En anterior trabajo nos referíamos a la postura del compañero José Vicente de no admitir la existencia de una revolución en curso en la República Bolivariana de Venezuela; no obstante, los hechos –desde nuestro punto de vista- constatan una realidad diferente a la presentada por José Vicente. Hagamos un poco de historia, para ver desde donde venimos para mejor comprender los tiempos actuales. Recuérdese que después de la insurgencia popular del 27 de febrero, lo que se conoce en nuestra historia como “el caracazo”, en contra de las políticas neoliberales de Carlos Andrés Pérez, sobrevendrían las insurgencias militares del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 2002, para seis años después elevar al Comandante Hugo Chávez a la presidencia de la República, por la vía electoral.
Este gobierno insurgente, se planteó como bandera fundamental, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente para refundar la República sobre la base de una nueva Constitución, planteamiento profundamente revolucionario, sobre todo si consideramos que el mismo conllevaría a la sustitución del viejo sistema de dominación surgido a la caída de Pérez Jiménez en 1958, conformado sobre la base de los partidos burgueses AD y Copei, la patronal Fedecámaras, la CTV (burocracia sindical) y el imperialismo de los EEUU, cuyo dominio se extendió durante medio siglo de políticas que solo dejaron hambre y miseria.
Después de casi una década de Gobierno Revolucionario, el viejo régimen burgués da muestras fehacientes de su extinción, los partidos en los que sustentó su dominio, AD y Copei, hoy día son repudiados por la mayoría de la población; la CTV se ha convertido en un cascarón vacío que cuenta con muy pocos sindicatos afiliados, Fedecámaras está en la misma situación, quedando la resistencia al proceso de transformación social, actualmente en curso, en las manos desnudas del imperialismo de los EEUU, que paga sustanciosas sumas en dólares por los servicios de oposición al Gobierno Revolucionario, convirtiendo a éstos en verdaderos mercenarios de la política imperial estadounidense.
Desplazada de la dirección del Estado, la burguesía proimperialista, una nueva alianza de clases comienza a regir los destinos del Estado a partir de la llegada de Chávez al gobierno; alianza en la que convergen trabajadores del campo y la ciudad, militares, profesionales de la clase media, indígenas, mujeres, quienes bajo la dirección suprema del Comandante Presidente Hugo Chávez, reorientan el accionar del Estado en la garantía para el pueblo de salud, educación, vivienda, seguridad, a los más pobres, aquellos que en la cuarta república fueron desatendidos. Es el Estado Popular que nos hablaba el hoy furibundo opositor y protagonista del golpe fascista de 2002, el jesuita y rector de la Ucab Luis Ugalde, en el folleto del Centro Gumilla: “Socialismo y Proyecto Nacional”, definiéndolo en los términos siguientes: “En lo ideológico, el Estado ya no aparece como la iglesia que por vía de autoridad impone el control de las conciencias, sino que su papel es percibido mucho más positivamente como factor primordial de promotor de cultura. Sus amplios presupuestos educativos que permiten el acceso masivo y gratuito a la educación sistemática y a otros medios culturales, hacen que el Estado sea visto por los trabajadores más como auxiliar que como mero instrumento de dominación (...) la acción del Estado se extiende en forma creciente y positiva a la seguridad social, a los servicios gratuitos de salud, construcción de viviendas subvencionadas (...) Aparece además legislando para controlar los abusos del capitalismo. La mayoría de la población trabajadora percibe que sin la presencia de este benefactor activo, muchos de los beneficios logrados en educación, salud, vivienda, seguridad, serían imposibles. El Estado es empresario y empleador...”
Estos cambios y muchos más, los está viviendo y sintiendo el pueblo venezolano en salud, educación, cultura, vivienda y hábitat, con las Misiones Bolivarianas; en el plano jurídico, con la leyes habilitantes que tanto disgustan a la burguesía y sus viejos partidos. En el plano económico, merece nuestra atención, las nacionalizaciones y expropiaciones, que por estos días lleva a cabo el Gobierno Revolucionario, en la Faja Petrolífera del Orinoco, Sidor, el Banco de Venezuela, la Cantv, Elecar, las cementeras, transportes de combustibles líquidos, la creación de empresas de producción social, en fin, el impulso a la industrialización del país con apoyo de Argentina, Irán, China, Rusia, el proceso de integración de Sudamérica, el Alba, MERCOSUR, entre otros mecanismos, que como lo ha ratificado el Comandante Presidente persiguen el objetivo de enrumbar a Venezuela al Socialismo.
El economista y revolucionario ruso, Preobrazhenski en “la Nueva Economía”, definía este proceso en el ámbito económico, como “período de acumulación socialista primitivo”, consistente en: “una acumulación entre las manos del Estado de los recursos materiales, sacados principal o simultáneamente de fuentes que se hallan fuera del complejo de la economía de Estado...”, siendo el objetivo de esta acumulación: ir sustituyendo del conjunto de la economía, las relaciones de producción existentes, de tipo capitalista, por unas relaciones de tipo socialistas.
Aquí es bueno señalar, que las nacionalizaciones de medios de producción y de intercambio, su estatización, no quiere decir su socialización. Como bien lo precisaba en “La Revolución Traicionada”, Trotsky: “la propiedad privada para llegar a ser social, debe pasar inevitablemente por la estatización, de la misma manera que la oruga, para convertirse en mariposa, debe pasar por la crisálida. Ahora bien, la crisálida no es una mariposa. Miles y miles de crisálidas mueren antes de convertirse en mariposas. La propiedad del Estado no se convierte en la del “pueblo entero” sino en la medida en que desaparecen los privilegios y las distinciones sociales y, por consiguiente, el Estado pierde su razón de ser. Dicho de otra manera: la propiedad de Estado se convierte en socialista a medida que deja de ser propiedad de Estado...”
Como bien lo señala el Comandante Presidente Chávez: “sin clase obrera no habrá socialismo auténtico y verdadero...”, el Estado en transición se irá transformando en socialista y, por ende, aniquilándose, solo en la medida que en su gestión se vaya haciendo realidad la participación efectiva de los trabajadores y las trabajadoras, como lo reafirma Engels en su “Anti-Düring”: “el proletariado se apodera del poder público y, en virtud de este poder, transforma los medios de producción sociales que escapan de las manos de la burguesía en propiedad pública. Por medio de este acto, libera a los medios de producción de su cualidad anterior de capital y otorga a su carácter libertad plena para imponerse. En adelante es posible una producción social según un plan determinado...” Es por ello, el llamado urgente que hace el Comandante Presidente a la unidad de la clase obrera, a su organización, a dejar a un lado las divisiones en su seno, y a jugar el rol histórico, de vanguardia, a que están destinados a ejercer para que en su punto de ebullición, la Revolución Bolivariana pueda transformarse en Revolución Bolivariana Socialista, estando siempre atentos al alerta que hacía Fidel en un discurso suyo en los años 70: “No puede ser que un grupo de hombres superinteligentes dirijan a las masas hacia su bienestar y que éstas permanezcan pasivas. Esto no sería una revolución (...) Sin las masas, el socialismo pierde la batalla, se burocratiza...”
De esto y, mucho más, trata la Revolución en curso que tanto pregona el Comandante Presidente Hugo Chávez, compañero José Vicente, un objetivo de la humanidad que alcanzaremos concientemente, como nos recomendaría el Che.
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