El tránsito del capitalismo
neoliberal al nuevo socialismo nos exige establecer una clara diferenciación
entre el camino a recorrer y las metas a alcanzar, entre el socialismo
a que aspiramos y la transición necesaria hacia ellas.
Porque ciertamente una
cosa es el tránsito al socialismo y otra el socialismo como modo de
producción y distribución consolidado, sistema político e instituciones
de profundo calado social, cultura colectiva solidaria y salto cualitativo
en la transformación de los seres humanos.
El tránsito es el proceso
que conduce a esa meta y se diferencia de ella en que contiene no pocos
elementos del pasado capitalista y precapitalista, especialmente en
los países de capitalismo medio o bajo, o de capitalismo dependiente
y tardío, como le llaman algunos autores.
Una cosa trae a la otra:
permite avanzar progresivamente en una determinada dirección.
La socialización de
la economía, la democratización y extinción paulatina el poder estatal,
la generalización de la cultura solidaria, los cambios necesarios en
la conciencia individual y colectiva, no pueden darse en actos instantáneos
o de corta duración. Es más bien una orientación y una práctica
transformadora de mediano y largo plazo.
Y esto es una verdad
mayor en el caso de países de capitalismo atrasado y dependiente, sometido
durante años, por demás, a la recolonización neoliberal y a sus efectos,
acompañada muchas veces de fuertes o débiles herencias precapitalistas
y de serias precariedades en todos los órdenes.
Se trata no solo de un
proceso transformador, cuya velocidad, profundidad y extensión, varía
por países en función de los obstáculos a vencer, de las trabas a
superar y de la correlación entre las fuerzas del cambio revolucionario
y las fuerzas contrarrevolucionarias internas y externas; si no
también de un proceso multifacético e integral.
El capitalismo en general,
y el latinoamericano-caribeño por igual, no es solo un modo de producción,
sino sobre todo un sistema de dominación integral, que incluye otras
esferas de la economía e importantes vertientes sociales, jurídicas-políticas,
institucionales, militares, ideológicas, culturales…
Si en la economía es
inviable una socialización instantánea, también lo es en los demás
aspectos de la vida en sociedad.
Las cambios de una formación económica-social, política y cultural a otra, de un sistema a otro, enfrentan altos grados y variadas formas de resistencia, requieren de transformaciones profundas, exigen procesos y niveles de conciencia revolucionaria, demandan nuevas formas organizativas, nuevos métodos de gestión y participación, nuevas bases constitucionales, nuevas leyes, cambio de mentalidad…que tardan en lograrse. Y esto se complejiza en la periferia dependiente tratándose de un sistema mundializado como lo es el capitalismo actual.
- Denominar el tránsito revolucionario por su nombre.
Por eso, cuando nos referimos
a las alternativas al capitalismo, procede hablar del tránsito hacia
una sociedad post-capitalista, que históricamente ha sido conocida
como sociedad socialista o socialismo.
Tránsito o transición
es palabra clave para reflejar en la denominación del periodo transformador
el carácter procesal de los cambios, evitando así etiquetar con el
nombre de socialismo lo que es un proceso hacia él, cargado de herencias,
trabas y limitaciones a superar.
Esto, además, descarta
mitificar la realidad y cargarle al socialismo los problemas y limitaciones
del difícil y complejo tránsito hacia él.
Por eso no creo saludable
ponerle el rótulo “república socialista” al país, o al conjunto
de países, que inicien una transición de ese tipo, obviando el hecho
de que sigue pendientes importantes transformaciones necesarias para
llegar a esa meta enfrentando las dificultades que ellas representan;
esto sin dejar a un lado realidades, creaciones colectivas y modalidades
imposible de pre-determinar m{as allá de ciertas predicciones también
cambiante en vista que solo la práctica es el criterio de la verdad
En nuestra América está bastante claro, que vistos siempre en forma dinámica los hechos acaecido en tiempos reciente, el punto de partida de la transición al socialismo consiste en desmantelar el modelo neoliberal impuesto y avanzar hacia una sociedad pos-neoliberal, socializando progresivamente, primer parcialmente y luego completamente, determinadas vertientes estratégicas, tanto en lo económico y social como en lo político y lo cultural.
- Neoliberalismo y post-neoliberalismo
En esta parte creo conveniente
apoyarme y tratar de enriquecer y matizar con valoraciones propias algunas
ideas y conceptos claves expresados por el Vicepresidente de Bolivia,
Álvaro García Linera, en ocasión del “Primer Encuentro de Pueblos
y Estados por la Liberación de la Patria Grande”, en el 2007 en Sucre,
Bolivia.
1) El neoliberalismo
ha implicado la disgregación y fragmentación, de las redes y organizaciones
sociales de apoyo, solidaridad y movilización de los pueblos. Y es
preciso reconstruir esas redes y movimientos, teniendo presentes las
transformaciones irreversibles operadas en viejos sujetos sociales y
la aparición de nuevo actores.
2) El neoliberalismo
se ha consolidado, privatizando todos, o gran parte, de los recursos
públicos; transfiriendo al capital privado las riquezas colectivas
(empresas del Estado, servicios públicos, fondos pensiones, puertos,
aeropuertos, carreteras, tierra, boques, playas, minerales, agua…).
Esto exige desprivatizar
la riqueza colectiva, devolviéndosela a sus verdaderos dueños.
Esto equivale concretamente a desprivatizar para socializar esos recursos, cuidándonos de no volver al estatismo centralista, cargado de prácticas clientelistas y burocracia ineficiente, corrompido y corruptor, que le sirvió de pretextos a las privatizaciones y se convirtió en una de las causas fundamentales tanto del fracaso del desarrollismo capitalista tipo keynesiano en nuestra América como del colapso del “socialismo real” que llevó la estatización y la burocratización del poder a grados superlativos.
