El capitalismo es el generador del fascismo. Allí radica la semilla de este
mal mundial. La experiencia de su nacimiento es producto de la sumisión de
la razón del ser a la voluntad controlada por el poder del totalitarismo.
Fascismo es violencia y propaganda alienante. Todo por establecer la
preponderancia de una clase sobre el conjunto de la sociedad.
Lamentablemente, el fascismo y sus análogos políticos diseminados por todo
el mundo, son mayoría. La tan mentada democracia occidental tiene una base
de control sustentada en elementos fascistas. Y, en esta realidad del siglo
XXI, esos preceptos que se tornan en símbolo de las potencias mundiales
respaldadas por las grandes corporaciones transnacionales, han penetrado
todos los continentes de La Tierra (hasta Asia ha cedido a sus tentaciones)
para establecer los conceptos que asume más del 60% de la población mundial.
Afortunadamente, en Venezuela la minoría rebelde y buscadora de libertades
para consolidar la emancipación del pueblo logró superar a la mayoría y
hacerse del gobierno. Minoría que se convierte en mayoría relativa pero no
absoluta. No obstante, es gobierno y por lo tanto ejerce el poder con base
en postulados democráticos orientados a la sustitución del modelo político y
del establecimiento de una nueva sociedad con nuevos rasgos culturales
determinantes de la independencia nacional.
Ahora bien, en este punto crucial nos encontramos. La Revolución Bolivariana
se confronta con estructuras de poder (procede de elementos internacionales
y nacionales) cuya dirección presenta perfiles fascistas. Se destaca en ese
choque frontal la negación de la ideología por parte de las fuerzas
oponentes a la Revolución. Posturas conceptuales pertenecientes a un marco
teórico diametralmente opuesto al del revolucionario. La ideología es una
fuente nutriente del Proceso y, desde su génesis, las fuerzas fascistas la
han considerado como una amenaza a su hegemonía. De manera contraria, para
el revolucionario la ideología es un factor político indispensable para
lograr: (i) fortalecer la racionalidad de los sectores afectos a la
Revolución; (ii) solidificar la base teórica conceptual de la tesis que
sostiene el Proceso Bolivariano; y, (iii) apuntalar la espada de lucha para
vencer al oponente.
Como el marco teórico de la oposición está concebido sobre la interpretación
del mundo y la vida basado en los valores que impone el capital, su
referencia para juzgar, evaluar y analizar la gestión de Estado y los
programas de desarrollo del gobierno revolucionario nunca será compatible al
patrón que ha internalizado. Por lo tanto, medios de difusión (propaganda),
medios de producción (en manos privadas) y estructuras de gobierno
(gobernaciones y alcaldías) adscritos a ese sector nunca aceptarán la razón
y los logros del gobierno revolucionario; ni permitirán el triunfo del
socialismo sobre el capitalismo. Son visiones opuestas. La pelea de ellos es
por preservar su propia vida mundial.
Por eso, aún siendo mayoría relativa y gobierno con apoyo popular, si no
blindamos la conciencia con los principios socialistas y nos dedicamos a la
difusión ideológica, esa oposición con rasgos y características fascistas
que se vincula con el poder mundial puede someter a la Revolución. Por ser
mayoría y con hegemonía mundial casi absoluta, el fascismo no para ni la
maquinaria de su propaganda ni el terror para derrotar a quienes lo retan.
izarraw@cantv.net
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