Son del siglo
XX las experiencias que conocemos en torno a la construcción del socialismo
y también son de esa centuria las tropelías y exclusiones que
sobre millones y millones de seres humanos, se cometieron en nombre
de la democracia, la libre empresa y la libertad. De manera que proponerse
gobernar abrogándose la autoría de la cimentación de
un socialismo para este siglo; por lo menos obliga a voltear la mirada
sobre lo sucedido, para no regresar a trillar aquellos caminos, que
en nombre de ese proyecto de vida, dejaron huellas de persecuciones
y cercenamientos a los derechos de la disidencia y la libertad.
En nombre del
gran capital y las Democracias Occidentales, primero Francia y
luego el imperio Yankee, desvastaron a Vietnam; y por no dejar, este
último probó la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki. Ahora bien,
enarbolando las banderas de la “dictadura del proletariado” se le
enterró un pico en la cabeza a León Trosky, se aniquiló a cientos
de miles de presos políticos, que junto a los prisioneros comunes,
el sistema correccional soviético los confinaba en los tristes y celebres
GULAG. Y de paso en nombre de ese mismo socialismo, le estropearon en
una oportunidad una primavera a Praga.
Aquí
mismo en Venezuela, tenemos una historia negra de persecuciones
y violaciones a los derechos humanos, perpetuados a sus vez por quienes
a habían sido victima de esos delitos. A la caída
del régimen de terror impuesto por Pérez Jiménez, Rómulo Betancourt,
nuestro flamante “padre de la democracia”, prácticamente inaugura
sus prácticas de asesinatos, el 1 de noviembre de 1961, precisamente
en la humanidad de aquella estudiante de la UCV y militante de la Juventud
Comunista, la camarada Livia Gouverner, quien apenas contaba con 20
años de edad.
En nombre de
la “democracia representativa” el profesor Rafael Caldera, llenó
de tanques y cazadores boinas verdes, a la UCV; alzándose de paso
con el “honor” de haber asesinado más de treintas estudiantes,
que tan solo luchaban por el derecho al estudio y a ser libres. Ya antes
para evitar un régimen “Castro Comunista”, los paladines
de la propiedad privada y el “Estado de derecho”, habían atiborrado
las cárceles de presos políticos y los campos venezolano de crímenes
y desaparecidos.
Estas experiencias
históricas nunca podrán ser olvidadas, y menos por aquellos
quienes tienen responsabilidades de liderazgo o de Estado y hoy andan
de nuevo convocando voluntades para el cambio o simplemente están ejecutando
políticas para la edificación del socialismo. La contingencia
y las incertidumbres de hoy, ameritan la construcción de lo nuestro
y el reconocimiento de los contrarios que no la compartan.
De manera que la manifestación pacifica de disidencia política y la protesta social no debe ser criminalizado, sobre todo por aquellos que en un pasado reciente, agitaban y propagaban ideas por la libertad y los derechos humanos. Lo otro sería correr el riesgo de gobernar bajo los viejos paradigmas, que hicieron impopular y obsoleto al casi desaparecido socialismo del siglo XX..