Con declaraciones como las suministradas por el presidente Hugo Chávez según la cual expropió el Hotel Margarita Hilton, porque le exigieron al Gobierno nacional permiso para la realización de la II Cumbre América del Sur – Africa (ASA), uno no sabe si alegrarse o continuar triste.
Al fin y al cabo, el Gobierno se impone. Ese es un ejemplo, ahora bien ¿qué sucede con Juan Bimba?, ese que llega a una institución con argumentos válidos como venezolano, sujeto activo de una democracia participativa columna vertebral del proceso bolivariano, pero que la mayoría de las veces queda impotente ante un portero, que podríamos decir es el último eslabón de la cadena del personal en cualquier organismo de la administración nacional.
Obviamente, he allí un problema, porque esa es la situación de gran parte de los organismos que, para colmo, tildan de revolucionarios. No se trata de denunciar alguna institución en particular, sino advertir de un problema crónico. Eso que vivió Chávez con el Hilton de Margarita, lo vive la gente a diario, sólo que no tiene el poder para tomar decisiones como la asumida por él en nuestras organizaciones. Quizás si el pueblo pudiera ejecutar esas decisiones, no hubiese tantos impostores rojos rojitos camuflados en los entes gubernamentales.
Pero, repito, quejas como esas sobran. Innumerables personas en nuestras instituciones se niegan a entender que un empleado es un servidor, que le debe respeto al público que lo solicita, y viceversa. Y se rehúsan a comprender porque no digieren el proceso, cuestión que se respeta, sólo que también deben saber que no sirven para esos cargos, donde se requieren personas prestas a colaborar, ayudar, tender una mano amiga, no como actualmente, que llega una persona con un problema y en lugar de resolvérselo le ocasionan diez. Y no exagero. Además, si al comandante le exigen permiso, que quedará para nosotros.
Por eso, si es grave que algunos de los propietarios de ese hotel lo adquirieron en la IV República y siguen ganando dinero y tratando de poner condiciones al Gobierno, tal como señaló Chávez, también es grave que empleados carentes de conciencia revolucionaria, herederos de un maltrato hacia la población, sigan enquistados en organismos públicos entorpeciendo el proceso.
Voy más allá. No sólo hay gente torpedeando la revolución sino que esas instituciones a las cuales hacemos referencia, mantienen inexplicablemente las estructuras del puntofijismo, trayendo consecuencias nefastas para el proceso.
Y eso da pie para señalar que el discurso del Presidente va por un lado y la práctica por otro. Siento que el proceso se pierde por esas rendijas el cual siembran descontento, en fin, pienso que se requiere solución, pues la situación es grave, no se trata de soplar y hacer botellas como decimos los marabinos.
*Periodista
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