Estoy convencido de que en este país mucha gente se está engañando o está tratando de convencernos de algo que no es cierto, al decir que el pueblo ha adquirido una conciencia revolucionaria y socialista. Y es que en el fondo, el Presidente Chávez y muchos funcionarios, dirigentes y muchas otras personas que afirman eso, se dan cuenta de que el único factor que hace de un país, una comunidad socialista y que puede garantizar que ese sistema perdure, es “un pueblo socialista”, por ello quisieran que fuera cierto que nuestro pueblo ha adquirido conciencia socialista.
Lamentablemente, lo que ha ocurrido en Venezuela en los últimos diez años (unidos a los cuarenta anteriores), ha dado como resultado un pueblo cuyo comportamiento no podría estar más alejado de lo que debe ser “el socialismo”: un ciudadano socialista debe ser: respetuoso de la ley y de sus semejantes, honesto, solidario e igualitario. Pero, ¿qué se ha hecho para tratar de formar esta clase de ciudadano? La respuesta es: nada, o mejor dicho, todo lo contrario.
En cuanto al estrato social de los poderosos, adinerados, empresarios, comerciantes, etc., el gobierno ha sido incapaz de obligarlos a cumplir las leyes y los ha dejado que pongan al país en serias dificultades sin que se haya aplicado ningún castigo. Comenzando por el golpe de estado y el saboteo a la industria petrolera, hechos de los cuales, los verdaderos culpables, los autores intelectuales, siguen libres y disfrutando del botín que se llevaron. Los empresarios y comerciantes han acaparado, han creado desabastecimiento, han sido los culpables de la inflación, se propusieron hacer fracasar la reconversión monetaria y lo lograron. Han hecho que la vivienda suba de precio, en los últimos diez años, hasta un mil por ciento. Prácticamente lo mismo ha ocurrido con los vehículos. Se habló de regular los precios de los servicios de salud privados y nada se hizo. En este momento, esos poderosos están empeñados en crear una hiperinflación para obligarnos a sufrir los efectos de la crisis, y el gobierno está dejando que lo hagan. Así podría dar muchos otros ejemplos. ¿Qué tiene esto que ver con la formación de un pueblo socialista? Muy simple: NADA. Muchas personas han llegado al convencimiento de que en este país se puede dar golpes de estado, sabotear la principal industria nacional, insultar a quien sea, robar, atentar contra la economía del país y nadie será castigado. Se ha formando un pueblo deshonesto, irrespetuoso, nada solidario ni igualitario, todos principios contrarios al socialismo.
Si analizamos al ciudadano de la calle, aquel con el que nos cruzamos todo el tiempo, la situación es igual o peor. Da la impresión de que el pueblo (cuando digo pueblo me refiero a pobres, menos pobres, ricos y más ricos, opositores y oficialistas) ha entendido el socialismo como el sistema en el cual se consigue dinero como sea, menos trabajando, para poder dedicarse al consumismo desenfrenado, comprarse una 4 x 4, sentirse realizados y superhombres, invitar a sus “amigos” cómplices a hartarse de comida y bebida de la cara, por supuesto acompañados de música a todo volumen para que los vecinos se enteren. Se ha formado un pueblo irrespetuoso, abusador, mal educado, violador de cuanta ley existe, ladrón en un gran porcentaje, formado por individuos que se consideran, cada uno de ellos, como los únicos con derechos y sin deberes ni obligaciones. En resumen, un pueblo salvaje como nunca antes. Todos esos defectos y vicios están tan arraigados en el venezolano que mucha gente ni siquiera se da cuenta de ello porque nunca han sabido lo que es honestidad, respeto (a las personas y a las leyes) y buena educación. Lamentablemente, nuestra juventud es el principal exponente de ese comportamiento. Y todo gracias al mal ejemplo dado con la impunidad ante todo delito, la debilidad del gobierno a todos sus niveles desde el Presidente Chávez hasta el último funcionario, la falta de castigo para todo tipo de violación a la ley, para el irrespeto, el abuso y las agresiones contra otras personas. Y lo peor es la corrupción de las autoridades y su complicidad con los delincuentes. Esa es la “educación” que ha recibido nuestro pueblo en estos últimos años, o mejor dicho, en los últimos cincuenta años. Nada enseña mejor que el ejemplo, sobre todo el mal ejemplo. Un gran porcentaje de los que se dicen “revolucionarios socialistas” son como aquellas personas que viven metidas en la iglesia, rezando y dándose golpes de pecho y cuando salen de allí se transforman en verdaderos demonios.
