El tema de la revolución implica numerosos conceptos, pero es sin duda alguna, un concepto que no escapa de los aportes del marxismo-leninismo, siendo la revolución una circunstancia justificada por una situación incómoda en un momento histórico determinado.
Teóricamente, una revolución es un cambio rápido, profundo y posiblemente violento que afecta a las instituciones políticas, económicas, culturales y sociales. En un proceso revolucionario normalmente aparecen enfrentadas de forma más o menos nítida dos fuerzas: los partidarios de mantener las viejas estructuras (reaccionarios) y los partidarios de derribarlas para crear otras nuevas (revolucionarios).
Las revoluciones habidas en las diferentes circunstancias históricas, reflejan una forma de hacer o construir nuevos contenidos para la esencia de una sociedad que se desee, pero, la revolución sigue siendo una fuerza brusca, una fuerza para el cambio, ¡si lo definimos desde el punto de vista sociológico! Ahora, la revolución no deja de ser un término relativamente asociado a los intelectuales de izquierda, que se retoman las experiencias sociológicas del pasado, pero la revolución es una práctica que responde a momentos de cambio, momentos de conciencia o múltiples factores, mas, cuando esos factores entran en disputa con la convivencia humana.
Lenin afirmaba que sin teoría revolucionaria, no hay praxis revolucionaria, muy bien camarada, pero también las revoluciones humanas, como la Rusia, de China, de Cuba, han generado también teorías revolucionarias. Eso quiere decir también, que no puede haber teoría revolucionaria sin una acción revolucionaria, eso acomoda mejor las cosas y en eso la historia nos ha dado la razón, mucha razón, todo sujeto que ha vivido supeditado a un sistema dominante, al adquirir conciencia de su misma situación, recurre al método orgánico del cambio de las circunstancias que lo rodean. Ser revolucionario es considerar que ha vivido esas penosas y humillantes circunstancias y eso lo obliga a tomar la decisión, buscar fórmulas, métodos, estrategias de lucha para recuperar su estado como individuo y para luego crear las bases necesarias para la sobrevivencia permanente mediante fórmulas que compaginen con las verdaderas necesidades complementarias de un pueblo.
Toda revolución es el resultado de un desarrollo ideológico (según la teoría marxista), yo diría mejor que también ha desarrollado ideologías o al menos, ha contribuido a ellas para profundizar sus bases y su pertinencia para el sostenimiento y su permanencia en el tiempo. Como afirmaba Louis Althusser (1974), en cuanto a la ideología revolucionaria: "la materia prima para la transformación de la realidad". Pero aquí agregaríamos que la revolución es también la realidad para cambiar las maneras de pensar diferente. Discutamos los elementos que les son sucesivos, es muy profesional hacer esta referencia.
Las revoluciones buscan los cambios en el individuo y las instituciones que lo suprimen, porque las revoluciones son cambios generados por los individuos y las mismas y los mismos están en contra de las instituciones y se busca fortalecer los cambios, vigilarlos y profundizarlos de manera permanente, ser vigilante y convertir los cambios en una institución consensuada y no delimitada. La revolución no es para unos pocos, es para una masa, sustantiva, preparada para los cambios que busca suprimir viejas estructuras. Es un patrimonio que nos pertenece a todos.
Todas las revoluciones que han estado suscritos en los procesos históricos de la humanidad, han estado antecedida por fases cíclicas. En el caso de la Revolución Neolítica o Agrícola, hacen aproximadamente unos diez mil años, las formas de transmisión de informaciones de una generación a otra habían permitido acumular los conocimientos necesarios para la roturación de tierras, periodificación de la siembra y la recolección, alimentación y cuidado de animales cautivos, tratamiento y modelado de arcillas y otras variadísimas nuevas tecnologías.
Conviene destacar la importancia de la transmisión de informaciones como forma de desarrollo económico y social en aquella y al igual que en todas las épocas. Esa transmisión no era sólo oral. Los instrumentos de trabajo (hachas, flechas, arpones, agujas, rascadores), habían sido durante milenios fuentes de información del grupo social a que pertenece su portador, o la técnica que utiliza para cazar o para cortar la piel o para hacer un abrigo. Los artesanos estudiaban objetos diseñados por otros y aprendían a imitarlos o a mejorarlos. En el neolítico, la transferencia de informaciones se hace mucho más rápida e intensa. Eso fue lo que generó el paso de una sociedad a otra, producto de las fuerzas acumuladas y del conocimiento.
Seguido a esta forma de cambios, la racionalidad de esos cambios están surgidos por acontecimientos claves que han generado al igual, cambios en la forma de interpretar la realidad social asentados en la Revolución Científica, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial. Estos acontecimientos, que han sido un hito para la humanidad, ha sido el producto de los procesos de acumulación del conocimiento que se generaron gracias al establecimiento de la racionalidad del proceso productivo, la meta de una sociedad, supeditada a su desarrollo y progreso.
Todos estos cambios han estado guiados o direccionados por un proyecto histórico de cambio, el caso que nos anima, es decir, estas revoluciones cuyo contenido ha sido el cambio social antecedido por un plan concreto. La Revolución Científica, como ya dijimos, es el epílogo de la necesidad de los cambios productivos, mientras que la Revolución Francesa se da por una necesidad de cambios de actores en la escena social. En otros términos, representa el cambio de una sociedad absolutista a una sociedad de la tiranía económica y la producción dirigida a la libre competencia, a la división social, a la libertad de comercio. Por ello, el surgimiento del liberalismo radicado en las ideas de Adam Smith, la cual se propagaba por un sector del mundo que se enfilaba hacia la revolución mecanizada, la Revolución Industrial.