Esta desprivatización,
en dirección a la socialización, implica un alto grado re-nacionalización,
recuperación de soberanía y autodeterminación, en la medida las privatizaciones
han favorecido sobre todo al capital extranjero-transnacional.
3) El imperialismo se
impuso achicando las funciones económicas y sociales del Estado, no
así la represiva ni las que sirven de apoyo al gran capital privado.
De un Estado bajo control del bloque capitalista-imperialista dominante
y de una partidocracia, una claque de nuevos ricos y un generalato mafiosos.
Y esto demanda antes
que nada sustituir ese Estado decadente. Producir, mediante procesos
muy diversos y originales, la revolución política necesaria, el cambio
de actores y sujetos sociales en los mecanismos de poder creados primero
como contra-poder paralelo y luego como poder alternativa expresado
también en una nueva institucionalidad y un nuevo Estado
A partir de esa ruptura
política con lo viejo se requiere potenciar y reposicionar el Estado,
porque solo con un Estado fuerte podemos presionar, negociar y obtener
logros en un contexto internacional adverso, hegemonizado por los partidarios
de la globalización y la recolonización neoliberal. Un estado fuerte
en lo económico, fuerte en lo cultural, fuerte en lo militar –aliado
a otros estados similares en nuestra América y en el mundo- le ofrece
a los movimientos sociales y a las fuerzas del cambio revolucionario
un escudo de protección.
Hablamos de reforzar
el Estado, pero no en el sentido del viejo capitalismo de Estado o del
fracasado y mal llamado “socialismo de Estado” (mas bien anticapitalismo
de Estado, mezcla de la explotación del trabajo asalariado poder burocrático,
incluido el poder decisorio sobre el excedente de la explotación y
posicionamiento antiimperialista y anticapitalista).
Hablamos de potenciar
y reposicionar un Estado permanentemente controlado y atravesado por
la dinámica, las luchas e iniciativas de los movimientos sociales y
de las fuerzas políticas revolucionarias, que deben mantener su autonomía,
capacidad de presión y poder de decisión; evitando que el nuevo Estado
se convierta en presa de de los administradores y gerentes o de los
viejos y nuevos empresarios y de las nuevas modalidades de privatización;
evitando que esas fuerzas sociales y políticas organizadas se fusionen
con el Estado y desnaturalicen sus roles. Creando, en fin, poder desde
la sociedad civil que posibilite control social popular y ciudadano
de la gestión pública.
4) El neoliberalismo
se ha implantado, desplegado y consolidado, expropiando la participación
del pueblo, comercializando y privatizando la política y sus instrumentos
(partidos, instituciones), reduciendo la democracia al acto ritual de
depositar el voto cada cuatro, cinco o seis años; secuestrando las
decisiones, arrebatándosela al votante, corrompiendo, posibilitando
que un puñado de magnates y las corrompidas elites de los partido tradicionales,
subordinadas al imperialismo, se roben la representación del pueblo
y actúen por él.
Este aspecto, vinculado
a todos los demás de manera sobresaliente (dado el peso del poder político-gubernamental-estatal),
nos emplaza a combatir el neoliberalismo desplegando y potenciando múltiples
maneras y formas de democracia, innovando en materia de participación
del pueblo, control social, congestión y autogestión en todas los
órdenes, exigiendo e imponiendo participación en las decisiones, en
todo lo que sucede en el país, desde la inversión en los municipios,
presupuestos de alcaldías, presupuestos de empresas y de gobierno,
hasta las firmas de convenios internacionales, programas de cooperación,
contratos empresariales y política exterior. Eso es poder popular,
ciudadanía activa y consciente, contrapoder desde las bases y sectores
medios de la sociedad capaz de derrotar el poder de la minoría y todas
las modalidades de opresión y exclusión.
Esto implica nueva democracia,
democracia participativa e integral, combinación de representación
y democracia directa, despliegue de la democracia de base en barrios,
campos, zonas obreras, empresas, escuelas, universidades, clubes culturales,
sistemas de salud, educación, deportes…Democracia integral a favor
de las clases y sectores explotados y excluidos, del género oprimido,
de las razas discriminadas, de las generaciones subordinadas y afueriadas.
Y requiere de la creación
del poder constituyente autónomo, de sucesivos procesos constituyentes
que cambien las bases jurídicas sustantivas y abran paso a la nueva
institucionalidad, a apoyado en la gestación del contrapoder y del
poder social y político alternativo en gestación
Una línea programática,
de acción popular y creación de nuevo poder de ese tipo posibilita
– ya hay experiencias en esa dirección- desmontar en forma más o
menos acelerada el modelo neoliberal y la vieja y decadente institucionalidad
y abrirle espacio a la socialización progresiva, en función de prioridades,
necesidades y posibilidades estimuladas por la voluntad transformadora
de los/as actores/as revolucionarias. Significa –en caso de ponerse
en marcha- un avance hacia la transición al socialismo, que requiere,
claro está, de otras innovaciones, creaciones y transformaciones en
todos los órdenes.
Esto tiende a dinamizar
la sociedad post-neoliberal de esencia post-capitalista, creando las
premisas para una socialización y un desarrollo de más alto vuelo
de la economía, la política y la cultura.
Su dinámica ascendente
no podría prescindir de una adecuada separación, complementación
y armonía entre los movimientos sociales y demás fuerzas del cambio
revolucionario, de una parte, y el nuevo Estado que se vaya configurando,
de la otra.
Como el Estado es por
sí centralizador de decisiones, se requiere de la autonomía de
los movimientos sociales y las fuerzas político-sociales transformadoras
que por definición implican expansión y descentralización de las
decisiones.
