No hay práctica revolucionaria, sin teoría revolucionaria y viceversa.

Llevo varios días pensando en la mejor manera de redactar este artículo, de forma tal que no busquen entre líneas dobles intenciones, ni mucho menos le quieran dar otra interpretación, pues todos sabemos que vivimos rodeados de esos falsos revolucionarios que yo llamaría “seudos revolucionarios” y hombres indignos de representarnos en ningún frente de batalla.

Si alguno de esos “personajes” se siente involucrado, pido disculpas por anticipado, pero necesito sentirme bien conmigo misma, ser nuevamente yo, la malcriada irreverente, protestona, que no tiene pelos en la lengua, pero que siempre sincera y transparente escribo mi humilde aporte de opinión.

Reconozco que casi siempre mi verbo encendido cae mal, pero ese es mi karma, ya estoy acostumbrada a los tiempos de tormenta y no me arrepiento de lo que escribo y digo porque la palabra es para decirla descarnadamente, sobre todo en estos momentos, en que nos planteamos vivir una revolución transformadora y es importante profundizar sobre el tema, tomarlo como un planteamiento constructivo, pensar si realmente hacemos lo correcto y si seguimos los lineamientos del Presidente Chávez, porque estoy harta de tener que compartir espacios con personas así, tener que escuchar sus juegos de palabras huecas, disfrazadas de una dialéctica marxista que deja mucho que desear. Estoy totalmente decepcionada, pero nunca derrumbada.

Aprendí del Comandante Fidel que: “Solo los cristales se rajan los hombres y las mujeres, permanecemos de pie”.

En mis tiempos de bachillerato leí un libro de Vladimir Ilich Lenin, que planteaba lo siguiente: “No hay práctica revolucionaria, sin teoría revolucionaria y viceversa”.

Tal vez para esos tiempos tan alocados de mí juventud, viviendo en un país de convicciones netamente revolucionarias, nunca le di la importancia que merecen esas profundas palabras de Lenín.

¡Y cuánta verdad encierra la misma!

En estos últimos tiempos, he estado viviendo dentro de una incongruente situación filosófica. He pasado por momentos de encuentros y desencuentros, observando ciertas conductas en personas que se suponen teóricamente revolucionarias, que ya no sé si estoy falsamente alarmada, o es que los tiempos han cambiado, que la revolución se forma con otro estilo y otros principios y que mi poder de análisis y comprensión se quedaron guardadas en la nevera de lo obsoleto.

Pero como no quiero perderme en un surrealismo revolucionario, volví a desempolvar mi mente para recordar los libros que me permitieron conocer cómo se lleva a cabo una verdadera revolución, lo que es el marxismo, el reformismo, los planteamientos filosóficos de las teorías marxistas y a qué están expuestos los cambios sociales en una revolución dentro de las diferentes clases sociales y dentro de la propia revolución.

Hace falta una carga para matar bribones, para acabar la obra de las revoluciones….

Como diría Rubén Martínez Villena en el manifiesto de los 13.

Recordé, que la fuerza del marxismo reside en la unidad de la teoría científica y la lucha revolucionaria, que estudiar el marxismo sin participar en la lucha por la revolución, podía convertirnos en seres incapaces de dilucidar, cómo debe ser la lucha de clases en nuestra vida, o cómo enfrentarnos al capitalismo burgués, y cómo debe ser nuestro comportamiento dentro de esa lucha, para no darnos el lujo de caer en errores imperdonables que nos hagan improvisar, pues para que una revolución triunfe debe estar formada por hombres de verdaderos valores, principios y dignidad revolucionarias.

He sentido tristeza, al ver a un camarada supuestamente revolucionario, suprimirle su derecho a un trabajador, cuando por soberbia y rabia en su ambición de poder, abusa del mismo como un pequeño burgués, como el patrón de la cuarta republica que le quiere dar migajas a cambio de su trabajo. He sentido vergüenza al tener que callar y permitir que sucedan actitudes incorrectas, de las que estoy segura el presidente Chávez ignora.

¿Qué tipo de revolución es la que esa persona predica?

La falta de conciencia y orientación revolucionaria es la que daña los procesos revolucionarios, no se debe dejar que anden pregonando de una revolución socialista sino se predica con el ejemplo. Conozco a otros que se aprenden un tema y algunas palabritas y alardean de ser los grandes oradores políticos. Solamente reconozco un gran orador político, atreviéndome asegurar incluso que es el gran orador de todos los tiempos el Presidente Fidel Castro y el orador del Siglo XXI el Presidente Hugo Chávez, y no crean que estoy cayendo en el culto a la personalidad, porque no pertenezco al bando de los fariseos. Un consabido intelectual de lujo escribía, que la verdad era siempre para decirla, no para ocultarla.

Cansada de seguir aguantando las canalladas de las quintas columnas, de los falsos hombres de la vanguardia, y ante el derecho que me asiste la constitución, aquí estoy en el centro del combate, y como tiros de gatillos mis palabras sean la sentencia que los lleve a revisar sus conductas pues con esa clase de revolucionario no se puede forjar un hombre nuevo, no se puede avanzar hacia un futuro mejor.

A pesar de todo, yo todavía “tengo fe en el mejoramiento humano”.

*Asesora Comunicacional

feliprensaparla@yahoo.com



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