Supongo que, entre los que han leído hasta aquí, ya habrá unos cuantos maldiciéndome por contrarrevolucionario, traidor, etc. Pero, yo los invito a salir a la calle, caminar o manejar unas cuantas cuadras y contar los abusos y las infracciones que observe, de los motorizados y conductores de otros vehículos, peatones, autoridades, etc. Luego trate de entrar en el Metro en una hora pico, sobre todo si es Ud. una persona mayor o una mujer; luego entre a un supermercado y a algunas tiendas y averigüe precios de alimentos, ropa y calzado; y cuando haya terminado su paseo, dígame si tengo razón o no. Por supuesto, solo si ud. es una persona educada, respetuosa y de pocos recursos, podrá darse cuenta de lo que he estado escribiendo, es cierto.
Ciertamente, es difícil decir si el tipo de personas que he descrito aquí, son la mayoría del pueblo venezolano o no. Sin embargo, su presencia y su influencia son tan notorias que parecieran ser mayoría. Esta incertidumbre hace que el Presidente Chávez se encuentre en una coyuntura muy difícil de enfrentar, porque esta pudiese ser la última oportunidad para enderezar el rumbo del país.
Si el Presidente Chávez decide cambiar, gobernar con seriedad y mano firme, (por supuesto, con la ley por delante), esto es, si se castiga a todo el que viole los derechos de otro u otros, al que viole las leyes o sus reglamentos; si se ataca la corrupción con efectividad, sin discriminar entre opositores y “revolucionarios”; si se pone fin al acaparamiento y a la especulación con medidas drásticas y definitivas, etc., el presidente podría perder muchos de los votos de los malos ciudadanos citados antes, y si estos resultan ser mayoría, la reelección del Presidente Chávez estaría en peligro, porque ellos no querrían que se acabe este bochinche. Preferirían votar por alguien que les garantice la continuación del desorden y el caos actual. Sin embargo, en mi opinión, el Presidente Chávez y el gobierno no tienen otra alternativa que comenzar a gobernar con la fuerza y la seriedad que no se ha mostrado hasta ahora. La oposición cada vez gana más terreno, se han dado cuenta de que el presidente y sus funcionarios amenazan y no cumplen sus amenazas, que el presidente da órdenes y no las hace cumplir.
Cambiar esto en el tiempo que queda para las próximas elecciones es prácticamente imposible, teniendo en cuenta el tipo de funcionarios que tenemos y su forma de hacer las cosas, su incapacidad y su ineficiencia. En estos días nos cansaremos de oír al Presidente Chávez reclamar a esos funcionarios todo lo malo que han hecho y lo que han dejado de hacer. El Presidente se acaba de dar cuenta de lo cara que está la vivienda y los vehículos, entre otras cosas. Al parecer, el todavía creía en la regulación de los alquileres, uno de los tantos decretos siempre burlados. Si él no mantiene una vigilancia constante, en dos o tres semanas pasará este “operativo” de revisión, rectificación y reimpulso, (como ocurrió después de la derrota de la reforma constitucional) y todo continuará como antes y ese gran porcentaje de venezolanos que han convertido el país en este enorme y desagradable caos, seguirá haciendo lo que les dé la gana. Esto ya se está observando. Y, lamentablemente, el loable propósito del Presidente de construir el “Socialismo del Siglo XXI” habrá fracasado, principalmente por su propia culpa. No puede hacerse una revolución en un país, con todas sus instituciones, toda su burocracia, toda la maquinaria del estado y buena parte del pueblo, corruptos, si no se establece una justicia revolucionaria, un sistema en el cual el castigo a todo tipo de delito sea inmediato y acorde con el delito en cuestión. Una verdadera revolución no puede depender de un sistema de justicia ineficiente y corrupto, incapaz de castigar sin miramientos y sin dilación a que quien comete un delito. Es preferible equivocarse alguna vez castigando a quien no lo merece, que equivocarse siempre por no castigar a nadie.
Sin castigo no hay patria, no hay socialismo, no puede haber ni siquiera, civilización.
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