El Estado es concentrador.
El Estado, aun en rol transformador, como poder central tiende a separarse
de la sociedad, y debe ser contrarrestado por las fuerzas que representan
la socialización de las decisiones, la democracia verdadera, el contrapoder
capaz de posibilitar el avance de la sociedad hacia el no poder.
Esa tensión, esa contradicción,
habrá de estar presente en todo el proceso de consolidación de
la sociedad post-neoliberal, en todo el curso de la transición al socialismo.
Solo habrá de desaparecer cuando se logre extinguir el Estado y crear
simultáneamente y a continuación una sociedad basada en la asociación
de seres humanos plenamente libres, intensamente solidarios y emancipados
de toda coerción y todo miedo. Seres humanos, mujeres y hombres, realmente
nuevos, liberados de egoísmos, de individualismos infecundos, espiritualmente
y socialmente destructivos.
La ética revolucionaria, profundamente humana y solidaria, que debe conducir a esa suprema meta estratégica, debe estar siempre presente a lo largo de ese proceso emancipatorio.
- Otras transformaciones dentro de la transición al socialismo.
Antes de llegar allá,
claro está, queda por recorrer un intenso y más o menos largo camino
de transformaciones en esa dirección; cambios y realizaciones que pasan
por completar la transición hasta consolidar y desarrollar el proyecto
socialista más haya del desmonte del modelo neoliberal y del avance
del pos-neoliberalismo y la vía no capitalista.
Ya tratamos lo relativo
a una parte y a determinados componentes de esa transición, vinculados
a decisiones de gobierno y de poder, de nuevos gobiernos y nuevos poderes
y contrapoderes.
Pero como dijimos que
la socialización progresiva debe superar en todo los planos el capitalismo
dependiente realmente existente, esto entrañaría más cambios transcendentes
en diferentes esferas y vertientes, tales como:
En las relaciones de
propiedad.
En la distribución del
ingreso nacional.
En las modalidades de
gestión de las empresas, entidades e instituciones públicas.
En las características
del mercado y de la economía.
En los procesos de integración
–cooperación con otras economías de la región, procurando mas poder
para contrarrestar la globalización neoliberal y la integración subordinada
a EEUU.
En las prioridades de
inversión en función de la felicidad de los seres humanos.
En la relación seres
humano y el resto de la naturaleza, incluyendo la superación de la
dinámica generadora de riqueza a base de empobrecer la naturaleza incluso
mejorando por periodos lasa condiciones de vida de los seres humanos
En la relación de poder
entre los géneros y en la familia.
En la relación dominante
de los adultos sobre jóvenes y niños.
En el tema étnico-racial
y sus articulaciones con el poder.
En el vínculo entre
lo civil y lo militar, las Fuerzas Armadas, las Policías, los aparatos
de seguridad y la sociedad civil.
En la ética política.
En las conciencias y
valores que mueven los seres humanos.
En el poder de información
y comunicación.
En la concepción de
desarrollo.
En la relación destructivas
de las tecnología sobre el ambiente y los recurso naturales.
En el tratamiento del
patrimonio histórico, cultural y científico.
En las relaciones internacionales.
En las bases constitucionales
del sistema jurídico-político.
En los valores de la
democracia y el tipo de democracia.
En la concepción sobre
los derechos humanos.
En el tratamiento de
la sexualidad.
En el vínculo entre
Estado y sociedad civil, Estado y movimientos sociales, Estado y organizaciones
políticas o político-sociales.
En el ejercicio del sufragio.
En los sistemas de administración
del Estado y sus instituciones.
En el concepto ciudadanía
y los derechos ciudadanos.
Y todo esto, lógicamente, necesita ser desglosado.
- Exclusiones improcedentes en el tránsito al socialismo.
Hay quienes en relación
con la socialización de la economía priorizan dos aspectos muy importantes
dentro de la propuesta, de por sí socializante, de democracia participativa:
1) Reemplazar la economía
de mercado por la economía del valor; esto es, librar a la sociedad
de la dictadura de los precios, montando un sistema en que el trabajo
socialmente necesario para crear productos y servicios, pueda ser medido
e intercambiado, generando una economía de equivalencias.
2) Garantizar una justa
distribución del ingreso nacional, creando un sistema impositivo que
revierta hacia la sociedad gran parte del excedente, de las ganancias
de las empresas de propiedad privada, de los fondos públicos, y de
las concesiones y áreas contratadas que resultan de las negociaciones
con el gran capital.
Desde esa visión el
énfasis respecto a las expropiaciones-nacionalizaciones, a la socialización
de la propiedad privada, casi no aparece.
Entre los que así
platean las cosas se encuentra Heinz Dieterich, un destacado precursor
de la idea de un nuevo socialismo del siglo XXI, que en ese orden, acompañado
de otros pensadores, ha ofrecido valiosos aportes científicos y detalles
consistentes para su implementación. También el talentoso latinoamericanista
soviético y entrañable amigo Kiva Maidanik, fallecido hace algo más
de dos años.
Creo sinceramente que
Dieterich y su escuela han contribuido significativamente a la renovación
del pensamiento revolucionario y a la actualización y recreación del
proyecto socialista.
Pienso también que a
esa propuesta de transición al nuevo socialismo deben incorporarse
con rigor y fuerza las desprivatizaciones, nacionalizaciones, expropiaciones
y confiscaciones, en dirección a la socialización progresiva de la
propiedad sobre los medios de producción, distribución comunicación
y servicios básicos.
Porque la propiedad privada sobre esos grandes medios entraña poder y es una de las características esenciales del capitalismo, más aun del capitalismo neoliberal. Y porque ella en sí es un obstáculo enorme para desarrollar una economía de equivalencias y para erradicar la explotación del trabajo asalariado por la burguesía y detener y revertir los procesos de contaminación del ambiente, de saqueo y depredación de los recursos naturales y alteración de los eco-sistema.
