. Eran trabajadores sometidos a condiciones realmente inhumanas y quizá por ello violentos y muy jodidos para no dejarse pisotear. Pedro Jiménez supo no sólo mantenerse sino ganarse el respeto y el afecto de los trabajadores del volante en Caracas.
Vera, que era su seudónimo en el partido, era un camarada tremendamente polémico, tanto que a veces hacía un problema de cosas que no lo merecían. Una vez coincidimos en que ese criticismo permanente le venia de la tremenda desconfianza que le había dejado la dirección del PRV y que nunca terminó de quitarse de encima. Bastantes arrecheras agarre con Pedro por eso de que ante cada cosa una discusión. Con todo, Pedro era un compañero como pocos que siempre mantuvo una actitud camaraderil, lejos de la arrogancia y la ofensa, por eso y por lo que nos unía como revolucionarios nos hicimos grandes camaradas.
Mi procedencia organizativa no era precisamente del Frente Obrero, yo venía del trabajo de retaguardia guerrillera cuando se me asigna como responsable de una de las células obreras de Caracas. Pedro no me vio con buenos ojos y en principio siempre conseguí en él contrapropuestas a las mías, objeciones a mis opiniones etc. Luego me confesó que no creía que estuviese en capacidad de dirigir al organismo, pues me vio muy joven, con “cara de estudiante”, lo que para el era inadmisible: “que bolas un estudiante dirigiendo a la clase obrera”. No fue fácil conducir el organismo. Cuando empezamos, a conocernos, a desarrollar el trabajo, que nos contamos experiencias, que me decía: ¡Coño!, yo creí que tu eras más carajito y estudiante!.
Pedro era un revolucionario y un comunista, sin duda alguna. Campesino hasta que se vino a Caracas desde el Estado Falcón, donde nació. Hombre de inclinación a vivir en el campo, sabía moverse muy bien en el monte y las pasantías en la guerrilla en Falcón quizá le marcaron con el habla campesina permanente. Recuerda ahora su gusto por la música llanera , en especial por el Cazador Novato, Pancho Prin y Santiago Rojas, como nos divertíamos escuchando aquellas canciones.
Ya en el partido estuvo en el Comité de Amigos “Mario Roberto Santucho” en cuyo seno se ventilaron múltiples polémicas, sobre todo a raíz de los golpes represivos de los años 82 y 83. En esa etapa, de revuelo interno después de Cantaura, fui asignado a otro regional y no supe más de “Vera” salvo que en medio de toda la agitación interna en medio de la represión y la dispersión, decidió retirarse del Partido y buscar nuevos derroteros por la Revolución.
Años después, la noticia de la masacre de Yumare nos impactó por el hecho mismo, pero sobre todo porque entre los caídos había un Pedro Jiménez. Efectivamente era Pedro Pablo Jiménez García, el camarada Vera. Tecleando la computadora me viene el recuerdo de su figura delgada, con su gorra a lo Rolando Laserie y sus bigotes canosos. Evoco las reuniones de campaña, en montañas a las afueras de Caracas, cuando entonando a lo bajito el A Bella Ciao: “...soy comunista toda la vida y comunista he de morir... ” cuando nos pintábamos la utopía de una Venezuela Socialista y de un mundo mejor. Con Pedro, murieron asesinados también, los camaradas Rafael Ramón Quevedo Infante, Ronald José Morao Salgado, Nelsón Martín Castellano Díaz, Dilia Antonia Rojas, Luis Rafael Guzmán Green, José Rosendo Silva Medina, Simón José Romero Madriz y Alfredo Caicedo Castillo.
Es muy difícil escribir sobre los compañeros asesinados sin pensar en sus asesinos. No voy a empañar esta nota que me propuse hacer con la impronta de la esperanza y el profundo afecto que me unió a Pedrito Jiménez, dedicándoles mayor espacio a aquellos criminales y malhechores que hoy se venden como consultores y especialistas de seguridad, como es el caso de Henry López Sisco, exjefe de operaciones de Disip y jefe del grupo delictivo que asesinó a aquellos camaradas. Pero no sería consecuente conmigo mismo y me quedaría un amargo en el alma si no expreso otra vez que los pueblos no olvidan a sus muertos, que la justicia y no la venganza es lo que impulsa a los revolucionarios y comunistas como Pedro Jiménez.
22 años después justa es la ocasión de recordar con alegría, insisto, a Pedro Pablo Jiménez y con él, a tantos que quedaron en el camino con sueños y esperanzas. Pedrito, camarada, desde donde quiera que estés ahora, recibe mi fraterno abrazo y la renovación del sueño que tantas veces compartimos del Socialismo en Venezuela, en ese camino andamos aún. Un abrazo y Venceremos¡.
rocinante2001@gmail.com