Estos proyectos de avance que nos ha suministrado la historia a través de los cambios de las nuevas formas de producción, fueron motivo para el surgimiento de otras formas de organización de la sociedad, por la misma necesidad de responder a otras formas de comunicación y hacer producción y comercio, mejoró la productividad, lo que llevó a un mayor desarrollo económico y social que despeja hacia nuevas formas de organización y modos de vida: la sociedad industrial.
Para Marx, la sociedad industrial sentó las bases de una ciencia general del desarrollo humano, interpretó todos los fundamentos de la nueva sociedad compleja, tras las aportaciones en el análisis materialista de la historia, que buscó una explicación a estos cambios junto con Engels, quienes analizaron la nueva sociedad con una visión dialéctica entre la base económica (estructura), y la ideología jurídico-política (superestructura). Desde ese análisis, se logra una forma materialista de interpretar las circunstancias de los cambios hacia un sistema de dominación para luego, por esas mismas fuerzas sociales, que son las luchas entre explotadores y explotados, lograr el cambio hacia nuevas formas de convivencia, de mayor justicia e igualdad entre los hombres dispuestos hacia una sociedad comunista.
Las revoluciones que han integrado los movimientos sociales hacia cambios cualitativos y cuantitativos, han despejado todo el proceso histórico que la humanidad ha vivido. Pero es el hombre y sus circunstancias el que ha estado siempre en la búsqueda de sus apetencias y su liberación.
Toda revolución lleva consigo una carga de circunstancias, lleva consigo un plan de acción para que perdure y para extinguir viejas secuelas. Toda revolución debe ser radical, cambiar todas las estructuras arcaicas para darle paso a nuevas formas de convivencia. Pero toda revolución, como proceso de consolidación y reapertura eterna, debe ser un motivo para agilizar los conocimientos, crear una nueva filosofía de la vida y para la vida, debe ser un proyecto emancipatorio perenne, que radicalice los elementos negativos, que elimine el vicio, que genere a su representante sustantivo a través de los cuadros radicales con un nivel de logros desarrollados, los logros, las metas, las virtudes deben ser los gobiernos de los pueblos que se emancipan. Toda revolución es una necesidad, como la Rusia bolchevique, su revolución se da por la necesidad económica de suprimir el Feudalismo "con todos sus fenómenos colaterales como la servidumbre" (Lenin).
Hoy, vivimos unas nuevas perspectivas, aunado a los nuevos movimientos emancipatorio en América Latina, en desafío a "viejas" circunstancias imperiales-globalizantes, donde la mercancía es la mano de obra "regalada" y el abuso de los poderes de los más fuertes ante las debilidades humanas. Ya no existen debilidades, los pueblos se levantan, hay una nueva teoría del "qué hacer" y de una nueva política del "estamos haciendo". Hay nuevos actores en la escena. El mundo de la vida (Habermas), ha adquirido una nueva fórmula, que es luchar contra la devastadora corriente del sistema de dominación, del sistema implantado por el mercado y la globalización. Hoy hay una respuesta: Nicaragua, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Honduras, El Salvador, Paraguay, han respondido a los cambios globales. África ya nos está sola, África está integrada, con los negros, blancos, mulatos, zambos, amarillos, todas las razas unidas para el nuevo bloque integracionista Sur América-África, porque también hay un Sur latente, un sur para el hombre y su sociedad.
¿Qué hacer?: Preparar los cuadros, repartir ideas, discutir circunstancias, interpretar el mundo, adueñarse de la historia que nos arropa, negar los viejos valores, profundizar la democracia y hacer de ella una ciencia para los pueblos, para el común, configurar una nueva personalidad, una nueva cultura de valores, una sociedad más equitativa, contra la explotación, contra los vicios, hacer de la política una cultura de convivencia. Dejar a un lado las viejas costumbre de que quienes nos dirigen y quienes nos representan, son los más capacitados. Esa es una falsedad, los más capacitados son los que viven el día a día de las vicisitudes, los que luchan contra la corriente.
¿Qué hacer?: Derrotar al enemigo que vive dentro de nosotros. Acabar con aquellos que están incrustado en nuestro movimiento, contra los que opinan por nosotros que somos del pueblo, romper con aquellas estructuras del poder político dominante, contra los cogollos, que son la vieja enfermedad de la revolución, contra los antiguos criterios enclaustrados en los paraninfos leguleyos del parlamentarismo. Abogamos por el parlamentarismo, no representativo, sino un parlamentarismo de calle, un parlamentarismo nuestro, público y popular. De esta forma estaremos haciendo verdadera patria. Decía El Che que "la revolución es conciencia".
¿Qué hacer?: Crear, postular ideas para el cambio con los movimientos sociales, movimientos populares, de las masas, movimientos estudiantiles con organización, ya que estos conservan la frescura académica de los conceptos; crear los auténticos movimientos campesinos, ya que estos han sufrido en años los embates de una política falsa de "reforma agraria" que ha beneficiado a los más poderosos del campo; crear el movimiento de mujeres, que han sido víctimas del machismo impulsado por el capitalismo que ha convertido a la mujer como mercancía; crear los movimientos obreros, de donde hemos recogido las experiencias pasadas cuando en 1936, con la "gran huelga petrolera", durante el régimen en transición del General López Contraerás, lucharon y se levantaron en contra de las grandes potencias transnacionales del comercio petrolero. Los movimientos son redes sociales, que articulados entre ellos, haremos de esta región una verdadera potencia de equilibrio para el bien común, esa es el verdadero socialismo que queremos para este milenio.
(*)Antropólogo. Especialista en Estructuras Agrarias y Procesos Políticos en América Latina
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