- Socialización progresiva e integral de la economía.
Sin embargo, la desprivatización,
la modificación de las relaciones de propiedad que estoy planteando,
no equivale a la ya fracasada estatización, menos aun a la estatización
generalizada que dio lugar al estatismo burocrático.
Los cambios en las relaciones
de propiedad capitalista, la conversión de la gran propiedad privada
en propiedad social, precisan de cierto rigor y gradualidad, lo que
en el proceso de transición incluye su coexistencia con otras formas
de propiedad privada, mixta e individual, siempre dentro de una concepción
que procure su superación a favor de la propiedad social o colectiva.
Deben medirse bien la
prioridad, pertinencia, modalidad y necesidad de cada paso y en cada
caso de expropiación- confiscación- nacionalización, contemplar las
reales posibilidades de realización exitosa, teniendo bien presente
su carácter estratégico o no, su relación con la seguridad el país
y con la soberanía, su tecnología y su armonía racional con la economía
de escala.
Si progresiva debe ser
la socialización en todos los órdenes, lo es también en el campo
decisivo de la propiedad.
En el proceso de transición
del capitalismo sustentado en la gran propiedad privada criolla y transnacional
es necesario expropiar y socializar selectivamente, remontar primero
la gran propiedad burguesa y sobretodo a la transnacional, darle un
tratamiento especial a la mediana y pequeña propiedad así como a ciertas
áreas productivas articulada al mercado interno, promover la asociación
y cooperativización de la pequeña y mediana empresa y combinar diversas
formas de propiedad en función de todos esos factores. Para evitar
traumas sociales de envergadura y resistencias innecesarias, el proceso
de socialización o colectivización de la pequeña economía debe ser
voluntario y a través de formas asociativas respaldadas por el Estado.
Al latifundio hay que
romperle el espinazo y erradicarlo, estableciendo topes en la tenencia
de tierra según la categoría de los terrenos.
Esto es válido tanto
en sus modalidades de explotación precapitalista como de capitalismo
atrasado y explotación extensiva, porque es la única manera de solucionar
el drama del minifundio improductivo y de los (as) campesinos sin tierra,
privilegiando a la vez las formas de propiedad social y el trabajo colectivo
(cooperativas, proyectos colectivos y otras modalidades asociativas
de economía solidaria); estableciendo mecanismos de financiamiento
y asistencia que privilegien las áreas articuladas a la reforma agraria.
Las inversiones extranjeras
no son “persé” dañinas ni totalmente recusables, sino que algunas
pueden ser reguladas o entrar en el área de la propiedad mixta o de
los acuerdos de transferencias de tecnologías adecuadas, o a determinadas
formas contractuales de mutuo beneficio. Igual a las concesiones de
explotación, operación y/o comercialización que no afecten la soberanía
sobre la propiedad, la sanidad del ambiente y el equilibrio ecológico..
En ese terreno no hay
receta rígida, sino una orientación general hacia el predominio de
lo social.
Esto también tiene una
relación directa con el destino del excedente, con los impuestos sobre
los beneficios y la relación entre la apropiación por minorías de
las ganancias de las empresas privadas y el destino de una parte significativa
de ellas para el bienestar colectivo, tanto de los (as) trabajadores
(as) de las empresas como de la sociedad en general. Pero a la vez la
concepción general desde una auténtica orientación socialista debe
procurar la progresiva superación del trabajo asalariado y del mercado
basado en el precio y no en el valor del producto de la fuerza de trabajo
manual e intelectual de los seres humanos; debe tender a eliminar el
capital como relación social, al Estado como empleador-explotador y
a traspasar los medios de producción , distribución y servicios al
pueblo trabajador.
La transición al socialismo
debe poner en el centro de su mira el ser humano, su bienestar, su felicidad,
a través de una combinación de medidas. Y esto requiere de un estado
altamente distribuidor, en términos justos y equitativos, del ingreso
nacional, por la vía de un sistema fiscal que penalice las grandes
ganancias y riquezas privadas y mediante un presupuesto nacional que
eleve constantemente en el gasto social.
Requiere también, junto
a las empresas públicas de carácter estratégico socialmente controladas
y co-gestionadas, de empresas de propiedad social, ya sea municipal,
cooperativa, asociativa, mixtas, interestatales, regidas por sistemas
de autogestión y cogestión.
El tipo de administración,
las características de la gestión empresarial, las formas de escogencia
de lo gerentes y ejecutivos técnicos, no están de ninguna manera desvinculadas
de la socialización y de sus esencias democráticas. La participación
de los colectivos laborales y de la sociedad en las decisiones y en
la fiscalización de sus procesos es consustancial a la intención de
socializar de verdad los medios de producción, distribución y servicios
públicos.
Igual el diseño de presupuestos,
el control sobre su ejecución y el acceso a los estados financieros
de empresas, entidades autónomas del Estado y propiedades de conglomerados
sociales. Los presupuestos participativos deben regir la vida económica.
El estatismo, la propiedad
pública, sin autogestión de las comunidades laborales o sin cogestión
entre administradores, gerentes y comunidades laborales, deviene en
estatismo burocrático, donde excedentes y patrimonios están sujetos
exclusivamente a la voluntad de la burocracia y la tecnocracia y, por
tanto, a la dilapidación, a los privilegios y a la corrupción.
