La palabra Toas se comienza a leer en las crónicas y documentos de la conquista desde sus inicios. Generalmente la usaban para referirse a los pueblos indígenas que habitaban en las riberas del Lago de Maracaibo en su estrecho próximo al Golfo de Venezuela. Indistintamente usaron los términos aliles, zaparas, arubaes, toas y onotos, entre otros, correspondientes todos a la nación añú, alias paraujana, que habitó originariamente el estuario lacustre.
Pero, tal vez haya sido el 15 de julio de 1579 cuando Isla de Toas fue nombrada por primera vez en la escritura de los invasores españoles. En la Descripción de la Ciudad de Nueva Zamora, su término y laguna de Maracaybo, hecha por Rodrigo de Argüelles y Gaspar de Párraga, se puede leer, en el numeral 48º “A la boca de esa laguna hay una isla que parte la Laguna en dos bocas… esta isla se llama la isla de Toa”.
Cartográficamente, es en un mapa-plano de 1774, titulado “Plano del Saco, Barra, Laguna y Fortificaciones que existen a la entrada del Puerto de Maracaibo”, de autor desconocido, donde aparecen por primera vez reseñadas las ubicaciones de Moján, y, en grafo algo difuso, por la caligrafía de la época y la vejez del documento, la isla de Toas, que parece escrita con una hache intercala, Toha, ó como Toan. Zapara, en cambio, siempre fue muy nombrada por los españoles y su nombre se lee en los mapas desde 1707, por lo menos.
En otro mapa de 1786 que está en el Museo Naval de Madrid, ya aparece El Moján, precedido de su artículo, y Tohas, con su hache intercalada, pero en plural.
Toa es palabra de raíz típicamente arawaka, tronco lingüístico común del añú y el wayúu. Si partimos del supuesto razonable de que el prefijo to cumple funciones de pronombre posesivo de primera persona, pudiéramos agregarle como sufijo la palabra uuchï, que significa cerro. Entonces la voz original sería t’uuchï, que sonaría más o menos toach, dada la presencia de la glotal (pausa o silencio en la pronunciación de la palabra), simbolizada por el apóstrofo, y la gutural ï, cuyo sonido se ahoga en el fondo de la garganta.
Toas entonces traduciría “mi cerro”, lo que tiene lógica, porque aludiría directamente la constitución orográfica de la isla.
Por suerte, la lengua madre arawuaka está regada por toda la región caribeña y norte de Suramérica, y contamos con una prolija toponimia que nos permite establecer símiles y comparaciones, para aproximarnos a deducciones sólidas.
Como es bien sabido y se ha comprobado hasta por estudios basados en la ciencia biogenética, la población aborigen de las islas antillanas es oriunda, fundamentalmente, de las costas de lo que hoy es Venezuela. Hecho que ocurrió hace miles de años, probablemente por las migraciones arawakas producidas por las agresivas oleadas caribes-amazónicas que avanzaban desde el sur.
Pues, resulta que, tanto en Cuba como en Puerto Rico, encontramos la ancestral palabra Toa, y, qué casualidad, está relacionada con la presencia cuantiosa de la piedra caliza. No se trata de una casualidad, es una causalidad.
La cuenca del río Toa en Borinquen está sembrada por todos lados de la porosa roca, y en Cuba, para que nos suene más familiar, la zona cuenta con unos famosos “mogotes de Toa” que son cerros atapuzados de la misma piedra de que está hecha la bellísima porción de agua rodeada del excelso cantor Víctor Alvarado.
Isla de Toas, tierra querida, sois la piedra fundacional de nuestro amor al Lago de Maracaibo, patria de los añú.
"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..."
Simón Bolívar, El Libertador.