El mejor antídoto a
esos males, lo que convierte definitivamente la propiedad estatal en
propiedad social, es la participación de los (as) trabajadores (as)
en la gestión, en el control de los colectivos laborales sobre las
administraciones, su participación en la distribución del excedente,
en el destino de la inversión empresarial y social, en la designación
de los administradores y directivos por concurso, en el acceso a los
estados financieros, en la elaboración de sus presupuestos con el más
alto grado de participación de sus trabajadores/as intelectuales y
manuales y de las comunidades vinculadas a través de los mecanismos
de control moral creados a nivel institucional.
Otro capítulo trascendente
es todo lo relativo a las regulaciones del mercado, al comercio exterior
y a la progresiva transformación de la economía de mercado en economía
de valor y equivalencias.
Mientras perdure el mercado
la competencia no debe ser ilimitada, ni en las relaciones internas
de mercado ni el vínculo con el mercado internacional.
Hay sectores que deben
ser estimulados por la vía de la relación entre costos y precios,
con el respaldo estatal-gubernamental.
Hay sectores productivos
y/o consumidores que necesitan ser protegidos y asistidos para su adecuada
rentabilidad en un caso y para elevar su capacidad de compra en el otro.
Lo sistemas de control
de precios, de almacenamientos, de impuestos y aranceles, deben ser
palancas de intervención y regulación en procura del desarrollo de
las fuerzas productoras nacionales, del intercambio justo y la justicia
social.
El impulso en grande para avanzar hacia una economía del valor y equivalencias, en la que las horas de trabajo invertida en la producción de bienes y servicios, sea el factor determinante en el intercambio, adquiere un valor estratégico en el proceso de socialización; muy superior a las necesarias regulaciones temporales del mercado. En ese orden existen valiosas investigaciones aplicables en este tipo de transiciones revolucionarias.
- Democracia participativa e integral
El socialismo, claro
está, no es solo economía: Y por eso lo trascendente de la democracia
participativa e integral, sustentada en nuevos sistemas constitucionales,
creados y desarrollados por la vía de la participación popular, de
procesos y poderes constituyentes autónomos, capaces de superar las
“democracias” estrictamente electorales, representativas, liberales
y neoliberales.
La transición al socialismo
es a la vez una transición hacia una nueva democracia, hacia una democracia
real, verdadera, en la que el poder del sufragio se traduzca en ejercicio
cotidiano y creación constantes de múltiples maneras de democracia
directa, de participación y control ciudadano sobre las estructuras
electas.
Que apoyándose a las
garantías, normas y principios constitucionales incorpore el respeto
desde el ejercicio gubernamental y la gestión económica-social a todas
las generaciones de derechos humanos (individuales, políticos, sexuales,
sociales, medioambientales…).
Que posibilite y promueva
la abolición de todas las formas de dominación, de todas las relaciones
de poder basadas en la discriminación, la opresión y la injusticia.
Que abra las compuertas
a la equidad entre los géneros y deje aceleradamente atrás la sociedad
patriarcal; que tire por la borda el patriarcado junto al capitalismo
neoliberal.
La transición al socialismo
y los programas de desarrollo integral son inseparables de la adopción
de políticas y planes que reformulen profundamente la relación seres
humanos naturaleza, deteniendo la depredación, la desertificación,
la contaminación, el empobrecimiento de la naturaleza y la injusta
y bárbara distribución de la misma que le asigna las partes mas empobrecidas
y riesgosa a los (as) más pobres en el contexto de una producción
de riquezas con medios tecnológicos, concepciones de desarrollo y relaciones
sociales de producción que empobrecen sin reparación alguna.
El resto de naturaleza
y el ambiente son entorno de vida y patrimonio social de las presentes
y futuras generaciones y no debe estar sujeta al afán de lucro, al
exclusivo interés de la ganancia privada, de la productividad empresarial,
irresponsables socialmente y ajena a la continuidad de la vida.
La regulación de ese
trascendente capítulo, que incluye la exclusión de la propiedad capitalista
sobre los recursos naturales estratégicos, además de normas preservadoras
y de contención de su afectación desde la empresa privada, social
y del Estado, es algo irrenunciable para detener y revertir todo lo
que en ese plano atente contra la vida.
Todo lo que daña el
resto de la naturaleza, daña a los seres humanos del presente y del
futuro. Impedirlo y revertirlo es de alto interés social, palanca clave
para un tránsito revolucionario que procure salvar la humanidad de
la crisis de existencia impuesta por el gran capital privado y la globalización
de sus espurios intereses.
La opresión de clase
esta atravesada y potenciada por otras variantes de opresión-discriminación-subordinación,
entre ellas por el poder de los adultos contra los niños (as) y los
jóvenes. Y ella a su vez la atraviesa a todas.
La civilización burguesa
en crisis que nos proponemos reemplazar en nuestra América no es solo
capitalista-dependiente, sino además patriarcal (machista), adulto-céntrica,
racistas, mafiosa, depredadora y estructurada para imponer el reino
y los intereses, ideas y privilegios de los grandes corporaciones y
oligarquías capitalistas, de las mafias políticas, de las elites blancas
y su cultura racista, de los adultos abusadores, los hombres machistas
y la masculinidad opresora.
Ni la socialización
de lo estatal, ni el tema del ambiente y la naturaleza, ni el patriarcado,
ni la abusiva hegemonía de los adultos, ni el racismo en todas sus
expresiones pasaron a ser preocupaciones fundamentales del tránsito
al socialismo que en Europa Oriental-y no solo- devino en in anticapitalismo
muy próximo a un “socialismo irreal”. De ahí su inconsistencia
e vulnerabilidad extensivas en grados diferente a otro modelos parecidos
en otras partes del mundo.
Si el capitalismo ha
potenciado todas esas variantes de la opresión de unos seres humanos
sobre otro, la nueva democracia, el un nuevo socialismo y el tránsito
hacia él, para plasmar en cadena un proceso integralmente liberador,
tienen que asumir con la debida firmeza la superación definitiva de
esas formas de opresión y dominación funcionales al sistema capitalista.
El tránsito al socialismo,
en consecuencia, debe incorporar como protagonista de primera línea
a la juventud y sus anhelos, facilitando su conversión en sujeto político-social
transformador.
Algo también obligatorio
son los protagonismos del movimiento emancipador de las mujeres y de
los movimientos sociales abanderados de la emancipación de las etnias
y nacionalidades históricamente oprimidas y discriminadas, así como
el accionar creciente de las fuerzas emergentes que desde las clases
explotadas y los grandes conglomerados excluidos y oprimidos asumen
la causa común del ambientalismo revolucionario en situaciones en que
recursos naturales vitales, cada vez más escasos, son blancos de ataques
escocidas y medios de redistribución de la renta y el poder del capital
y sus potencias re-colonizadoras .
El tema étnico-racial,
como el de las nacionalidades subordinadas, especialmente el de los
pueblos originarios de nuestra América, debe ocupar un lugar relevante
en el tránsito necesario y difícil que proponemos. Igual los derechos
de los pueblos emigrantes dentro las metrópolis re-colonizadoras, el
combate a la xenofobia, la libertad de opción sexual, el derecho a
la interrupción de los embarazos no deseados o atentatorios contra
la vida y la salud físico-mental de la madre y la criatura, y los derechos
de la mujer sobre su cuerpo.
En todas esas vertientes
hay un enorme potencial de las fuerzas del trabajo explotadas y excluidas
por el gran capital y también culturas de inmenso valor para las nuevas
formas de socialización.
En no pocos casos el
nuevo socialismo deberá ser indo-americano y/o multiétnico y multinacional,
o no será socialismo.
En la consolidación
y permanencia de todas las modalidades de opresión han estado siempre
las fuerzas armadas, las policías y los aparatos de seguridad del viejo
orden en crisis; acompañadas casi siempre de la presencia de tropas
extranjeras (particularmente de EU), asesores militares al servicio
de la dependencia y la recolonización, bases y tratados militares funcionales
a las estrategias militares imperialistas.
El cambio de la correlación
en el terreno militar es imprescindible para garantizar el éxito de
la nueva transición revolucionaria, ya sea por la vía del re-posicionamiento
(en el sentido de esos cambios, del anti-neoliberalismo, del antiimperialismo…)
de una parte importante de la fuerzas armadas regulares, ya por el desarrollo
de poder armado y la capacidad disuasiva desde el campo popular, o por
la combinación de ambos factores en dirección a recrear el poder militar
en función de los intereses populares y nacionales.
Todo esto pasa por el
cambio de mentalidad de una parte importante de nuestros soldados y
policías, por el incremento de la capacidad insurgente del pueblo civil
y de la masificación de su rebeldía armada y no armada, por
la alianza entre pueblo uniformado y pueblo no uniformado y, en fin,
por el desarrollo político-militar de las fuerzas transformadoras junto
al crecimiento de la conciencia nacional-popular revolucionaria entre
civiles y militares.
Respecto a la presencia
militar directa de los EEUU y sus aliados, es imperioso potenciar la
lucha por la salida de sus bases y unidades militares de nuestros territorios
y ampliar durante la transición el poder político-militar de las fuerzas
transformadoras, para elevar a niveles insostenibles los costos de las
nuevas invasiones militares extranjeras y las guerras de agresión de
carácter contrarrevolucionario.
El tránsito debe apuntar,
contrario a todo lo que nos ha tocado vivir y sufrir, a la refundación
del poder militar sobre la base de una combinación de las nuevas fuerzas
armadas regulares con el pueblo armado y no armado.
Y esas nuevas fuerzas
armadas deben reconstituirse sobre la base de nuevos principios: beligerancia
política (aunque no partidismo), hermandad con el pueblo, participación
en la transformaciones y en los planes de desarrollo, derechos ciudadanos
igualados a los de los civiles, no subordinación ni de los civiles
a los militares ni viceversa; doctrina de seguridad propia, autonomía
respecto a las políticas imperiales; lineamientos propios para enfrentar
el problema de las drogas, el narcotráfico y la delincuencia de todo
tipo…
La defensa y la seguridad
nacional jamás deben separarse de la soberanía nacional y popular,
de la justicia y la equidad social, del desarrollo integral de nuestros
pueblos y naciones.
Salud y educación gratuita
a todos los niveles, incremento de la capacidad y de las fuerzas productivas
sin dañar el ambiente y compensando su empobrecimiento desde los procesos
productivos, seguridad y soberanía alimenticia con cobertura total,
saneamiento del ambiente y recuperación ecológica, superación de
todas las opresiones y discriminaciones, deben ser prioridades inexcusables
de la política de inversión del Estado y del programa transformador.
El desarrollo de las
ciencias y las técnicas, el impulso a las tecnologías sintonizadas
con nuestro peculiaridades nacionales, la adecuación a ellas de las
tecnologías transferidas desde el exterior, deben tener por meta el
bienestar colectivo, la defensa de la naturaleza y del ambiente, el
crecimiento material y espiritual de lo seres humanos. Esto exige distanciarnos
progresivamente de los modelos tecnológicos destructivos, del industrialismo
capitalista depredador y de la generación de empleos y excedentes vía
de explotación y sobre-explotación de los seres humanos.
Si la información veraz,
la conciencia en torno a principios y valores diferentes a los hasta
hoy predominantes, están inseparablemente ligadas a este tránsito,
la revolución en los sistemas de comunicación, educación y formación
de nuestros pueblos, resulta imprescindible.
Esto toca –aunque no exclusivamente- la propiedad de los medios de comunicación sensiblemente oligopolizados y monopolizados por las fuerzas del gran capital.
La democratización y
la socialización tienen que incursionar con fuerza en esa área, cuya
tenencia y gestión deberán ser modificadas para favorecer la democracia
participativa e integral y el tránsito al socialismo. Así como el
valor de la educación popular dirigida a generar procesos de apropiación
en la sociedad de derechos colectivos e individuales, capacidad de discernimiento
para descantar la verdad de la mentira y la información de la desinformación.
El proceso de la clientelización
de la ciudadanía y de toda la sociedad debe ser derrotado y revertido.
Las mentes de nuestras
compatriotas deben ser liberadas de toda manipulación.
Los libertades individuales
y colectivas deben ser tan amplias y diversas como lo demanda la creación
de una democracia plena.
Sus únicos límites
deben ser todo lo que dañe su propia vida y la de otros seres humanos,
la naturaleza, al ambiente, la sociedad en su conjunto; lo que implique
apropiarse de los bienes colectivos, de los bienes individuales ajenos
y del producto del trabajo y la creación de los (as) demás…
Esto incluye, sin regateo
de ninguna especie, la libertad de opción sexual, los derechos de mujer
sobre su cuerpo, el combate y la superación de los tabúes y prejuicios
en materia de sexualidad y amor.
Cualquier restricción
forzada por los ataque de un imperialismo decadente, agresivo y pentagonizado
y una civilización burguesa en crisis, pero resistente a morir, debe
ser entendida como un recurso temporal a superar y no como una ley de
la transición, procurando que esa coerción de clase y de pueblo jamás
sea usada contra el y su necesaria diversidad revolucionaria.
El sufragio debe ser
liberado del oro corruptor y de los condicionamientos del poder, superando
el clientelismo, la promoción del miedo y todas las trabas y consecuencias
impuestas por el liberalismo, el neoliberalismo, el capital iy la burocracia.
La participación, la
democracia directa, los presupuestos participativos, el libre acceso
a los estados financieros de las instituciones públicas y privadas,
los mecanismos de control social y moral ya sugeridos pueden ser los
mejores convertidos en antídotos de la corrupción y el tráfico de
influencias, que implican robo a la sociedad.
Esta dinámica de la
transición socialista, es lógicamente distinta a aquella que se refiere
a socializar en el contexto de un régimen estatista en el curso de
un proceso predominantemente anti-imperialista y anti-capitalista.
En los procesos latinoamericanos-caribeños
donde impera el capitalismo dependiente neo-liberalizado con hegemonía
de la propiedad privada capitalista en todas las vertientes, de lo que
se trata es de socializar progresivamente lo privado en escalas, modalidades,
métodos y ritmos armónicos con los requerimientos y condiciones concretas.
Se trata de desprivatizar la propiedad y el sistema en su conjunto para
socializarlo a partir de un nuevo poder.
En los procesos donde
se ha expropiado y convertido en propiedad estatal la gran propiedad
privada de lo que se trata es de convertir lo estatal en social a través
de diferentes formas de propiedad colectiva y de gestión democrática
y participativa. En estos casos las precondiciones son mejores sobretodo
cuando se han logrado importante avances en las políticas sociales,
altos grados de escolaridad, fuerte identidad como pueblo y elevada
conciencia anticapitalista.
Dentro de estos últimos
podría tratarse el caso de Cuba con todos sus particularidades y con
todos los avances implicados en la expropiación del capital privado
y en el carácter social avanzado se los servicios públicos (salud,
educación, energía, conciencia deportes, ciencias y tecnologías…).Tema
a ser considerado en el tipo de transición correspondiente al paso
del “sistema estatista-burocrático o socialismo de Estado
al nuevo socialismo”
Pero, retomando el proceso
de creación de lo nuevo hay algo de mayor trascendencia: la formación
colectiva e individual en valores de alto contenido humano, ético y
social:
- Amor a la Patria Chica, a la Patria Grande y a toda la humanidad.
- Defensa y protección los bienes públicos, la naturaleza, el patrimonio histórico y científico de la sociedad.
- Acompañamiento de las luchas y demandas del pueblo pobre y explotado.
- Defensa de los derechos de la mujer y de la equidad en la relaciones de pareja y de familia.
- Protección del ambiente, liberándolo de la contaminación y depredación.
- Cuidar los niños (as), garantizar sus derechos a la felicidad, reconocer los derechos de la juventud y a erradicar el adulto-centrismo.
- Luchar contra la discriminación social y la opresión nacional.
- Rebelarse contra la explotación, los abusos, la exclusión, las arbitrariedades y las injusticias.
- Defender lo derechos de los (as) inmigrantes.
- Vencer el egoísmo, la insolidaridad, la insensibilidad social y humana.
- Pensar sin ataduras, crear, innovar, para bien propio y colectivo.
- Transformarnos, en fin, cada día, en seres humanos nuevos, hombres y mujeres, adultos y jóvenes, niños y niñas, solidarios, bondadosos, honestos, capaces, inteligentes, veraces, modestos.
Entonces -cumplidos en
gran medida a grandes rasgos y sin predeterminación de detalles estos
grandes propósitos en el contexto de una transición difícil y permanentemente
agredida y obstaculizada por las fuerzas imperialistas- capitalistas
que les son hostiles- nuestras patrias, nuestros países, nuestras sociedades,
unidas e integradas, habrán avanzados desde cada una por sus rutas
específicas y con sus propios ritmos y particularidades hacia
el nuevo socialismo.
- Carácter continental y mundial del proyecto socialista en el nuevo siglo.
El inicio y despliegue
del tránsito a un nuevo socialismo puede tener como primer escenario
las fronteras nacionales de un país o pequeño grupo de países.
En Cuba la revolución
es un hecho desde hace muchos años. El carácter anticapitalista, antioligárquico
y anti-imperialista de ese proceso ha sido factor dominante y lo que
está en juego en la actualidad es el tipo de modelo más apropiado
para superar la crisis estructural del modelo estatista vigente y crear
más socialismo a la luz de este nuevo siglo.
Cuba resistió los
efectos demoledores del colapso del “socialismo real” y de la desintegración
de la URSS, hasta que su revolución empalmó con este nuevo auge revolucionario
y con un periodo en el que se plantea con mucha razón la necesidad
de un socialismo diferente, nuevo, apropiado para el siglo XXI.
Estamos, pues, ante la
posibilidad de nuevos alternativas al neoliberalismo y ante el
anuncio de nuevos procesos inspirados en el ideal socialista debidamente
renovado; asumidos también en forma iniciañl como reformas y transformaciones
avanzadas donde ya se han plasmados cambios de gobierno e incluso de
sistemas políticos que apuntan en esa dirección (Venezuela, Ecuador,
Bolivia…); o a través de avances significativos en la acumulación
de fuerzas y en la conciencia popular, que si bien no han llegado a
generar nuevos gobiernos, son movimientos sumamente promisorios en
ese mismo sentido.
Esos procesos pueden
avanzar más o menos aceleradamente en sus respectivos escenarios nacionales,
como también podrían estancarse o retroceder
Pero está claro ya –y
esto es muy positivo- que la ola de cambios no se está expresando solo
como tendencia al tránsito al socialismo en un determinado país o
espacio nacional, sino en un grupo de naciones; y es importante que
entre las naciones en trance de revolución está incluida Venezuela
con sus grandes potencialidades.
Y es todavía más
alentador que las corrientes neo-bolivarianas y el despliegue de las
nuevas transformaciones apunten hacia la liberación de la Patria Grande,
dado que de más en más se está pensando en términos continentales,
en nuevas independencias, nuevas democracias y nuevos socialismos cooperantes
a escala latinoamericana-caribeña
Alentador y trascendente
porque un soberanía pequeña o mediana, una revolución liberadora,
que se sume y articule a otras y a otras, darían como resultado una
soberanía mayor y un tránsito revolucionario con mayores alcances
y posibilidades de éxito, con mas potencia emancipadora.
No olvidemos que el capitalismo
es un sistema mundial, además de un orden de dominación integral (económica,
social, política, militar, ideológica-cultural).
No olvidemos el poder
del capital altamente concentrado sobre las fuerzas productivas, el
sistema financiero, el mercado mundial, el comercio mundial, las fuerzas
armadas regulares, los medios masivos de comunicación, el modo de vida,
la naturaleza…a escala planetaria.
Ese poder mundial incluye
el poder continental, la estrategia de dominación continental de los
EEUU y de otras potencias capitalistas, las fuerzas gubernamentales
e instituciones subordinadas y funcionales a ellas, los poderes oligárquicos
y militares tutelados por el imperialismo, los sistemas políticos y
las estructuras dependientes.
Por eso, el despliegue
del tránsito al socialismo y el socialismo en su plenitud, son impensables
sin una dimensión internacional, sin avances sostenidos contra esa
dominación mundial. Y esto, en nuestro caso, comienza y se potencia
por lo continental. Mientras los cambios en marcha trasciendan en mayor
grado las fronteras de un país o de un grupo limitado de países, más
posibilidades tendrán el tránsito al socialismo y el socialismo como
tal, y más profundos y creadores pueden resultar esos procesos emancipadores.
Los límites nacionales le facilitan al imperialismo contenerlos, afectarlos, bloquearlos, estancarlos…
El tránsito al socialismo
–como hemos subrayado en otros trabajos- implica transformaciones
de mediano y largo aliento, y precisa de procesos transformadores simultáneos
y/o convergentes en un periodo, con posibilidad de restarle progresiva
e ininterrumpidamente fuerzas productivas, espacios territoriales, mercados,
instituciones, empresas, poder político, reservas naturales y científicas,
y poderío militar al capitalismo y al imperialismo actual.
Y esa no es meta alcanzable
desde un país o pequeño grupo de países, sino desde un proceso continental
y mundial, repleto de latino-americanismo, antillanismo e internacionalismo
revolucionario. Nada uniforme. Suma de diversidades, variedad de actores
y múltiples transformaciones.
Continental como suma
articulada y cooperante de las diversa y multi-étnicas naciones caribeñas-latinoamericanas.
Mundial como avance sistemático
hacia la victoria del trabajo sobre el capital racista, xenófobo, machista,
adulto-céntrico y escocida a escala planetaria; en la perspectiva
de alcanzar un sistema integrado de transiciones socialistas variadas
hacia una socialización cada vez más plena.
Y es esa dimensión internacional
del tránsito revolucionario al socialismo, lo que facilitaría en mayor
escala el proceso de extinción de los aparatos estatales, la autogestión
en todas las vertientes, la asociación libre de seres humanos libres,
y la plenitud del socialismo camino al comunismo, como máxima expresión
del no poder y de la total erradicación de la dominación de uno seres
humanos sobre otros.
La existencia de Estados
poderosos bajo control capitalista, de corporaciones transnacionales,
de ejércitos transnacionales capaces de emprender nuevas guerras de
conquista; de monopolios, oligopolios y mercados bajo su dominio, tiende
a dificultar el despliegue del socialismo en toda su extensión y profundidad,
y a afectar la velocidad y profundidad de los procesos de tránsito
hacia él.
De ahí el valor del nuevo internacionalismo como contrapartida de la globalización capitalista, así como la importancia de la unidad de las fuerzas del cambio en el contexto de una estrategia de ruptura y creación a cargo de todos los actores comprometidos con la nueva democracia y el nuevo socialismo.